“El deterioro de la integridad del genoma humano es uno de los muchos retos del actual modelo de desarrollo económico”, advirtió la doctora y genetista Delia Aiassa, en el marco de la conferencia Riesgo genético en niños por exposición ambiental, organizada y dictada en el Hospital Garraham de la Ciudad de Buenos Aires. Aiassa es docente e investigadora del Departamento de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Exactas en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), y junto al investigador Fernando Mañas estudia hace años los efectos de los agroquímicos en las personas. Sus publicaciones concluyen una tesis alarmante, divulgada en esta clase: las personas expuestas padecen daño genético.
La jornada estuvo convocada por la Junta Interna de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) del Hospital y motorizada por, entre otras personas, la enfermera especialista en cuidados paliativos Mercedes “Mechi” Méndez, quien desde hace años observa el ingreso de niños y niñas con malformaciones y enfermedades por cáncer llegados desde zonas fumigadas. “Los chicos siguen viniendo al Garrahan desde zonas fumigadas y con patologías”, dice a lavaca Méndez. “Por eso insistimos en que se tenga en cuenta el modelo productivo de saqueo y contaminación como causa de esas enfermedades, que se tengan en cuenta el lugar de donde vienen, los tóxicos que tienen en la sangre, los que inhalan, los que comen. Eso está invisibilizado y no se lo ve a la hora de los diagnósticos. Sí se ve en las intoxicaciones agudas, como los chicos de las tomateras, pero las intoxicaciones crónicas de manera periódica con dosis mínimas que este modelo recibe a través de las fumigaciones y de los alimentos es lo que no se está teniendo en cuenta. Es hora que eso suceda desde un lugar tan emblemático como es el Garraham”.
Cuando la especialista Méndez habla de “los chicos de las tomateras”, se refiere Nicolas Arévalo (4 años), Celeste Estevez (5) y José Rivero (4). Son niños de la ciudad de Lavalle (Corrientes), dedicada prácticamente a la producción de tomates. Nicolás falleció en el Hospital de Corrientes luego de intoxicarse con endosulfán cuando estaba jugando cerca de su casa: pisó un charco con agua contaminada. Su prima, Celeste, también se intoxicó pero fue derivada al Garraham y sigue en tratamiento. “Sigue viviendo en las mismas condiciones, frente a las tomateras”, dice Méndez. Rivero murió en 2012: en el hospital le hicieron un análisis de orina y determinaron la presencia de agoquímicos en su cuerpo. Méndez: “Como dijo el doctor Andrés Carrasco, se trata de un experimento a cielo abierto”.
La causa por la muerte de Nicolás fue elevada a juicio, pero el Tribunal Oral Penal de Goya sobreseyó en diciembre al productor agropecuario Ricardo Nicolás Prieto, quien era el único imputado por “homicidio culposo y lesiones culposas en concurso ideal”. La investigación de MU puede leerse acá:
Fuentes contaminantes
El primer orador de la conferencia fue el abogado Darío Ávila, que compartió su experiencia en Córdoba con las Madres de Ituzaingó-Anexo y en el proceso judicial que por primera vez en Argentina “pudo llevar a juicio oral y público este modelo que estamos denunciado”. Ese juicio concluyó con las condenas al productor Francisco Parra y al piloto aeroaplicador Edgardo Pancello a tres años de prisión condicional. Dice Ávila: “En ese juicio, el dato relevador fue que el 33 por ciento del barrio murió por cáncer”. El especialista remarcó que esos datos habían sido producidos y relevados por las propias Madres del barrio, que elevaron censos caseros para dejar un testimonio de algo aterrador: sus niños, hijos y vecinos estaban muriendo por cáncer.
Luego, la doctora Aiassa subrayó que las investigaciones sobre las consecuencias del modelo extractivo en Córdoba “no es un tema fácil de abordar”, y se preguntó cuál es el efecto que causan los contaminantes en general y los plaguicidas en particular. “Ese uso es el principal problema de todos los problemas socioambientales: minería, deforestación, extracción de combustibles fósiles, contaminación de metales pesados. Ese daño puede ser causado por varios agentes ambientales genotóxicos que tienen la capacidad de alterar material genético, sumado a procedimientos médicos y estilos de vida”. Aiassa describió como “agentes genotóxicos” a los químicos que son arrojados al campo y, según su modo de acción, pueden ser de tres clases: mutagénicos, teratogénicos (alteraciones en el período embrionario o fetal) o carcinogénicos. Aiassa: “Estamos estudiando si estas sustancias están causando daños, en qué sectores específicos y si corresponden a algún tipo de gen que puede llevar a algún tipo de cáncer”.
La investigadora apuntó que cada vez más deben abrir el abanico de posibles fuentes contaminantes. “Es algo que cada vez nos está preocupando más”, dijo. Y enumeró:
- Aguas residuales de tipo doméstico e industrial.
- Residuos de plantas de tratamiento.
- Efluentes hospitalarios.
- Actividades agrícolas y ganaderas.
- Tanques o fosas sépticas.
Aiassa explicó que esas sustancias surgieron entre la década del ´30 y del ´40, y que hoy, pleno siglo XXI, existen más de 1500 principios activos y más de 50 mil plaguicidas registrados en el mundo. “Entre el ´40 y los ´70 el boom fueron los organoclorados (DDT), los plaguicidas (clorpirifos) y plaguicidas carbánicos (Fudradam). En los ´90 ya son los transgénicos. Necesitamos urgente que se revise la clasificación de estas sustancias químicas y qué resultado tiene sobre el ambiente”. La científica explicó que los resultados actuales hablan sobre “posible riesgo de contaminación” a la biota acuática y a los seres humanos, especialmente por cipermetrina, clorpirifos, endosulfán (como los niños de las tomateras) y glifosato.
“¿Toda la población está expuesta?”, preguntó Aiassa. “Hay algunas más vulnerables: en las rurales, tanto adultos como en niños, nos interesaba ver cuánto de esa cercanía a los campos afectaba o no el material genético”. Sin embargo, recordó el trabajo del Equipo Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental (EMISA), a cargo del doctor Damián Marino, quien encontró glifosato en algodón, gasas, hisopos y otros instrumentos en La Plata. En ese sentido, Aiassa apuntó que, a partir de sus investigaciones, pudieron determinar “un aumento de daño genético en células humanas expuestas a glifosato, cipermetrina y clorpirifos”.
La alarma
La investigadora de la UNRQ recordó al científico Andrés Carrasco, ex presidente del Conicet y director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, que denunció en 2009 el impacto de los agrotóxicos en la salud de las personas. Aiassa: “Cuando le decía que no teníamos suficientes datos, él respondía: ´¿Qué más vamos a tener que demostrar?”.
Aiassa dice a lavaca: “Estamos frente a una situación de mucha alarma, de gravedad. No quiero ser extremista, pero sí remarcar que hay que tomar medidas urgentes. Creo que no estamos tomando conciencia de todas las sustancias tóxicas y de plaguicidas, aunque tampoco tenemos que olvidarnos de las mineras y de otras actividades que van hacia lo mismo. Los efectos de estos últimos años los estamos viendo ahora: es una alarma encontrar un daño al material genético aumentado en niños porque estamos hablando de una población muy vulnerable, y creo que nuestro deber es protegerlo. La salud de un pueblo se mide por la salud de sus niños”.
Por esa razón, esta jornada estuvo dedicada a los “niños de las tomateras”.
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La Vaca