TLC, propiedad intelectual y biodiversidad: atando cabos

Por Germán A. Quimbayo

Lastimosamente la apertura de los mercados ha permitido que los capitales actúen como agentes políticos buscando alterar por su influencia políticas, ambientales e incluso laborales. Pero ese fin que justifica el intercambio de bienes y servicios viene a ser otro sofisma de distracción. Tal y como comenta Olarte en uno de su oficios, es un engaña-bobos, pues lo que realmente busca el Tratado de Libre Comercio (TLC) es un control económico e incluso geopolítico


Lastimosamente la apertura de los mercados ha permitido que los capitales actúen como agentes políticos buscando alterar por su influencia políticas, ambientales e incluso laborales. Pero ese fin que justifica el intercambio de bienes y servicios viene a ser otro sofisma de distracción. Tal y como comenta Olarte en uno de su oficios, es un engaña-bobos, pues lo que realmente busca el Tratado de Libre Comercio (TLC) es un control económico e incluso geopolítico.

Si nos ponemos técnicos, bajo una perspectiva de fortaleza, este tipo de tratados, países como Estados Unidos poseen varios instrumentos de dominación: la biotecnología y la competitividad, soportados por un marco como el de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esto de por sí ya hace que las condiciones sean asimétricas por más que digan que se "respetan" las condiciones de inequidad entre un país como el nuestro y uno industrializado. Un país como Colombia es muy débil no sólo en el ámbito económico sino en el jurídico para defender su patrimonio.

Viendo todo esto, uno de los aspectos más importantes, y al cual casi no se le ha prestado atención, es el de nuestra seguridad y soberanía alimentaria y la intromisión de los temidos transgénicos, es decir, sobre nuestra alimentación. Esto, aunque no parezca, es un tema político. El real interés de los grandes capitales sobre el control de semillas y la manipulación genética es la verdadera puja de fondo. Lo más asombroso es que Bill Gates al parecer no venía a Colombia propiamente a hacer obras de caridad o a infestar de su software al país. Es muy probable que con su supuesta filantropía pueda estar llenando al país también de alimentos transgénicos, de los cuales ya se han legalizado los primeros cultivos en el país, cosa que va en contra de una corriente mundial en contra de este tipo de cultivos.

Bueno, y ¿qué tienen que ver la propiedad intelectual y la biodiversidad con los transgénicos y el control de semillas? Pues que la obtención de patentes del uso de especies vegetales (e incluso animales) por parte de las multinacionales usurpa el conocimiento tradicional en torno a esta biodiversidad, que no es manipulada genéticamente como hacen los laboratorios creando mutantes, sino con técnicas simples de cultivo y uso extractivo siempre manteniendo un respeto hacia la vida en su forma más básica: el gen.

Estas prácticas y dinámicas monopólicas y homogenizadoras confirman y potencian lo que los biólogos de la conservación han llamado los Cuatro Jinetes del Apocalipsis de la biodiversidad [1]:

* La pérdida del hábitat de las especies y su fragmentación.
* La sobre-explotación que produce la reducción de los efectivos poblacionales.
* La introducción de especies invasoras que compiten con las nativas o modifican sus hábitats.
* Las interacciones sinérgicas por las cuales la extinción de unas especies produce extinciones en cadena de otras.

Es así como la nueva revolución verde [2] encaja perfectamente dentro del concepto de la globalización del mercado, en donde éste último es juez absoluto de ese Nuevo Orden que Efraín nos comentaba antes. Es absurdo que algo tan local como el yagé (Banisteriopsis caapi), el guandul [3] (Cajanus cajan), la ipecacuana (Cephaelis ipecacuanha), entre otros seres vivos, sean patentados por las multinacionales.

Recomiendo ver este documental denominado El Futuro de la Comida, que contextualiza de forma excelente el tema y en donde se ve también que estos problemas no son ajenos en los países industrializados.

Concluyendo pero no cerrando la discusión

Frente a las descaradas posiciones del gobierno y su preocupación desmedida por el agotamiento en el plazo de aprobación del Tratado, el tema sigue despertando sin duda alguna las reacciones más airadas, en especial por los sectores políticos de oposición. Sin embargo la discusión en la práctica no avanza mucho. Como muchos otros temas, es un tira y afloje sin ningún argumento sólido de fondo, pues no se ahonda en temas tan vulnerables como el de la propiedad intelectual y la biodiversidad y en general de los temas ambientales. Si por lo menos para el sector agrícola, sin tener en cuenta los supuestos niveles de ayuda del AIS, los indicadores de pobreza rural, que ya se encuentran en niveles críticos, tenderían a aumentar por efectos del TLC [4], entonces imagínense para el resto.

El tratamiento de esta temática es muy complejo, y retomando un comentario de Álvaro Ramírez, toca muchas aristas y asuntos que se me salieron del tintero, como por ejemplo los biocombustibles, las fumigaciones con glifosato a Parques Nacionales Naturales, la libre entrada de desechos peligrosos al país e incluso intromisión en asuntos de soberanía del territorio nacional. Estos temas, junto a las patentes de propiedad intelectual y los transgénicos, fueron tratados en la sesión del día martes 10 de abril del Congreso de la República y las Comisiones Segundas de Senado y Cámara – Conjuntas, televisada por el Canal del Congreso y el Canal Institucional.


La senadora del MIRA Alexandra Moreno Piraquive expuso el real alcance del TLC sobre el ambiente y la biodiversidad, aduciendo así un interés estratégico por parte de Estados Unidos, en donde la soberanía nacional será vulnerada. A su vez la senadora radicó una ponencia del TLC con algunas “declaraciones positivas”. Mientras tanto, el senador del PDA Jorge Enrique Robledo hacía referencia sobre el anexo 1.3 del Tratado, que no incluyó en forma expresa como parte del territorio nacional el subsuelo, el mar territorial, la zona contigua, la plataforma continental, la zona económica exclusiva, el segmento de la órbita geoestacionaria y el espectro electromagnético, tal como lo estipula el artículo 101 de la Constitución Nacional. Es decir que se podría estar transgrediendo con el TLC al territorio colombiano en su conjunto.

Moreno Piraquive no es santa de mi devoción, pero me llamó mucho la atención (positivamente) que por lo menos tratara y expusiera estos temas, que en ocasiones son evitados en su discusión por los representantes del Gobierno. Robledo, por su parte, en estos temas de TLC es siempre contundente, así hace unos días tuviese unas salidas en falso en otros temas. Esta sesión, además, tuvo la presencia de algunos invitados como Aurelio Suárez Montoya (columnista del Diario de La Tarde de Pereira) y Fernando Márquez (Sociedad Colombiana de Automovilistas), quienes respectivamente tocaron los temas de transgénicos, fumigaciones y biocombustibles.

De otro lado el Ministro de Ambiente Juan Lozano estuvo presente en la sesión en donde su
intervención inicial suscitó suspicacias en especial con los representantes de oposición y los invitados, y se tuvo que aguantar uno que otro puyazo. Además, las intervenciones de los senadores Nancy Patricia Gutiérrez y Jairo Clopatofsky confirman que las bancadas uribistas en el congreso obviamente defienden el Tratado, sin importar las condiciones que se le impongan a Colombia. Por ahora el Partido Liberal anunció una perla, aunque el representante en la Cámara de dicha colectividad por Cundinamarca, Joaquín Camelo Ramos, hizo una especie de llamado a un consenso entre la oposición y la bancada uribista para intentar llegar a un acuerdo en común, en lugar de mandarse rayos y dardos todos contra todos. Cosa poco factible en un país en donde la política apesta cada vez más y otras voces de la sociedad civil hacen falta en estas discusiones y brillan por su ausencia.

Durante esta semana se va a estar tratando esta discusión en el Congreso, que incluirán los puntos de vista de la senadora Cecilia López y de Juan Lozano, si bien la sensación que permanece en el ambiente es que acá se sigue preocupando por lo que digan en Estados Unidos y que no se emita un concepto claro desde el Congreso colombiano frente al tema.

Por otro lado, qué asco que en este momento sean los representantes del partido demócrata gringo los que aparentemente estén abogando por los derechos laborales, ambientales y de propiedad intelectual, cosa que deberían hacer nuestros gobernantes. Hasta la saciedad y el cansancio los sectores indígenas se han pronunciado y ante todo quejado en torno a la falta de consulta por parte del gobierno nacional a estas comunidades [5]. Y no sólo son los indígenas, los campesinos son vulnerados también día a día.

Todo lo que estipula la dinámica de un TLC involucra la formulación de una serie de políticas que ya se han venido implementando en el país por lo menos en la parte ambiental, como la Ley Forestal, el proyecto de Ley del Agua y la concesión turística (privatización) de algunos Parques Nacionales Naturales. Incluso a nivel continental iniciativas como el IIRSA que amenazan a los centros de diversidad biológica y cultural más importantes de este lado del Planeta. Esto degenera más las condiciones de inequidad y exclusión social propias de nuestro continente, que son perjudiciales también para la conservación de la biodiversidad y el ambiente.

Mientras tanto, el Ministerio de Ambiente es un decorado del gabinete ministerial, los institutos de investigación y la academia callan, pero tampoco se fomenta la investigación lo suficiente ni se protegen los hallazgos que se tienen en el país. Como ecólogo todo esto me da tristeza y quizá por ello me monté en esta cruzada de dar a conocer esta penosa situación.

Pero al parecer la aprobación y puesta en vigencia del Tratado con el tiempo se ha ido como medio complicando, pues por estos días se anunció la posible ampliación de la Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas (APTDEA), que podría desplazar el TLC, pues éste sobre el papel es el que iba a sustituir al APTDEA (por eso lo del aspecto geo-político). Si esto fuese así, sería un alivio para el país porque tendría la oportunidad de revisar bien todos los vacíos presentes en el documento del Tratado. Pero no hay que confiarse, pues gringo es gringo y Colombia es Colombia. Como ya hemos podido ver con TLC o sin el, con nuestro país hacen y deshacen y otros toman las decisiones por nosotros. Así nos la hemos pasado todo este tiempo.

Lo único que podría sugerir es que si se da ese escenario de volver a revisar el TLC, que ahora sí tengan en cuenta que existen muchos tratados internacionales (por más ambiguos que puedan parecer) y que el país ha suscrito, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD). Que también se tenga en cuenta el visto de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas; de igual forma el punto de vista de científicos y ambientalistas y que no opere la ley del silencio. Y hago un fuerte llamado a la academia colombiana, en especial a las ciencias ambientales y naturales: que por lo menos se pronuncien, para bien o para mal, pero que lo hagan. Por todos los cielos, que no se resignen a la imposición de unas reglas de libre mercado a la vida. Pero todo esto depende también de nuestra participación y de nuestra cultura mental y política.

¿Será este el fin de la discusión? www.ecoportal.net

Publicado 12 de abril de 2007
enhttp://www.equinoxio.org

[1] Para ver más: Primack, R., R. Rozzi, P. Feinsinger, R. Dirzo & F. Massardo. 2001. Fundamentos de conservación biológica: Perspectivas Latinoamericanas. Fondo de Cultura Económica. México.
[2] Definición de la Revolución Verde
[3] Pese a no ser nativa de Colombia, existen variedades que los campesinos colombianos han ayudado a mejorar por medio de sus técnicas de cultivo.
[4] Esto según el estudio de Luís Jorge Garay, Fernando Barbieri e Iván Mauricio Cardona, auspiciado por Planeta Paz y OXFAM a finales de 2006
[5] Recomiendo leer este artículo de Marta Gómez Lee.