El engaño de la biofortificación para resolver la malnutrición
La biofortificación busca aumentar el contenido de unos cuantos nutrientes en los cultivos mediante el fitomejoramiento, ya sea usando técnicas convencionales o de … Leer Más
La biofortificación busca aumentar el contenido de unos cuantos nutrientes en los cultivos mediante el fitomejoramiento, ya sea usando técnicas convencionales o de … Leer Más
El tiempo en el que las consecuencias alimentarias de la pobreza se limitaban al hambre parece haber quedado atrás. De acuerdo con un ambicioso informe publicado hace algunas semanas por el think-tank británico Overseas Development Institute, seis de cada diez personas obesas o con sobrepeso del planeta viven en países en desarrollo. En algunos casos, como el de India, el incremento acelerado de la obesidad en las rentas medias y bajas se ha producido en paralelo con un estancamiento de las cifras de malnutrición infantil. Dos maneras contrapuestas pero igualmente eficaces de minar la salud de los pobres.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), uno de cada cuatro niños menores de cinco años en el mundo padece retraso del crecimiento. El hambre y la malnutrición, pues, matan progresivamente a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas; generan más muertes que cualquiera de las guerras actuales. O quizás estamos ante otro tipo de guerra, esta vez silenciosa. Los datos mundiales siguen siendo dramáticos: 870 millones de personas pasan hambre.
Este trabajo intenta efectuar una contribución a la sustentabilidad ambiental y a la salud humana, desde el punto de vista de la educación ambiental. En el mismo, se examinan ciertos hechos destacables relacionados con un gravísimo problema ambiental: el del hambre crónica y la malnutrición