Arpón – Ballenas

Por Dr. Marcos Sommer

Especies como la ballena franca del Atlántico Norte, el delfín baiji, la vaquita o la ballena gris del Pacífico noroccidental, podrían extinguirse este siglo si no se toman medidas inmediatas.

Las políticas en favor de la caza de países como Japón suponen un grave riesgo para los cetáceos.

La compra de votos es tan letal como el arpón de un ballenero.

Ø Pese al rotundo rechazo de Noruega y Japón, campeones de la caza comercial de cetáceos, la propuesta de crear un Comité Especial de Protección a las ballenas obtuvo 25 votos a favor y 20 en contra durante la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) celebrada entre el 16 y el 19 de junio de 2003 en Berlín, Alemania.


Ø De continuar la práctica de compra de votos, el Gobierno japonés podría acabar con el resultado de 31 años de trabajo para proteger a las ballenas.

Ø En mayo de 2003 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) público un informe advirtiendo de que algunas especies de cetáceos podrían extinguirse en una década y otras permanecerían críticamente amenazadas.

Ø La prohibición de la caza internacional no ha logrado impedir que anualmente perezcan 60.000 ballenas, según los cálculos más pesimistas el número asciende incluso a 300.000 entre delfines y ballenas, victimas de la pesca normal.

Ø Japón y sus aliados rechazaron la propuesta de Argentina y Brasil para convertir en un santuario el Atlántico sur, donde vive la ballena franca, y otras, de Australia y Nueva Zelanda, para hacer lo mismo en el Pacífico sur.

Ø Lo angustiante es que mientras existan países como Japón que aprovechan resquicios legales para su propios fines, nunca se podrá garantizar el futuro de las ballenas.

La ignorancia de la humanidad está poniendo los océanos de nuestro planeta en peligro. Hemos creado este problema debido a la falsa impresión que los océanos son infinitos??estos deben disolver, absorber, purificar y que vuelva inocuo todo lo que la humanidad produce.

La humanidad esta descubriendo de la peor manera que los océanos no son infinitos ni muchos menos invulnerables. Aparte del hombre, las ballenas son la única especie que aún migra libremente por todos los océanos de este planeta y ocupan un lugar importante en la estructura y el funcionamiento de los mares y océanos. Gran parte de estos animales son el último eslabón de las complejas cadenas alimenticias y en consecuencia pueden servir como indicadores de la salud de todo un ecosistema. Además son los mamíferos más grandes de la tierra y ciertamente los más misteriosos e interesantes, ya que se ignoran muchas cosas acerca de ellos. Los problemas alarmantes que enfrentan muchas poblaciones de ballenas delfines y marsopas reflejan la gravedad de la crisis que enfrentan los océanos.

Ya en 1925 la liga (CBI) de la Naciones reconoció la sobreexplotación de la especie y la necesidad de poner coto a las capturas. La moratoria no se consiguió hasta 1986. La Cumbre de la Tierra realizada en Río de Janeiro en el año 1992, represento sin lugar a dudas un nuevo hito histórico a favor del medio ambiente. Renació el Espíritu para la Conservación del planeta y su gente, contemplando las futuras generaciones al que llamaron: Desarrollo Sostenible. Los pueblos originarios lo han aplicado sin saberlo dese antaño. Más sabios y pragmáticos demostraron que es posible obtener bienestar económico, crecimiento cultural y calidad de vida sin agredir a la naturaleza.


Los países que no la han respetado por distintas razones (Japón, Noruega, Islandia y otros) aseguran que la población de ballenas se ha recuperado. Gracias a la moratoria las grandes ballenas como el gigantesco rorcual azul, que puede alcanzar las 150 toneladas de peso, hasta el diminuto rorcual aliblanco de 15 toneladas corren peligro inmediato de extinción. Pero el rorcual azul y su prima la ballena franca del Atlántico están clasificadas como especies en peligro, mientras que la ballena franca boreal, la franca de la Patagonia, el rorcual boreal, el rorcual común y la yubarta están considerados como especies vulnerables. La población de ballenas grises del noroeste atlántico apenas cuenta con 300 o 350 ejemplares y la del noroeste del Atlántico ha sido tan severamente dañada que está a punto de desaparecer del planeta. Igualmente de la especie gris del noroeste del Pacífico hay entre 100 y 200 ejemplares, mientras que otros cetáceos incluyendo delfines y marsopas, también han caído hasta niveles críticos.

La polución, escasez de alimentos, choque con embarcaciones, el cambio climático y la creciente degradación de su hábitat pone en grave peligro la existencia de siete de las 13 especies de ballenas grandes que hay en el mundo, que además sufren el incumplimiento de la moratoria internacional. Según las últimas investigaciones, las ballenas se ven cada vez más afectadas por la acumulación de elementos químicos en sus grasas, que se liberan lentamente a través de su leche a sus crios.

La revolución química de la última mitad del siglo 20, ha creado una multitud de nuevos productos y subproductos, muchos de los cuales son acompañados por materiales altamente tóxicos que cuando están concentrados se convierten en venenos casi mortales. Entre los más peligrosos y persistentes se encuentran los organohalogenados (compuestos orgánicos que incluyen al cloro, flúor, bromo y flúor) ; ejemplos de estos compuestos son el diclorodifeniltricloro etano o más conocido como DDT, los bifenilos, policlorinados, los furanos y las dioxinas. Se pueden encontrar algunas de estas toxinas en algunos pesticidas y herbicidas.

Muchos de estos compuestos duran cientos hasta incluso miles de años. Existe evidencia que sugiere que estas sustancias pueden ser responsables de una menor producción de espermatozoides en los hombres, malformaciones anatómicas, problemas de desarrollo en fetos, problemas de aprendizaje en niños y un aumento en las deficiencias producidas en los sistemas inmunitarios de todos los mamíferos.

Los niveles de ruido por actividades marinas industriales han aumentado afectando gravemente a estos animales que utilizan un sistema de sonar para navegar y comunicarse, así como para encontrar comida.

Otro problema que sufren los cetáceos son los cambios del clima de los últimos años, que han causado severas perturbaciones en las corrientes oceánicas, así como el calentamiento global que provoca el deshielo polar, lo que podría provocar una desestabilización ecológica del Ártico y Antártico que pondría en peligro a las especies que viven en la zona.


Del 16 al 19 de junio del 2003 se levó a cabo la reunión de la Comisión Internacional de Caza de Ballenas en la ciudad alemana Berlín. La ritual guerra verbal se llevo acabo entre los que buscaban incrementar sus cuotas de caza y los que se opusieron. Mientras que en Berlín se discutió sobre cuotas, y la prohibición de la llamada "caza con fines científicos" de cetáceos que desarrolla Japón y Noruega, y que quiere practicar también Islandia, los especialistas indicaron que la caza de ballenas ha dejado de ser el verdadero problema. Desde hace años se discute sobre la cuota de pesca, cuando en realidad el verdadero peligro para los grandes cetáceos es la pesca artesanal. Decenas de miles de cetáceos son capturados accidentalmente cada año en actividades pesqueras y algunas especies y poblaciones, como la ballena franca del Atlántico Norte, el delfín baiji, la vaquita o la ballena gris del Pacífico noroccidental, podrían extinguirse este siglo si no se toman medidas inmediatas.

La prohibición de la caza internacional no ha logrado impedir que anualmente perezcan 60.000 ballenas, según los cálculos más pesimistas el número asciende incluso a 300.000 entre delfines y ballenas, victimas de la pesca normal. Perecen en redes o quedan atrapados en las cuerdas que atan las canastas de caza de la langosta. Otras son víctimas de redes fantasmas, redes perdidas que navegan sin rumbo y continúan matando en su camino. En la actualidad mueren más ballenas que en las décadas de máxima caza. Las cuotas de caza de los noruegos y japoneses es de 1301 ballenas enanas, 10 cachalotes, 50 Sei y 50 ballenas Bryde en el 2003. En el Mar Báltico por ejemplo, la pesca normal ha diezmado a la ballena cochino casi por completo y se estima que sobreviven cuando mucho unos 100 ejemplares. En este mar mueren anualmente 7.500 ballenas en las redes de pesca normal. La pesca accidental es el principal problema para las ballenas en este siglo, pero este tema no ocupa a la Comisión Internacional sobre la Caza de la Ballena.

El Comité creado en la reunión de Berlín asesorará a la Comisión Ballenera Internacional sobre medios para enfrentar los problemas que amenazan a los mamíferos marinos, como la polución, el cambio climático, las ondas de sonar y las redes de pesca. Además la creación del comité permitirá integrar la conservación de la ballena en la estructura institucional de la Comisión surgida hace 55 años sobre todo para regular la captura.

Por otra parte, desconocida hace unos decenios, la observación comercial de las ballenas se ha convertido rápidamente en un negocio mundial y multimillonario en varios países. Bien manejada, esta actividad recreativa es una buena oportunidad para desarrollar el turismo sostenible en regiones costeras que cuentan con este recurso natural.

Muchos países, han adoptado directrices de navegación y normas para el avistamiento de las ballenas, adaptados a cada especie y lugar. El objetivo es causar a estas extraordinarias criaturas la menor molestia posible, para de esta forma ayudarlas a sobrevivir y garantizar que las generaciones futuras puedan continuar disfrutando de esta productiva actividad.

En algunos casos, el avistamiento de ballenas puede haber surgido precisamente porque su caza está en descenso. En Islandia, por ejemplo, la observación de cetáceo se incrementó 250 por ciento entre 1994 y 1998. Según una encuesta entre turistas, es probable que este crecimiento no habría ocurrido si Islandia hubiera reiniciado la caza de ballenas.

La actitud de Japón de comprar votos de naciones pertenecientes a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) a cambio de ayudas económicas, esta maniobra es conocida desde hace tiempo. Esta actitud desacredita aún más la credibilidad ambiental de Japón. El interés nipón por cazar ballenas es de un grupo muy pequeño de japoneses, unas quinientas familias que se dedican al negocio. El argumento científico de los japoneses es una mentira-fachada para mantener una lucrativa industria ballenera en Japón, donde la carne se sigue vendiendo en restaurantes y comercios, esto suma unos 80 millones de dólares al año. Los subsidios del gobierno llegan a 4 millones de dólares anuales.

Sin embargo, la opción pública internacional está decididamente a favor de la conservación de las ballenas, y países como Noruega y Japón han sentido los efectos en aspectos como el turismo y el consumo de sus productos.

* Dr.M.Sommer
Ökoteccum-Kiel Alemania