Soja en Folleto Anónimo

Por Luis E. Sabini Fernández

Con el mismo carácter irresponsable con que han colocado a la Argentina a la cabeza de la producción de soja transgénica en el mundo, ha aparecido un folleto titulado Todo sobre la soja, que en su tapa publicita "leche de soja", "queso de soja (tofu)", "brotes de soja".

Con el mismo carácter irresponsable con que han colocado a la Argentina a la cabeza de la producción de soja transgénica en el mundo (en proporción se produce aquí mucha más soja transgénica que en los mismos EE.UU. o que en su ladero, Canadá), ha aparecido un folleto "todo terreno" titulado Todo sobre la soja, que en su tapa publicita "leche de soja", "queso de soja (tofu)", "brotes de soja".


Habría que decir, ya sobre su tapa, sin abrirlo, que la propagandeada "leche de soja" no existe; el jugo que se extrae exprimiendo los porotos cocidos, blanquecino, no debe ser confundido, según dietistas y pediatras ("Plan nacional de alimentación y nutrición", convocado por Hilda de Duhalde, julio de 2002), con la leche puesto que no tiene ninguno de sus atributos. Y que por eso mismo, recomiendan restringir su ingestión en infantes y la desaconsejan terminantemente en bebitos. Y por otra parte, que el tofu es soja fermentada, la única admisible y que finalmente los brotes de soja, llamados así por causas seguramente publicitarias (como el jugo leche) es en realidad brote de mung, que es otro poroto, como decir alubia o frijol.

Pero más interesante que reparar en sus incorrecciones, imperfecciones o falsedades (que abundan, como calificar a la soja de cereal, afirmar que los humanos pueden obtener todas sus proteínas de la soja, o pretender que la campaña sojística no es para crear un apartheid alimentario sino sólo para "limitar el consumo excesivo" de carne, un alimento que los argentinos empobrecidos saborean cada vez menos) es reparar en la identidad del folleto. Mejor dicho, en su falta de identidad. El folleto en cuestión no tiene autor, no revela editorial, ni siquiera lugar de impresión. Nadie se hace cargo de nada.

Es un material de batalla. Puesto en el mercado como arma de lucha para persuadir al público. Como arma de lucha es técnicamente algo irregular, como esos comandos parapoliciales o paramilitares que esconden o procuran esconder su verdadero origen, aunque todos se den cuenta (salvo la prensa adicta y los políticos cómplices). El folleto esconde su procedencia. Conscientes de las barrabasadas nutricionales y alimentarias que publicitan, eligen el anonimato.


Como estamos en una sociedad sin estado (salvo el estado gendarme y el protocolario, que sí existen), no hay instancias de control que impidan la difusión de una publicación que tira la soja y esconde la mano. Y se difunde tranquilamente por quioscos, trenes y colectivos. Preguntado algún quiosquero, nos ha comentado que "se lo sacan de la mano". Lógico, puesto que la ofensiva sojera, a cargo de rotarios, boys scouts, Charitas, prensa menemista, o suplementos rurales del complejo sojero, ha sido fuerte y hecha de modo tal como para que la gente reaccione como el perro de Pavlov.
Al servicio de las transnacionales y el Ministerio de Agricultura de EE.UU. abren su discurso (p. 3) sosteniendo una barrabasada que en su puro presente tiene la apariencia de verdadera: "Son muchos los países que no producen suficientes alimentos, en cantidad y calidad, para satisfacer las necesidades básicas de su población". Esto es falso, aunque hoy se lo pueda verificar como cierto. Porque los países o pueblos que a lo largo de la historia de la humanidad, no han producido o no producen lo suficiente sencillamente dejan de ser pueblos, dejarían de existir.
Que la dependencia imperialista haya alterado esa clara ecuación entre capacidad alimentaria y sobrevivencia no le quita su importancia como basamento de una sociedad.

Los pueblos siempre han producido (o recogido o pescado) lo que comen.
En una palabra, la soberanía alimentaria, hoy en día tan cuestionada por los emporios supranacionales, es garantía de independencia y dignidad de los pueblos. Es la política imperial, que fomenta la dependencia bajo la bandera de la modernización, la que la combate.

Glosando el folleto, entiende uno perfectamente porque nadie se responsabiliza por él. De ese modo se han atrevido a estampar una serie de afirmaciones que no tienen más razón de ser que la de implantar la soja en el país, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.

En la p. 10 presentan un cuadro de ácidos grasos en la soja y en otros aceites, donde la presencia de numeritos le da una pátina de científico, de objetivo, de hablar "en serio". Validos de esa envoltura sostiene el anónimo folleto muy suelto de lengua (o de teclado): "Debido a su bajo costo de producción y a su rápida elaboración, se lo utiliza especialmente en cocción comercial (frituras comerciales como las papas fritas)." Observamos que no sostiene en ningún momento su bondad para hacer frituras.


Apenas corrobora un hecho (que ha sido promovido precisamente por el trust sojero y transgénico, amparado en la política de hechos consumados; el aceite de soja, el más barato, ahora se usa mucha para hacer papas fritas…)

El cuadro sin embargo, nos da algunas claves, que se omiten en el texto: de lejos, los dos aceites vegetales con mayor cantidad de grasas saturadas son el de coco y el de soja. Son esas grasas precisamente las "malas", las que producen toxinas durante su calentamiento (en las frituras, precisamente). Si seguimos leyendo el cuadro, advertimos que los dos aceites, en cambio, que son más aptos para las frituras (porque tienen la mayor proporción de grasas no saturadas del tipo mono-), son el de oliva y el de maní. El primero es el más caro, el segundo ha sido retirado del mercado local hace unos quince años porque había caído en descrédito (no se avenía con la tilinguería porteña, habría dicho Jauretche).

El folleto escamotea que la calidad del aceite de soja no pasa de regularcito nomás, porque a diferencia del de oliva, el de girasol o varios otros, tiene un ácido oleico (que también se presenta en el aceite de lino). En este último, en tan gran proporción que lo hace totalmente incomestible, en rigor, tóxico. En el de soja se presenta en proporción mucho menor y si bien no llega a hacerlo directamente tóxico, lo hace francamente menos digerible.

El folleto entonces no sólo nos impele a comer barato. Se nos escamotea que se trata de que comamos peor.

En la p. 11 con todo descaro se abre un subcapítulo con el texto"La leche de soja". Ya explicamos al comentar la tapa la falsedad manifiesta de tal denominación. Está concebida indudablemente para inducir a la gente. No a conocer la realidad sino a que consuma soja.

Lo mismo sobreviene en la p. 13, en el capítulo: "Los brotes de soja". Ya dijimos que mediante una cuidadosa operación de Relaciones Públicas se han apoderado de los brotes de otra leguminosa, el poroto mung.

Impresa su tapa a todo color, el folleto ilustrado nos cuenta "Todo sobre la soja" pero Nada sobre sí mismo.

* Por Luis E. Sabini Fernández
Periodista, editor de Futuros, coordinador del seminario de Ecología y DD.HH. de la cátedra de DD.HH. de la Fac. de Filosofía y Letras de la UBA.