Con su fallo a favor de Botnia la Corte internacional de La Haya, legitima un modelo sostenido en la tecnología, que aprovecha la vulnerabilidad de los países pobres, desestimando la condición y el derecho del ambiente y la opinión de la gente. La justicia existente no considera el principio de precaución como elemento central por lo que solo se puede juzgar si un proceso contamina una vez que contaminó, y además es necesario luego probar la relación causal entre una posible causa o causante y un resultado o victima. Esta demanda técnico-jurídica es uno de los mayores obstáculos que suele encontrar la justicia ambiental. Y el principio precautorio sirve, entre otras cosas, para prevenir esta insuficiencia que favorece claramente los intereses de los contaminadores