La rebelión de l@s indignad@s. Notas desde la Plaza Tahrir de Barcelona

El dinamismo, la espontaneidad y el empuje de las protestas actuales son las más fuertes desde la emergencia del movimiento antiglobalización desde hace más de una década. Irrumpido internacionalmente en noviembre de 1999 en las protestas de Seattle durante la cumbre de la OMC (aunque sus antecedentes se remontan al alzamiento zapatista en Chiapas en 1994. El movimiento actual se inspira también en los referentes internacionales más recientes e importantes de luchas y de victorias. Busca situarse en la estela de movimientos tan dispares como las revoluciones en Egipto y Túnez o la victoria en Islandia, ubicando su movilización en un combate general contra el capitalismo global y la élite política servil.

¿Antisistema? Por supuesto

En vistas de cómo va el mundo, el anticapitalismo es hoy una apuesta perfectamente razonable y un verdadero imperativo moral y estratégico. No parece que sean los antisistema quienes deban justificarse, sino los pro-sistema quienes deberían hacerlo. “No se puede ser neutral en un tren en marcha”, nos recordaba el historiador Howard Zinn en su autobiografía, y menos en un tren desbocado hacia el precipicio como lo es la humanidad, retomando la lúcida metáfora de Walter Benjamin. Hay que escoger entre dos lógicas antagónicas, la de la competencia y del todos contra todos o la de los bienes comunes y la solidaridad. Este es el dilema planteado por los movimientos anticapitalistas y antisistémicos de hoy en día.