Fue registrado en los EEUU en el año 1967, como parte de las aplicaciones para la agricultura derivadas de los desfoliantes de guerra usados en Vietnam y provistos bajo un generoso contrato por la Monsanto Corporation y la Dow Chemical Corporation.
Quizás usted recuerde el escándalo que rodeó el uso del famoso Agente Naranja, el desfoliante que incluía la dioxina inadecuada del mortal 2,4,5-T, dentro de lo que se llamó Herbicidas Arco Iris, que incluían sustancias de elevada toxicidad como el Hexaclorobenceno, como parte de la operación “Ranch Hand”.
El objetivo de esa operación era matar la selva vietnamita para exponer a los combatientes enemigos que allí se ocultaban. Si no lo recuerda, pues ese producto de estas empresas causó la muerte de no menos de 400.000 personas y el nacimiento de 500.000 niños con gravísimas malformaciones.
Si no lo recuerda, pues ese producto de estas empresas causó la muerte de no menos de 400.000 personas y el nacimiento de 500.000 niños con gravísimas malformaciones
Una cantidad importante de soldados estadounidenses murieron y padecieron horribles cánceres a causa de esa misma exposición, en menor grado claro está, que aquellos que fueron practicamente rociados con esos venenos.
Esos herbicidas no eran nada distinto de lo que esas mismas corporaciones le vendían a los agricultores de su propio país desde hacía años. Sólo que en ese caso tuvieron un enorme laboratorio de pruebas y experimentación no sujeta a protocolo de seguridad alguno. El permiso y sitio ideal para desarrollar las sustancias más fitotóxicas conocidas.
El problema del 2,4,5-T y su componente no deseado TCDD que causó el daño humano habría sido aparentemente un error. Y su resultado mortal, un efecto colateral.
Sin embargo, de esa experimentación libre surgieron los actuales monstruos de aniquilación de malezas de uso cotidiano. Todo ello, además financiado por millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses.
Esas consecuencias originaron demandas contra las empresas y el Estado por parte de los afectados y sus familias, alrededor de 250.000 veteranos, y el pago de indemnizaciones millonarias.
Notablemente el Juez que falló a favor de los soldados considerando el envenenamiento luego decidió que dicho proceso tóxico no estaba debidamente probado para las víctimas vietnamitas, por lo cual las corporaciones y el Estado no debieron pagar nada. Al parecer la ciencia está sólo en una parte del mundo. Y quizás la justicia también.
En estos días el archiconocido Glifosato, viejo campeón mundial de todos los pesos en el universo de la toxicidad vegetal, ha perdido su corona
En estos días el archiconocido Glifosato, viejo campeón mundial de todos los pesos en el universo de la toxicidad vegetal, ha perdido su corona. Y la ha perdido con rivales poco prestigiosos como el ancestral y americano amaranto palmeri, comida de indígenas brutos que ha permanecido de pie y triunfante ante el otrora demoledor golpe del combo de las semillas RR y el mejor veneno vegetal conocido. Simplemente no se muere.
Entonces, de las mismas mazmorras del terror surge un nuevo monstruo. Renace el dicamba, un asesino tan letal como su predecesor, quien había sido desplazado a un plano muy secundario debido a aquel providencial descubrimiento de la agrobacterium resistente al glifosato y la translocación de su fracción genética específica a la soja, el maíz y otras especies comerciales.
De las mismas mazmorras del terror surge un nuevo monstruo. Renace el dicamba, un asesino tan letal como su predecesor…
Obtenida aquella combinación del veneno mortífero con la planta resistente, ya no era necesaria ninguna otra herramienta de destrucción y todas ellas quedaron archivadas o usadas marginalmente.
Fracasada hoy esa maquinaria frente a la adaptación de la biología para la supervivencia, la gran corporación de la muerte revive otro terminator letal consiguiendo nuevas semillas ahora resistentes a la dicamba.
“Toxicidad leve”, “ligeramente tóxico para las abejas”, son algunos de los subterfugios que los fabricantes, Syngenta, Basf o Monsanto, utilizan para tranquilizar a productores más interesados en su rendimiento inmediato que en el colapso biológico.
Sin embargo las abejas continúan desapareciendo y el prospecto comercial del dicamba recomienda entre otras cosas lo siguiente:
“Contacto con la piel: Quite rápidamente la ropa contaminada. Lave inmediatamente la piel contaminada con abundante agua y jabón.
Inhalación: Retire a la víctima del lugar de exposición. Si se ha detenido la respiración, inicie la respiración de rescate (utilizando precauciones universales) y si se ha detenido la acción cardiaca, inicie la reanimación cardiopulmonar. Traslade inmediatamente a la víctima a un centro de atención médica. “
¿Inocuo? ¿”Levemente tóxico”? ¿Necesario?
Bueno, no lo parece.
Hay abundantes antecedentes acerca de la toxicidad grave del dicamba en humanos en muchos países como Canadá o México, estando su uso prohibido por completo en la ciudad de Toronto.
En nuestro país, por caso, existe el antecedente de tres afectados por exposición cutánea al producto, con grave intoxicación y la muerte de uno de ellos con un cuadro de rabdomiólisis aguda, en las cercanías de Rosario en el año 1993.
En definitiva, el ingenio humano dedicado a luchar por destruir todo equilibrio biológico, persistiendo, perseverando, quizás hasta que la naturaleza responda con alguna catástrofe planetaria.
¿Cuáles son los resultados? Pues, algo así:
- Se produce mucho más de lo necesario para que cada hombre sobre la tierra coma adecuadamente y se derrocha.
- Más de la mitad de la población mundial está en hambre o subnutrida y el resto padeciendo algún grado de obesidad.
- El uno por ciento de la población concentra casi la mitad de las riquezas acumuladas de toda la producción.
- Los recursos se agotan, los campos se empobrecen, la biodiversidad se reduce.
Aquella vieja promesa de “lo hacemos para que todos coman” no sólo no se ha cumplido sino que aparece cada día más lejana, y todo hace pensar que lo hacían por otros motivos.
¿Detendrán las grandes corporaciones su negocio megamillonario a costa de la intoxicación y la destrucción? Bueno, no hay la menor señal de algo así y sí de su deseo por continuar.
¿Actuarán los Estados nacionales y las organizaciones internacionales para detener este negocio opulento de cortísimo plazo? Bueno, algunos sí, aunque con resultados al día intrascendentes.
¿Quién entonces podrá salvarnos? Usted, yo, el vecino y aquel de más allá, si logramos juntar muchos. No será sencillo, sin duda. Mas el primer paso es interesarse y pensar en ello.
¿Quiere comenzar hoy?
Ecoportal.net
Worms Argentina