Por Por Jon Paul Rodríguez
Por su ubicación al norte de Suramérica, Venezuela es un país privilegiado. En sus 916.280 kilómetros cuadrados-que se extienden desde las soleadas costas del mar Caribe hasta las nieves perpetuas del pico Bolívar a 5007 m de altura-confluyen la cuenca amazónica, la cordillera andina y el mar Caribe; tres de los rasgos más resaltantes de la geografía del subcontinente. El resultado es un complejo mosaico de ecosistemas en el que se alternan sabanas con bosques decíduos y morichales; bosques montanos con selvas nubladas y páramos; desiertos con bosques secos, cardonales y bosques de manglar.
Dicha variedad de ecosistemas, a su vez, sirve de albergue para la gran riqueza de especies que le ha otorgado a Venezuela el título de uno de los 20 países más biodiversos del mundo: 8% de las especies conocidas de plantas superiores, 5% de los anfibios, 4% de los reptiles, 13% de las aves y 7% de los mamíferos, habitan en menos de 0.6% de la superficie de las masas terrestres del planeta.
Hoy en día, esta gran biodiversidad se encuentra amenazada por actividades humanas. Entre 1978 y 1985, 430.000 hectáreas de los ambientes naturales del país fueron deforestados y 230.000 hectáreas fueron afectadas por la construcción de represas, mientras que sólo durante 1985, 62.000 hectáreas fueron intervenidas para la construcción de carreteras.
Cifras como las anteriores revelan la existencia de un conflicto creciente entre el aprovechamiento de los recursos naturales y su persistencia a largo plazo. No existen dudas de que la sobrevivencia misma de los humanos y de nuestro sistema económico depende del mantenimiento de la integridad de los ecosistemas de la tierra. El valor de los servicios naturales de la biosfera ha sido estimado en 33 billones (1012) de dólares anuales-casi el doble del producto territorial bruto combinado de todos los países del mundo.
La solución a este conflicto depende del aprovechamiento de los recursos naturales en forma racional y organizada, poniendo en práctica los principios del desarrollo sostenible. La ruta hacia este ideal solo será posible luego de tomar en cuenta toda la información disponible sobre la situación actual de los recursos naturales del país y analizarla en el contexto de las necesidades futuras de las poblaciones humanas.
Motivados por esta problemática, Provita se ha dedicado por casi 15 años a la conservación de la biodiversidad venezolana, haciendo énfasis en la protección de las especies y los ambientes amenazados de extinción, combinando para ello varios campos del conocimiento en la búsqueda de soluciones integrales.
En el Día Mundial de la Biodiversidad invitamos a todos los habitantes del planeta a sumarse a esta causa y así contribuir con la conservación de nuestro ambiente y recursos naturales, asegurando un mundo mejor para las próximas generaciones.
* Jon Paul Rodríguez, Ph.D.
Presidente de PROVITA