¿Cómo evitar las crisis?

Por Por Raúl A. Montenegro.

En primer lugar, manteniendo la mayor superficie posible de cada tipo de ecosistema. En segundo lugar, creando áreas naturales protegidas que representen adecuadamente a esos ecosistemas y sus variaciones. Existe sin embargo un problema: Argentina está dividida en “provincias” político-administrativas que no coinciden con los grandes ecosistemas nacionales. Cada provincia tiene por lo tanto uno o más ecosistemas terrestres dentro de su territorio. Conservar esa diversidad es un objetivo prioritario para las provincias, pueblos y gobiernos. Algunas, como Santiago del Estero, sólo tienen ecosistema chaqueño: otras, como Córdoba, poseen Chaco, Espinal y Pampeano. Al esfuerzo nacional de incrementar las reservas y parques es necesario agregarle el esfuerzo de cada provincia, pero por sobre todo, el de cada ciudadano. Es necesario que el desarrollo cotidiano proteja los ambientes nativos. De lo contrario sólo podremos mostrar a los niños urbanos del futuro fotografías de “cómo eran el Chaco o la selva misionera”. Así como existen libros rojos que listan las especies animales o de plantas en extinción, Argentina también tiene su libro rojo de los ecosistemas amenazados. Ellos son, por ejemplo, la Selva Paranaense en Misiones, la Selva de las Yungas, el Espinal, y dentro del Chaco serrano, sus bosquecillos de altura. También el ecosistema Pampeano. Los pastizales naturales de la provincia de Buenos Aires son casi tan raros como los algarrobales del Espinal de la provincia de Córdoba. Muchos olvidan que la agricultura del centro del país prospera gracias a suelos construídos durante milenios por bosques y pastizales nativos. La expansión de las fronteras agropecuarias y urbanas, y la pérdida de suelos cultivados por erosión y salinización continúan a un ritmo exponencial. Entre 1940 y 1986 las variadas estadísticas públicas y privadas muestran que la superficie boscosa disminuyó en Argentina a un promedio de 1 millón de hectáreas por año. Si esta tasa de destrucción se mantuviese, Argentina perdería su patrimonio forestal sin protección hacia el año 2024. Pero no sólo desaparecen ecosistemas naturales que funcionaban bien. Ya en 1967 se estimaba que de un total de 41 millones de hectáreas de tierras áridas y semiáridas en Argentina, cerca del 40 % estaba afectado por erosión eólica. Si a ello le agregamos la creciente erosión hídrica, que solamente al norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe afecta más del 36 % de su superficie agrícolo ganadera, y la salinización de tierras bajo regadío, el cuadro se complica. No queda por lo tanto mucho tiempo para lamentos y estudios detallados. Necesitamos decisiones urgentes. La respuesta inmediata en cada provincia es priorizar no solamente la conservación de ecosistemas naturales, sino también el uso sustentable de los ambientes bajo explotación.En esta estrategia, los parques y reservas son fundamentales. Con ellos conservamos trozos de naturaleza en evolución. Cuanto mayor sea su superficie, menor será su pérdida de especies y de capacidad para automantenerse.
Fuente: FUNAM. Fundación para la defensa del ambiente