Tortuga Arrau: Un quelonio en peligro crítico de extinción

Por Adriana Boccalon Acosta

A pesar de estar legalmente protegida desde 1946, de haberse decretado veda por tiempo indefinido en 1962 y que existe un programa para reforzar sus poblaciones desde 1992, el comercio ilegal y la falta de educación ambiental mantienen amenazada a la tortuga Arrau

El 29 de abril serán liberados en el Orinoco 15 mil tortuguillos criados en cautiverio en el zoocriadero de FUDECI. Otros 5 mil ejemplares serán liberados el 17 de junio en el Parque Nacional Aguaro Guariquito, en Guárico

Los niños habían terminado su tarea, pero no querían regresar a casa. Las maestras lucían cansadas y ellos seguían entusiasmados, a pesar que la jornada había sido intensa.


Mientras en el zoocriadero se organizaba el regreso de los escolares de los poblados cercanos a sus hogares, las calles de Santa María del Orinoco comenzaban a llenarse de gente. Llegaban al pueblo familias enteras de diferentes lugares, que se dirigían a la zona del refugio para ubicar en los predios de la sede del Ministerio del Ambiente, un espacio para guindar hamacas o montar la carpa donde pasarían la noche.

Los escolares habían atendido ese día una clase muy especial fuera del aula. Habían pasado el día en el zoocriadero de la Tortuga Arrau en Puerto Ayacucho, a 150 kilómetros del refugio, desempeñando una labor muy delicada, pues con sus manos, y uno por uno, habían trasegado de los tanques australianos a las cestas plásticas tipo guacal, miles de tortuguillos que serían liberados al mediodía siguiente en La Playita del Orinoco, un banco de arena que queda al descubierto al bajar el nivel de las aguas del río durante la época de sequía, donde 11 meses atrás desovaron las tortugas adultas en su intento anual por preservar la especie.

Ese viernes, antes de caer la tarde y a bordo de varios camiones, los tortuguillos iniciaron su viaje hasta el refugio, donde visitantes y curiosos, aliados todos, compartían animados la víspera de lo que podría considerarse el cierre de una actividad que se realiza con mucho esfuerzo, para contrarrestar la presión que el hombre ha ejercido desde épocas remotas, restando posibilidades de sobrevivencia a la especie Podocnemis expanda, el quelonio de agua dulce más grande de América Latina.

Esta especie, mejor conocida por nosotros como Tortuga Arrau o Tortuga del Orinoco, aparece desde 1995 en el Libro Rojo de la Fauna Venezolana en la categoría de especies en Peligro Crítico de Extinción, a pesar que sus poblaciones están legalmente protegidas desde 1946, que se decretó veda por tiempo indefinido en 1962 y que en el país existe un programa para su cría en cautiverio desde el año 1992.

Aún así, cada día es mayor el riesgo de que desaparezca la tortuga Arrau, no solamente de la faz de nuestro territorio sino de otros sectores de la Orinoquía, donde ninguna iniciativa gubernamental o privada parece haber logrado acabar con el tráfico ilegal, y con la cultura de comer huevos y carne de esta especie en vías de extinción.

El comercio ilegal se combate imponiendo controles y castigando a los culpables, mientras que para lograr el cambio de un patrón cultural se requiere, además, de campañas de sensibilización y educación ambiental, especialmente en este caso, en Puerto Ayacucho, estado Amazonas; Caicara del Orinoco en el estado Bolívar y Puerto Páez en Apure, los grandes centros poblados más próximos al refugio de la tortuga Arrau.

Su carne es muy cotizada. Un ejemplar adulto de unos 40 kilos, de los cuales sólo 8 son comestibles, consigue dueño por 250 mil bolívares. En Amazonas, por ejemplo, se dice que sólo la gente pudiente puede comer carne de tortuga Arrau, aunque no está claro si esta clasificación se limita a aquellas personas pudientes económicamente o si abarca a quienes manejan influencias políticas.

Según la Ley Penal del Ambiente, la captura o matanza de un animal en peligro de extinción es un delito que se castiga con la cárcel; sin embargo, quien compre, venda o consuma una especie en tal situación, sólo será calificado de infractor en términos legales, y la multa a cancelar, en el peor de los casos, no excederá de 50 mil bolívares.

Surgen entonces un par de incógnitas, ¿acaso la inflación acabó con la ley?, y ¿estamos llevando a cabo un programa para reforzar la especie Podocnemis expanda en Venezuela o criando tortugas para alimentar a la población?

Mientras se despejan estas dudas, volvamos al refugio de la tortuga Arrau. Allí, a orillas del Orinoco, en un punto entre la desembocadura de dos de sus afluentes, el río Parguaza y el Cinaruco, en territorio apureño y en medio de la algarabía de foráneos, expertos, biólogos, Guardia Nacional y gente del pueblo, llegan desde el zoocriadero los camiones con su valiosa carga, que los colaboradores colocan con mucho cuidado en el sitio de pernocta hasta el día siguiente.

Es entonces, al mediodía, cuando este año se dejarán libres en su hábitat natural 15 mil tortuguillos Arrau, que por la talla y el peso alcanzados durante su cautiverio en el zoocriadero de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Fudeci, son ahora menos apetecibles para un buen grupo de depredadores de la fauna acuática que prefieren piezas más pequeñas, aun cuando se mantiene el riesgo de que el hombre, por ignorancia, espíritu de contradicción o sencillamente motivado por intereses económicos, sea quien atente contra los esfuerzos que se realizan a favor de la conservación de esta especie en Peligro Crítico de Extinción.

Récord Mundial

Hasta el año pasado se habían liberado 205 mil tortuguillos Arrau en el Orinoco medio. Se trata del récord alcanzado por el programa de reforzamiento de esta especie iniciado en 1992 por el Ministerio del Ambiente, entidad que dos años más tarde comenzó a compartir esa responsabilidad, hasta la fecha, con la gente de Fudeci. Actualmente, el despacho de Ambiente administra el refugio de la tortuga Arrau, se encarga de vigilancia y manejo de nidos, y del seguimiento a la población adulta, mientras que Fudeci tiene la responsabilidad de criar la especie en cautiverio, hacer seguimiento a los animales liberados, dispersión y tasa de crecimiento, y estudiar al poblador ribereño como factor depredador de la especie.

Hasta ahora, el programa de reforzamiento de la tortuga Arrau es sólo una esperanza sin resultados científicos, pues esta especie alcanza su edad adulta a los 25 años. Será dentro de una década cuando los investigadores podrán ofrecernos consideraciones concretas.

Mientras tanto, los esfuerzos por evitar su extinción se mantienen, aprovechando que se trata de un reptil capaz de poner más de 100 huevos por año y de almacenar embriones que le permiten, en una sola nidada, tener crías de varios machos, particularidad que representa una ventaja evolutiva que asegura mayor variedad genética.

Hay otros dos aspectos importantes que facilitan la cría en cautivero de la tortuga Arrau. Uno es que a diferencia de los mamíferos y las aves, los reptiles no conservan los lazos maternos y por eso pueden incursionar en el mundo por sí solos, sin ningún tipo de dificultad. Los tortuguillos serán liberados en su hábitat natural y ellos solitos buscarán alimento para mantenerse con vida.

El hecho de que nuestra protagonista desove una vez al año en el mismo lugar y de forma simultánea junto a otras hembras de su especie, representó una ventaja para el depredador humano que capturaba un buen grupo de tortugas con sus huevos, con relativamente poco esfuerzo. Esta realidad terminó por convertirse en un punto a favor del programa, pues así también es más fácil controlar el proceso de anidación y resguardo de los huevos, hasta el momento del nacimiento de los tortuguillos y posterior traslado al zoocriadero.

Acelerada Disminución

La tortuga Arrau es uno de los pocos animales que tiene datos históricos en Venezuela, y eso es precisamente lo que ha permitido saber que se trata de una especie en peligro crítico de extinción.

Hace muchos años, en marzo de 1800, Alejandro Von Humboldt, naturalista y explorador alemán, llegó a San Fernando de Apure para remontar desde allí el río Orinoco, y verificar científicamente si había comunicación natural con la cuenca del Amazonas. Durante sus andanzas comprobó la abundancia de tortugas Arrau cerca de las playas del Orinoco. Sus reseñas indican que los pobladores no solamente la comían, sino que comercializaban el aceite del animal como combustible para el alumbrado.

Como buen científico, Humboldt calculó cuántos huevos hacían falta para llenar una botella de aceite, estimando que en un año se cosecharon en el Orinoco medio los huevos de 330 mil nidos, equivalentes a la misma cantidad de hembras.

Cálculos optimistas de estudiosos modernos, señalan que sólo quedan 1000 hembras adultas desovando cada año para preservar la especie. Esto quiere decir que la situación es crítica y que la única salida es imponer la ley y educar al pueblo.

Esfuerzo Sostenido

Ya faltan pocos días para la liberación de los tortuguillos Arrau. Así pues que nada mejor que visitar a la gente de Fudeci y conversar con su director, Omar Hernández, para que él nos amplíe detalles de este programa que el próximo 29 de abril cierra un nuevo círculo.

Lo que hacemos –dice- es tratar de evitar la alta mortalidad de la especie durante sus primeros días de vida, pues las hembras desovan justamente en la época más crítica del año, al final de la sequía, cuando ya están casi agotadas las reservas de alimentos para animales como garzas, gavilanes, zorros y peces, que ven en los recién nacidos una opción para satisfacer el hambre.

Por suerte, es fácil monitorear a las hembras próximas a desovar, pues lo hacen todas juntas una vez al año en un mismo lugar, lo que permite reclutar a muchos neonatos a bajo costo. Nos cuenta Hernández que a diferencia de otras tortugas, la Arrau solamente sale del agua para asolearse y posteriormente desovar en la noche, dinámica que permite hacer los arreglos correspondientes para supervisar el proceso de anidación.

La hembra puede pasar varias horas haciendo su nido. Es un proceso lento porque cada tortuga escarba con sus patas traseras para abrir un hueco de 80 centímetros de profundidad en arenas muy sueltas. Luego desova, cubre el nido y regresa al río a copular con su macho para asegurar la próxima camada.


Relata que es entonces cuando la vigilancia se activa de manera especial en el refugio, para evitar el robo del tesoro enterrado que permanece allí un par de meses hasta completar el período de incubación, cuando eclosionan los huevos redonditos, de cáscara blanda y de 5 centímetros de diámetro como bolas de pingpong, y nacen los tortuguillos con 5 centímetros de largo y alrededor de 25 gramos de peso cada uno, para ser criados en cautiverio, y posteriormente liberados de 12 centímetros y unos 200 gramos.

Hasta el momento, el asunto no luce complicado; sin embargo, a veces nuestras protagonistas desovan muy cerca de la orilla. Si los expertos observan que los nidos pueden ser inundados con una crecida del río, los trasladan a la parte más alta de la playa como medida de prevención.

Es un trabajo delicado porque los huevos de la tortuga Arrau son muy susceptibles al manejo. Al transcurrir las primeras 24 horas del desove, el embrión se fija a la cáscara, y si se gira el huevo, éste se desprende y muere. Además, -comenta Hernández- hay que mudar cada nido, uno por uno, y a veces tenemos más de mil. El trabajo es agobiante. Es necesario escarbar alrededor de cada nido en riesgo hasta llegar a la arena húmeda, pues de otro modo se derrumba. Luego, hay que levantarlo en un envase y depositarlo en el nido preparado por nosotros.

En dos meses nacen los tortuguillos que se trasladan hasta el zoocriadero en cestas plásticas. Allí tendrán su nuevo hábitat en tanques australianos o lagunas acondicionadas para tal fin. Para ayudarlos a crecer se les ofrece alimento para peces, con adecuado contenido proteínico, y muy completo en vitaminas, minerales y carbohidratos.

A cada tortuguillo criado en cautiverio se le amputa la primera falange de una pata delantera, para calcular su edad y saber cuánto crece a lo largo del tiempo. Hasta ahora, el animal recapturado más viejo tiene 10 años. Las estimaciones, utilizando un modelo matemático, indican que la tortuga Arrau alcanza la adultez a los 25 años, lo que quiere decir que será dentro de más de una década, cuando desoven las hembras liberadas al inicio del programa.

Riesgos y Debilidades

Uno de los riesgos que corre el programa de reforzamiento de las poblaciones de la tortuga Arrau, en opinión de Hernández, es la mentalidad cortoplacista de nuestros gobernantes, quienes por lo general sólo aprueban inversiones para proyectos que arrojan resultados que avalan una gestión oficial.

ste no es nuestro caso, -reconoce- pues más bien los aportes del gobierno han aumentado con los años, pero siempre es un riesgo que llegue al poder alguien que no esté interesado en apoyar este tipo de iniciativas, que al final de cuentas sólo arrojará resultados dentro de 100 años.

Sobre las debilidades, Hernández advierte fallas en la fase de fiscalización por la falta de personal en el área de guardería, alegando que la vigilancia no puede limitarse sólo a los 20 kilómetros del refugio donde está la principal playa de anidación. Señala que en ocasiones la tortuga migra en busca de alimento y que han rescatado ejemplares a 50 kilómetros del lugar de liberación, fuera del refugio. Éste, -asegura- debe extenderse a 100 kilómetros para proteger la especie.

Otra debilidad que va de la mano con la deficiente vigilancia es la falta de campañas de sensibilización efectivas, tanto en las comunidades ribereñas como en los grandes centros poblados que consumen el producto. Analizando los carapachos encontrados en los basureros de los caseríos, Fudeci ha determinado que el lugareño consume tortugas Arrau en edad juvenil, de unos 29 centímetros de largo, que es la talla más abundante.

Con sobrada razón, Hernández señala que si bien es cierto que la educación ambiental sirve para que la gente entienda que existe un problema, no necesariamente garantiza que ésta cumpla con las normas. Por eso, -dice- es que existe la policía en todas partes del mundo.

Recuadro

Si hay algo capaz de motivar voluntades de grupos heterogéneos, es una noble causa, y usted podrá aliarse a una de éstas el próximo 29 de abril, cuando serán liberados 15 mil tortuguillos Arrau que defenderán su derecho a la vida.

Llegar a Santa María del Orinoco es una travesía que vale la pena vivir, si el motivo es apoyar el programa de reforzamiento de la tortuga Arrau. Así pues que si se anima a acompañarnos, le sugiero que haga los arreglos con tiempo. Sea cual sea su punto de partida, como referencia geográfica nos ubicaremos en San Fernando de Apure.

Tome la vía hacia la capital apureña y llegar a Puerto Páez, recorra 9,5 kilómetros y gire a la izquierda tomando una carretera de tierra en buen estado, para iniciar un trayecto de 57,5 kilómetros hasta llegar a Santa María del Orinoco. Si es usted aventurero, pernocte allí en hamaca o carpa, pero si prefiere la comodidad, pase la noche del viernes en una posada en Puerto Páez y viaje hasta el refugio el sábado temprano.

La liberación de los tortuguillos Arrau se lleva a cabo a mediodía, en una especie de ritual donde la emoción de los presentes requiere, inclusive, de una vigilancia especial por parte de los funcionarios de seguridad, para evitar que tanto adultos como niños se embolsillen algún ejemplar protagonista, como si éste fuera un souvenir. www.EcoPortal.net

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El programa de reforzamiento de las poblaciones de la tortuga Arrau, busca minimizar la tasa de mortalidad de los neonatos

Foto 2
Las poblaciones de la Podocnemis expanda en la cuenca del Orinoco están en peligro crítico de extinción