Muchas personas buscamos aportar nuestro granito de arena para ayudar al planeta, sin embargo, encontrar fuentes de energía limpia ha sido uno de los mayores desafíos, sobre todo porque las soluciones actuales tienen un límite: el sol no brilla de noche y el viento no siempre sopla. Pero ahora parece que estamos apunto de lograrlo gracias a unos experimentos extraños, que nos demostrarán que no tenemos por qué limitarnos únicamente a la energía solar o a la eólica, cuando podemos elegir algo mucho más potente.
El inicio de los experimentos extraños
El sueño de la ciencia ha sido siempre encontrar una forma de capturar la energía más pura y constante que existe: la que está en el espacio, sin que la atmósfera la filtre o la noche la interrumpa. Esto parecía un sueño futurista, pero ahora esa propuesta se ha vuelto mucho más práctica, con un reto más cercano: dar más energía a los satélites que ya están en el espacio, ya que, no pueden llevar paneles solares muy grandes.
El problema es que, si se ponen más paneles, el satélite pesa más, ocupa más espacio y es más caro enviarlo al espacio. Por eso, en las instalaciones de la NASA en Florida, se hizo una prueba que parece secreta, pero que rompió un récord mundial, demostrando que la solución no es hacer las cosas más grandes, sino más inteligentes.
Pero ahora experimentos extraños están haciendo llover energía desde el espacio. Sucede que la empresa Star Catcher pudo enviar 1,1 kW de energía usando un láser y paneles solares normales. Esta tecnología prueba que se puede mandar electricidad de un satélite a otro sin cables, lo que abre la puerta para crear una red eléctrica espacial que siempre estará funcionando.
Una energía sin cables
El concepto de Star Catcher se diferencia de otros experimentos que usaban microondas. En este caso, un satélite usa paneles solares para generar electricidad. Luego, convierte esa energía en un láser multiespectral, que es como concentrar luz que viaja por el espacio y es captado por los paneles solares de otro satélite. Es un sistema tan asombroso e innovador como la fuente que amenaza a los combustibles contaminantes.
La gran inteligencia del sistema es que el láser se ajusta para que coincida con la luz que los paneles solares convencionales aprovechan mejor. Es decir, sin usar trucos ni piezas caras, la tecnología puede multiplicar entre dos y diez veces la energía que el satélite receptor puede generar. Es física bien aplicada: mucha más energía con el mismo equipo.
Menos peso, más funciones
Si la energía deja de ser un límite, el diseño de los satélites cambia por completo. Ya no será necesario lanzar estructuras enormes y pesadas. Esto implica que los satélites futuros podrán tener sistemas de propulsión más rápidos, instrumentos científicos que consuman más energía, o antenas mucho más potentes para mejorar las telecomunicaciones.
Para las misiones del gobierno o de empresas privadas, reducir el peso de los satélites se traduce inmediatamente en reducir los costos de lanzamiento, algo que es clave en un momento en que el número de satélites en órbita no deja de crecer. Esta tecnología abre la posibilidad de crear un sistema de energía compartida en el espacio, un servicio que ya tiene acuerdos de compraventa con operadores privados.
La prueba de 2025 en el Centro Espacial Kennedy no fue un experimento aislado; superó el récord anterior, que era de 800 W, y se hizo con paneles solares comerciales para probar su compatibilidad real. En total, se enviaron más de 10 megajulios de energía durante los ensayos. El siguiente paso, y el más importante, es la demostración orbital prevista para 2026.
Ahí, la tecnología podrá probar su estabilidad y eficiencia en condiciones reales del espacio. Esta capacidad podría ayudar incluso a las misiones lunares, ya que la tecnología de Star Catcher demostró poder recargar las baterías del Vehículo Terrestre Lunar (LTV) de Intuitive Machines durante las largas noches lunares.
Puede que “hacer llover energía en el espacio” no resuelva toda la crisis climática, pero no podemos negar que es una herramienta muy poderosa. Este avance nos demuestra que la innovación espacial puede impulsar soluciones que cuidan el planeta, permitiendo satélites más compactos, evitando el desperdicio en órbita y permitiendo el desarrollo de instrumentos más potentes para vigilar incendios o sequías. El sueño de una red eléctrica en órbita está un paso más cerca, y mientras esperamos, también le decimos adiós a las turbinas eólicas.
