Siempre creímos que la industria automotriz era el motor de la economía de México y que el futuro del país estaba en sus grandes fábricas. Con plantas enormes que exportan coches a todo el mundo, México era considerado el gran ganador de esta industria, con una capacidad sin límite para atraer dinero de otros países, gracias a su buena ubicación y grandes talentos, pero ahora, los nuevos estudios y las decisiones de las marcas de autos están encendiendo una alarma enorme. Pero ¿Qué es lo que está pasando?
Se esfuman las esperanzas
Los reportes recientes confirman que no solo dejaron de llegar grandes inversiones al país, sino que los proyectos que ya existían se están frenando o moviendo a otros lugares. El problema es grave porque no se trata solo de la pérdida de un par de empleos, sino de una crisis que afecta la estabilidad de miles de familias y el futuro de la economía.
El dilema es claro: un sector que antes era la referencia ahora se está viendo superado por la política internacional, lo que se traduce en menos crecimiento y carros más caros para el consumidor. La industria automotriz está dejando de recibir nuevas inversiones y eso es un gran problema, pero curiosamente la causa principal es la política de Estados Unidos.
Estados Unidos está afectando a México
Sucede que Estados Unidos ha enviado miles de millones de dólares a sus propias fábricas, mientras que la guerra mundial por los chips ha obligado a marcas como Honda a parar de producir en México. El especialista Guido Vildozo, de Standard & Poors Global Mobility, explicó que el nuevo esquema de impuestos y aranceles aplicado por Estados Unidos ha cambiado por completo el tablero de juego.
La política estadounidense ahora protege a sus fábricas y, al mismo tiempo, castiga a los países exportadores, y México está en esa lista. Los números confirman la magnitud del problema, pues en solo once meses, Estados Unidos ha anunciado proyectos por 50 000 millones de dólares para nuevas plantas, mientras que la industria mexicana necesitó diez años para atraer una cifra de solo 40 000 millones de dólares.
Están huyendo de México
Mientras las ventas de coches eléctricos se disparan, la situación en México se complica. Las marcas grandes están cambiando cómo y dónde fabrican para ganar más dinero y evitar los impuestos que les pone Estados Unidos. Por ejemplo, General Motors ya está moviendo parte de su producción de Silao a Ramos Arizpe para ajustarse a estas nuevas reglas.
De la misma forma, el grupo Stellantis, que tenía planes de hacer más modelos en México, ahora está moviendo esa producción a Estados Unidos, sobre todo los modelos que dejan más ganancias, como el Jeep. El mensaje de las marcas es simple: prefieren los proyectos que les dan más ganancias y tienen menos riesgo de impuestos, dejando a México en una situación difícil por depender tanto de lo que vende a otros países.
Además de esto, está la guerra por los chips, que ya está obligando a cerrar líneas de producción temporalmente en México. El caso más fuerte fue el de la marca japonesa Honda, que tuvo que parar por completo su fábrica en Celaya, Guanajuato, porque se quedó sin estos pequeños componentes. Estos diminutos chips son vitales para los carros modernos.
Pero el problema no empezó en México, sino que es el resultado de una pelea política entre países. Cuando las reglas políticas internacionales se rompen, las fábricas en Latinoamérica son las primeras en sufrir el golpe. El silencio en la planta de Honda nos muestra una realidad muy dura: el empleo de miles de familias mexicanas depende de una pieza minúscula que está en el centro de una guerra de poder muy lejana.
El consumidor paga el costo
El resultado final de todo esto es que los consumidores terminan pagando más. El experto Vildozo predijo que los precios de los carros nuevos van a aumentar para todos los consumidores en México, pero ¿Por qué pasa esto? Porque para poder cubrir el costo de los altos impuestos que Estados Unidos les pone a sus exportaciones, las marcas van a buscar que mercados como el mexicano ayuden a compensar esa carga económica.
De esta forma, el comprador en México corre el riesgo de terminar pagando coches mucho más caros sin que el país reciba a cambio nuevas inversiones de plantas ni más fuentes de empleo. La idea de que México tenía un potencial sin límites se ha roto, y mientras todo el dinero de las inversiones se va hacia el norte, el país se queda con menos competencia verdadera y menos opciones para escoger un automóvil.
Sin duda, la industria automotriz en México se encuentra en un momento crítico. El país todavía tiene talento, infraestructura y una ubicación privilegiada, pero el tiempo corre a favor de las políticas proteccionistas de Estados Unidos. La decisión es clara: o México acepta quedarse con un papel menos importante, lo que significa menos inversión y coches más caros, o debe impulsar una política que obligue a las marcas a fabricar más para el mercado mexicano, asegurando así que las ganancias realmente beneficien al país, sobre todo ahora que están llegando autos con precios incomparables.