Fukushima o el descubrimiento del cisne negro

Montar la materia en un crisol inhabitable por un objetivo tan trivial como hacer calentar el agua o el vapor para mover turbinas y generar electricidad, tiene un extraño parecido a los gestos del aprendiz de brujo de Paul Dukas. Acumular series independientes de riesgos extravagantes, es exponerse a la aparición de lo impensable para los ingenieros, quienes, como las aseguradoras y entidades financieras, siempre tenderán a querer salvar su juguete terriblemente caro, aunque provoque la avalancha nuclear, es decir una contaminación pluricentenaria del entorno viviente (humano, animal, vegetal). Ya es hora de pasar a otras aventuras del espíritu, de la ciencia y de la tecnología en nombre de la vida presente y por venir.