El uso de las flores en la cocina parece una moda repentina pero lejos de la realidad han estado presentes desde hace mucho tiempo.
Encontrar flores en los mercados es difícil, pero con las de calabacín aumentan las posibilidades de éxito. La razón es que son más versátiles y gustosas que la mayoría. Con su brillante color amarillo-anaranjado, poseen un punto de dulzura combinado con un leve amargor.
En la cocina admiten la cocción y son tan consistentes que pueden servirse fritas, rellenas, cocidas, en sopas, cremas, como adorno, etc..
No obstante, se estropean muy rápido, por lo que deben consumirse el mismo día de su compra. Después de lavarlas tenemos que secarlas sobre una hoja de papel absorbente antes de proceder a elaborarlas.
Eligiremos las flores macho, de tallos más finos.
Su mejor época del año: aunque se pueden encontrar todo el año, tienen mayor calidad y frescura en verano.