Por Leandro Vesco
La abeja se está muriendo por varias causas, por el avance de la frontera agrícola, por la disminución de campos naturales y fundamentalmente por el uso intensivo y abuso de los agrotóxicos. Daniel Romeo es un apicultor que produce miel orgánica, vive en Fultón (Tandil), un pueblo de 80 habitantes y reconoce que cada vez es más difícil hacer su trabajo, el modelo productivo está matando a la abeja: “Las aguas están contaminadas y hay problemas de nutrición y fertilidad”
Fultón es un hermoso pueblo enclavado en uno de los valles de la serranía de la Tandilia, a 38 kilómetros de Tandil. La pequeña localidad apuesta por el turismo rural, forma parte del Grupo Turismo Rural Tandil. La esposa y la hija de Daniel atienden el almacén “Adela” que le ha dado vida al pueblo junto a la fábrica de alfajores artesanales “Estaful” Sin embargo Daniel Romeo está alerta a las señales que le está dando el campo, ese entorno natural que respetan y tanto cuidan los que viven de él, no así los grandes productores que trabajan sus cultivos desde Internet.
Daniel es apicultor desde toda la vida y conoce a las abejas mejor que nadie. Su miel orgánica es proteica y constituye un alimento, sin embargo algo les pasa a las abejas. “Son el indicador temprano de la contaminación, cuando la abeja comienza a tener problemas, significa que nosotros también estaremos en problemas” Sentado en el almacén Adela, nos traza un completo panorama de la realidad apícola mundial, que es también la historia de cómo los agrotóxicos han modificado la vida del hombre de campo.
“El problema de la abeja es que los campos están contaminados, nosotros que estamos en apicultura desde siempre nos damos cuenta. Actualmente estamos poniéndoles tortas proteicas porque al no haber muchas flores las abejas no pueden tomar el polén, que es de donde sacan las proteínas. Sin el polen no hay reproducción. Nosotros en Fulton no trabajamos con químicos y la diferencia con la miel industrial es impresionante. Nuestro mayor pedido es que no fumiguen más, porque estamos viendo que cada vez hay menos flores en el campo, pero no queremos sólo flores para las abejas, sino para nuestra biodiversidad”
Hace unos años atrás Daniel asistió a Apimundo, una feria mundial sobre apicultura que se realizó en Buenos Aires y allí un productor vitivinícola francés en pocas palabras resumió el principio del ocaso del campo: “Nosotros en Francia jamás usamos ningún químico para proteger la uva, pero esto fue hasta después de la segunda guerra, cuando las compañías químicas se quedaron sin mercado por el fin de la guerra, entonces en aquel momento teníamos un pequeño bichito que nos marcaba un poco la uva, y fue así que estas empresas comenzaron a vender productos químicos a los productores. Al principio daban los venenos gratis, para que los probáramos, y fue así que nacieron todas las grandes empresas como Monsanto. Hoy estamos agregándole más de 20 agroquímicos a la uva, cuando hace más de sesenta años no le poníamos ni uno. El problema fue que aquel veneno mataba al bichito que marcaba la uva, pero también mataba al bicho que se alimentaba de él”
Con muestras gratis el campo comenzó a envenenarse. “Estamos cada vez peor. En la provincia de Buenos Aires ya hay registros de lluvia ácida, en Mar del Plata se han hecho estudios y en la lluvia hay residuos de glifosato. Cada vez hay más casos de cáncer en los pueblos. Tenemos una Ley que dice que no nos pueden fumigar a cierta distancia, pero no se cumple. Cuando para acá cerca un mosquito fumigador, el olor que despide es tremendo, y todo lo que lo rodea, muere. Yo tenía una huerta y me comenzó a matar las plantas, si hacen eso con la verdura, imagínate lo que harán con nuestros pulmones”
A pesar de este panorama, la gente de Fulton sabe cómo reaccionar y lo están haciendo: emprendimientos sustentables que respetan y cuidan el medio ambiente. Daniel tiene la receta de cómo hacer para que el campo pueda ser dador de posibilidades laborales y de alimentos sanos. “Hay que volver a lo de antes, hay que darle mano de obra a la gente, a las familias para que produzcan más sano, sin agrotóxicos. Con gente trabajando la tierra el campo reviviría. El camino es producir orgánico. Sentir la satisfacción de que vos podés hacer tu propio alimento, y que es mejor que todo lo que se vende, eso es la soberanía alimentaria. No tiene precio despertarse a la mañana, y aún con el rocío, ir a la huerta y buscar un tomate fresco, y comerlo ahí y sentir el sabor al tomate y a la tierra”
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