Al nacer, adquirimos un amalgama de bacterias que nos protegen de patógenos oportunistas, aquellos que afectan a la salud tanto del cuerpo como su fisiología. Los hacemos durante el proceso del parto, la lactancia, algunos alimentos, agua y otras personas. Hasta contener, en nuestro interior, alrededor de 40 mil especies diferentes de bacterias, las cuales tienen la función de defender al sistema inmunológico y regular a los sistemas digestivos y metabólicos.
Para cuidar al microbioma, es recomendable consumir probióticos. Es una alternativa cada vez más frecuente para regular y restaurar la microbiota bacteriana con fines profilácticos y nutricionales. De hecho, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud–OMS– y la Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación –FAO–, los probióticos son “microorganismos vivos, no patógenos los cuales administrados en cantidades adecuadas, confieren un beneficio saludable sobre la salud del huésped o su fisiología”; cuyos beneficios se enlistan de la siguiente manera: adherencia a las células, disminución de la adherencia a patógenos (como una forma de micro-selección natural, capacidad para formar una flora equilibrada, producción de antagonistas de crecimiento de patógenos (ácidos, peróxido de hidrógeno y bacteriocinas).
Alimentos como la soya, yogurt, tempeh, leche fermentada, miso, son algunos ejemplos de alimentos probióticos. Sin embargo existe otro alimento, milenario, que fortalece el tracto digestivo mediante una serie de microorganismos benéficos a la salud: el pulque.
Según estudios realizados por la UAM Cuajimalpa, el pulque posee bacterias que enriquecen el tracto digestivo. El pulque, en términos históricos y microbiológicos, contiene un proceso de fermentación complejo: “ácida, alcohólica, acética y viscosa, que dan lugar al incremento de las poblaciones de bacterias que producen ácido láctico, etanol y muchos compuestos que confieren sabor, además de los oligosacáridos –que promueven la actividad prébiotica–, como la levana, la inulina o la dextrana, que dan a la bebida un aspecto viscoso, explicó el doctor en ingeniería química.” Además que la diversidad de las enzimas de la planta y de los microorganismos involucrados en la síntesis de inulina y fructanas, es implica un óptimo mantenimiento a la microbiota intestinal y una salud adecuada para el sistema digestivo y metabólico. Todos estos nutrientes son específicos para algunas bacterias benéficas.
En palabras de Agustín López Munguía Canales, del Departamento de Ingeniería Celular y Biocatálisis en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM–, “Tenemos que poner atención en nuestra alimentación, ya que las deficiencias actuales en la dieta, en las que los excesos tienen un papel negativo relevante, nos obligan a reconsiderar el impacto del azúcar en la microbiota humana.”
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