Soja - La conquista silenciosa

Por Ilse Oeschlager - Demarest

Hoy, querámoslo o no, todos tenemos una relación con la soja. Salvo por el consumo "fashion" de milanesas de soja, jugos de soja, tofu (queso de soja) y salsa, nuestra confrontación con este poroto transcurre de forma bastante invisible.

I. La soja y su familia

Hoy, querámoslo o no, todos tenemos una relación con la soja. Salvo por el consumo "fashion" de milanesas de soja, jugos de soja, tofu (queso de soja) y salsa, nuestra confrontación con este poroto transcurre de forma bastante invisible. Algunos podemos saber que la "harina de soja" (así se denomina al producto remanente del proceso de extracción del aceite) es necesaria para la crianza intensiva de animales, o que se encontró una amplia variedad de usos para la lecitina de soja. Pero para darnos cuenta hasta qué grado la economía mundial -el bienestar de las naciones industrializadas así como también la supervivencia de los países menos aptos- se ha vuelto dependiente de esta planta, debemos examinar el fenómeno más de cerca.

El poroto de soja pertenece a la familia de las legumbres, también integrada por otros porotos, habas, trébol blanco (y rojo) y maní. Esta familia posee una capacidad muy valorada por el agricultor: captar el nitrógeno de la atmósfera en los nódulos de sus raíces (con la ayuda de bacterias). En China, la soja fue plantada durante siglos en el año precedente al apropiado para la rotación del cultivo. Mientras que el nitrógeno constituye un respaldo para los siguientes cultivos, la planta misma sirve como forraje animal o abono verde y sus semillas como alimento para humanos. En Occidente, de la función de aporte de nitrógeno se hicieron cargo los tréboles. Estas plantas fomentan la producción láctea pero, ocasionalmente, pueden ocasionar la muerte de una vaca por timpanismo.

El hecho de que las legumbres pueden fijar nitrógeno en el suelo mientras que otras plantas dependen de éste, es lo que las sitúa por sí mismas en una categoría especial, opuestas al resto del mundo vegetal. Su modalidad de crecimiento difiere marcadamente a la de las demás plantas. Éstas levantan sus capullos y semillas hacia el sol y el cosmos de la mejor forma posible. Entonces se detiene su crecimiento y la planta muere luego de semillar. Las legumbres, sin embargo, al florecer y fructificar en la región foliar, continúan produciendo alternativamente hojas y capullos sin una pausa. Sus capullos forman una especie de yelmo (casco) conteniendo espacios huecos -un gesto de retención, reminiscente de la manera en que se forman los órganos animales durante el desarrollo embrionario. Su germinación también es característica. En vez de enviar la soja un brote vertical en busca de aire libre, emerge un cuello del poroto cuyos dos extremos, raíz y polos cotiledónicos, permanecen enterrados en el suelo. La planta parece renuente a abandonar la tierra. 

La planta de soja no puede tolerar las malezas como vecinas. Estas deben ser extraídas al menos tres veces por año con herbicidas apropiados (al arar, al comenzar la primavera e inmediatamente luego de plantar los porotos). Bajo condiciones de "competencia", la soja enferma. Esta tendencia antisocial es reflejada sobre los aspectos económicos, como luego veremos. Para evitar el peligro de enmohecimiento en clima húmedo, la cosecha debe ir directamente a la planta de procesamiento. Allí puede ser secada y almacenada bajo condiciones óptimas.

El alto contenido protéico de esta planta es su principal atractivo como un alimento. La proteína es la sustancia "animal" producida alrededor de la semilla, donde las fuerzas astrales fueron más activas. Se requirió mucha inteligencia para tornar comestible a esta planta. Primero, el poroto es prensado para obtener un aceite industrial con el que se elabora la margarina. No fue fácil encontrar un uso para la "pasta" residual, porque a pesar de que los animales la comen con apetencia, ésta ejerce un efecto inhibidor del crecimiento. Sólo cuando se identificaron y extrajeron las sustancias responsables del obstáculo la "harina de soja" pudo convertirse en el motor de la crianza intensiva de animales. Así se pudo "producir" cerdos, aves y vacunos más rápidamente que con las fórmulas tradicionales de pienso.

Por otro lado, la prosperidad del mundo industrializado -que gasta sólo una fracción de sus ingresos en alimentos- es dependiente de semejantes procesos. La producción masiva de animales alimentados con "harina de soja" en combinación con otros granos producidos intensivamente mediante la utilización de fertilizantes artificiales, mantuvo artificialmente bajos los precios de los alimentos y, simultáneamente, propició el desarrollo de industrias alimenticias gigantescas. Por ende, nuestra sociedad consumidora, con su despilfarro de recursos y su creciente sentido de insatisfacción, debe su existencia en gran medida a las propiedades previamente insospechadas de la soja.

La soja puede satisfacer nuestra sentido de bienestar de muchas otras formas. Es la fuente principal y más barata de lecitina, aditivo alimentario que asegura la suavidad del chocolate e impide la cristalización del azúcar. Las sustancias grasas se tornan "livianas". Por ejemplo, con la lecitina puede lograrse que la margarina llegue a contener un 20% de agua. La harina de soja mezclada con harina de trigo evita el encogimiento en el horneado. El contenido de agua incrementado en los productos horneados los abarata y los mantiene crocantes al ser almacenados. El aislado protéico de soja presente en productos procesados en base a carne y pollo impide que se "achiquen" al cocerlos. La soja llegó a usarse en medicina, cosmética, fabricación de pinturas y productos lácteos gracias a su capacidad de absorber sustancias y retenerlas bien "agarradas", de "subordinarse" en vez de hacer valer su propia personalidad. Su talento consiste en crear ilusiones, útiles para producir helados, salsa, comidas rápidas y alimentos para mascotas. Puede imitar el sabor, la apariencia y la textura de casi cualquier comida que podríamos encontrar en nuestra mesa.

El talento que, con la ayuda de la industria moderna, posee esta planta para suplantar a todo otro producto alimenticio no debe ser ignorado. La única cuestión es hasta qué punto se ha vuelto un impedimento para el surgimiento y desarrollo de las fuerzas anímicas humanas. ¿Cuáles serán sus influencias futuras sobre la evolución del planeta?

II: La historia de la soja en el siglo XX

Aquí nos toparemos con la misma dinámica por doquier, como si esta planta tuviese un genio oportunista al extenderse -al punto de tornarse un factor en las guerras. Ha sido capaz de alistar una gran porción de la inteligencia y la capacidad del mundo en el descubrimiento y el aprovechamiento del total de sus posibilidades. Encubierta tras su modesta tarea de proveer alimento barato pero nutritivo para animales y en ciertas regiones para poblaciones humanas enteras, se las arregló para "colarse por la puerta trasera". Pero luego de emerger desde las sombras, su comportamiento se torna belicoso. Podemos notarlo en estas típicas frases: "capturando el mercado", "ofensivas", "alianzas estratégicas", "presiones políticas", "batallas ganadas", etc.
El liderazgo económico de EE.UU., establecido máximamente en el curso del siglo XX, se basa no sólo en un poder externo, sino también en el hecho de que todas las naciones del mundo terminaron dependiendo de este país de maneras muy diversas. Donde esto se convierte en una dependencia de alimentos -y al respecto EE.UU. busca a través de todos los medios posibles que tal dependencia se convierta en absoluta- la soja se posiciona estratégicamente como un agente capaz de influenciar la constitución física de la gente, que es el basamento de la existencia individual. ¿Qué otra planta sino la soja podría haber permitido que surgiera un dominio mundial que extrae su poder a partir de la denegación a las poblaciones, a través de la dieta, de las bases físicas para el pensamiento claro y la acción independiente y consciente?

La presión que hoy EE.UU. ejerce sobre la política mundial fue precedida durante décadas por una paciente e industriosa sociedad de intereses. Cuando se hicieron evidentes las posibilidades insospechadas provistas por la soja utilizada como pienso verde y como aporte nitrogenado para el suelo, fue fundada la Amercian Soybean Association (ASA), uniendo a industriales, productores de soja y científicos. Cada año, la extensión de cultivo es determinada de común acuerdo según la demanda y el límite de subsidios gubernamentales. De este modo se pudo mantener los precios a un nivel bajo constante, permitiendo que la industria aceitera emprendiese una guerra de precios que gradualmente acabó por desplazar a todos los productos competidores del rubro. La tarea de los científicos fue convertir la pasta de soja remanente en un producto que satisfaciera las exigencias de los criadores de animales, y explorar todos los posibles usos ulteriores de esta planta. De este modo se pudo llevar a cabo y perfeccionar en EE.UU. un método de cultivo intensivo altamente mecanizado y la crianza masiva de animales.

Son muchos los factores que jugaron a favor de la soja. Al principio (la década de 1920), cuando hubo una superproducción de trigo, maíz y algodón en EE.UU., el gobierno subsidió el cultivo de soja en campos que de otro modo permanecerían improductivos. El lento ascenso del estándar de vida norteamericano, con su preferencia por las carnes blancas y las grasas vegetales, aumentó la demanda de margarina y de "harina de soja" para la crianza de animales a gran escala. La margarina, por su bajo precio, llegó a ocupar su lugar junto a la manteca en la dieta norteamericana típica. La fuerte competición del "balanceado" en base a semilla de algodón desapareció mágicamente cuando el gobierno redujo el cultivo de algodón y continuó subsidiando el de soja. Durante la Segunda Guerra Mundial, el aceite de soja pudo sustituir a los que fue imposible seguir importando. Inclusive la revolución socialista china le dio impulso a la soja norteamericana. La confiscación y reasignación de tierras eliminó toda posibilidad de producción planificada, y muy pronto China estaba importando soja desde EE.UU.

Así, EE.UU. se convirtió en el único país exportador de soja. Es verdad que a partir de 1970 Brasil y Argentina se tornaron en competidores reales pero, económicamente, esto funcionó de manera positiva. Mientras tanto, todos los países del mundo fueron iniciados al consumo de soja. El apoyo brindado a países angustiados por emergencias se convirtió en un medio para desprenderse de la excesiva producción. Los lazos políticos con estos países se fortificaron mientras que el flujo de mercaderías -especialmente el de aceite de soja- transformó los hábitos dietarios de las poblaciones. Esto aseguro un mercado estable y la dependencia económica.

Con respecto a la soja, el mundo se divide en dos partes: un continente produciendo la planta y ofreciéndola por doquier de formas adaptadas a las circunstancias económicas, y todos los otros continentes, que se tornaron totalmente dependientes del primero en cuanto a este apoyo básico para sus estándares de vida. En 1973 el mundo sintió repentinamente la amargura de semejante trago. Un año de inundaciones en África destruyó la cosecha de maní; simultáneamente, sobrevino una imprevista demanda de soja desde Rusia. Debido a que el área destinada a la producción de soja resultó ser demasiado pequeña, EE.UU. tuvo que enfrentar la disyuntiva de prohibir las exportaciones o bien enfrentar una escasez local. El consiguiente embargo de las exportaciones de soja generó pánico en los países importadores. La provisión de insumos para la producción masiva de animales fue puesta en jaque, con todas las obvias consecuencias económicas. Afortunadamente, la crisis no fue tan grave como se previó. La veda de exportación fue flexibilizada, mientras que Brasil surgió como un nuevo proveedor. No obstante, aunque el enorme incremento del precio resultante se redujo después de la crisis, la cotización ulterior terminó siendo 1,5 a 2 veces más alta que al comienzo.

Durante los últimos 20 años, los países europeos han intentado librarse de esta dependencia. Ellos mismos plantan soja donde el clima lo permite (Italia provee un 90% de la producción europea), o crean nuevas variedades que prosperan en condiciones climáticas menos favorables. Se estimula en la producción del balanceado la utilización de plantas nativas o de las que se importan desde las antiguas colonias, pero el resultado dista de ser conclusivo. Pese al uso de "harinas" de colza, girasol y maní, la demanda de harina de soja en la Unión Europea no ha declinado, representando actualmente alrededor de un 70% del total necesario. Los esfuerzos en pos de la autonomía resultan fútiles a medida que aumenta la demanda.

Y EE.UU. esta convencido de que debe consolidar esta situación de manera tal que, cualesquiera sean las circunstancias, ésta nunca pueda modificarse. Examinando los aprietos de varios países debido a la soja, podríamos tentarnos a coincidir con EE.UU. respecto de que todo debería permanecer tal como está. Realmente parece no existir ninguna vía racional que conduzca a que la situación cambie. Podemos visualizar con suma facilidad cuán inmenso sería el sufrimiento consecutivo a cualquier colapso repentino del sistema actual.

Japón constituye un típico caso del modo en que la prosperidad de los países industrializados puede depender totalmente de la soja. Japón aceptó los argumentos norteamericanos respecto de orientar todos sus esfuerzos en materia industrial hacia la construcción de plantas aceiteras. En virtud del escaso cultivo local, ellos importan el poroto desde América. Así, gracias a las técnicas de producción animal masiva, pueden asegurarle a su población la provisión de carnes. Países como Túnez, gran productor de aceite de oliva que constituía hasta hace muy poco una fuente barata de aceite para el consumo interno, ahora están importando aceite de soja norteamericano para mezclarlo con el de oliva y satisfacer las necesidades locales, y así disponer de mayores volúmenes de aceite de oliva puro para exportar a los países más ricos. Podemos constatar por doquier la misma tentación de ganar en prosperidad por medio de la soja mientras se va desmantelando la posibilidad de lograr la auto-suficiencia.

Brasil es un perfecto ejemplo de esto. Su política de expansión económica a través de la soja le robó al mercado interno todo acceso a la producción local. Los subsidios gubernamentales favorecen a los grandes terratenientes; la cara mecanización necesaria para el cultivo condujo a los pequeños agricultores, que antes proveían alimento a las ciudades, hacia el hacinamiento en villas-miseria peri urbanas. Como resultado, para poder alimentar a la población, el lucro generado por la exportación de soja se tiene que invertir en importaciones de trigo, habas, etc., en gran parte provenientes de EE.UU. En 1973, Brasil decidió instalar plantas aceiteras para exportar productos procesados. Estas instalaciones demostraron ser demasiado grandes para lo producido localmente, así que parte de la soja a procesar debió importarse. Pero Brasil no sólo es un exportador; la mitad de la producción de soja es consumida localmente. La harina de soja va a parar a los establecimientos avícolas de todo el país (pollo congelado para Asia Central). Así que las decisiones respecto del porcentaje retenido para consumo interno se están tomando a niveles gubernamentales. Un error de cálculo puede generar insurrecciones populares o bien pérdidas económicas enormes. En Brasil, la soja ha sido un gran factor interviniente en la extrema polarización de la diferencia de ingresos poblacionales, cosa que naturalmente incrementa la tensión social.

Por todas partes del mundo uno percibe la debilidad del sistema actual, el cual hoy debería estar proveyendo "el pan diario" para todos. No sólo son los océanos los que separan a productores de consumidores o a animales de la fuente de su forraje, sino también las fábricas con sus complejas manipulaciones que llevan el alimento y el pienso a un estado apto para su consumo. La diversidad de medidas políticas, armonizadas sólo marginalmente con consideraciones económicas, constituye una adicional perturbación. El más leve empujón puede poner en peligro la totalidad de un sistema nutricional, aunque todavía podremos mantener la esperanza de que los lazos económicos estrechos consigan calmar los conflictos internacionales. Respecto del camino que le fue impuesto, la Unión Europea manifestó sin ninguna reserva que es un camino sin retorno.

Qué nos queda por hacer? Los intereses que se oponen a un cambio político, sin mencionar siquiera todo el sistema gubernamental de nuestra civilización, son demasiados. Aún con la mejor voluntad es poco lo que podemos esperar en este aspecto. Sólo las iniciativas locales, individuales, pueden aportar un nuevo comienzo que no dependa del gobierno. Y sólo un fundamento científico-espiritual confiere a la agricultura el poder de resistencia a largo plazo necesario para contrarrestar la tendencia generalizada que está estandarizando toda esfera de la vida, subyugándola a puntos de vista puramente económicos. Pero también es seguro que todo consumidor que haya logrado comprender el valor de los alimentos provenientes de semejante agricultura deberá tomar una firme postura que garantice su supervivencia

* Por Ilse Oeschlager - Demarest .  Nacida en Stuttgart, es un líder del movimiento biodynamic en Chatou, París.

Articulo publicado en  "tradiciones sabias" de www.westonaprice.org