Por María Fernanda Espinosa Garcés
En el marco de la reunión de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Bali, Ecuador está presentando una iniciativa pionera en la historia de un país petróleo. Propone mantener cerca de mil millones de barriles de petróleo del campo ITT en el subsuelo y evitar de esta manera la pérdida de biodiversidad, garantizar los derechos de los pueblos en situación de aislamiento voluntario y evitar la liberación de alrededor de 436 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
En el marco de la reunión de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Nusa Dua, Bali, Indonesia del 3-14 de diciembre, el Ecuador está presentando a la comunidad internacional una iniciativa pionera en la historia de un país petróleo, iniciativa a la que hemos denominado Modelo Yasuní-ITT porque en definitiva está iniciativa implica un cambio de modelo por el cambio climático.A nivel internacional, el modelo Yasuní-ITT se promueve en el marco de las negociaciones de un tratado Post Kyoto, en donde se propone el reconocimiento del Principio de Compensación, dirigido a que los mayores responsables de gases de efecto invernadero compensen a países que promuevan proyectos, programas o iniciativas que como la ecuatoriana contribuyen a la reducción global de gases de efecto invernadero. Y en el marco del re-ingreso de nuestro país a la OPEP, la iniciativa propone crear también un impuesto al carbono dirigido a crear un fondo mundial para la conservación de áreas de alta biodiversidad y a crear las condiciones para una transición energética.
El aporte del Protocolo de Kyoto a la gobernanza internacional de la atmósfera es innegable; Kyoto es el primer instrumento internacional que se propuso regular las emisiones de carbono a través de la aplicación de un esquema de permisos y créditos por reducción de emisiones. Sin embargo, debido a la generosidad de las cuotas permitidas por el, éste ha sido poco eficiente para generar soluciones reales al problema del calentamiento global y sus efectos.
En la práctica, los mecanismos de flexibilización del Protocolo de Kyoto conceden una especie de licencia para que los países industrializados continúen emitiendo carbono y un indulto sobre sus emisiones anteriores a 1990. Como consecuencia, las emisiones históricas de carbono no han sido consideradas y, por tanto, se ha abandonado el debate sobre la deuda de carbono que los países industrializados deben al resto del mundo.
En la práctica, el Protocolo de Kyoto establece para los (38) países industrializados entre los que se encuentran 11 países de Europa Central y del Este (Partes Anexo I) la obligación de reducir el 5% de sus emisiones de gases de efecto invernadero, tomando como base las emisiones de 1990.
El problema con el Protocolo no es solo que los mecanismos que este prevé para reducir globalmente los gases de efecto invernadero son insuficientes y que Kyoto a fracasado en el objetivo global de evitar que la Humanidad en su conjunto enfrente los efectos irreversibles del cambio climático; sino que los países industrializados continúan emitiendo al ritmo actual, la Sociedad se enfrenta a un escenario de inseguridad, incertidumbre e ignorancia.
Lo lamentable de Kyoto es que establece para los países en desarrollo (Partes No-Anexo I), el requerimiento de adaptar sus modelos de desarrollo al cumplimiento de los objetivos previstos en la Convención Marco de Cambio Climático (CMCC), bajo el principio de adicionalidad. Siguiendo este principio países como China, India e incluso Brasil se obligarán en un tiempo relativamente corto a aplicar una política de reducción debido a sus emisiones incrementales de gases de efecto invernadero, compartiendo el “podium” con los grandes responsables de las emisiones históricas de carbono como los EE .UU., y muchos países europeos. El principio de adicionalidad no considera el tema de la equidad y distribución histórica del espacio ambiental, y por tanto, no deja márgenes para aplicar de forma sostenible el principio de compensación internacional.
Con el modelo Yasuní-ITT, Ecuador le dice a Kyoto que la vía para una verdadera política de reducción de gases de efecto invernadero está en el cambio del modelo de desarrollo, que los esfuerzos de la comunidad internacional deben dirigirse a sentar las bases de una transición energética global.
Bajo el esquema de Kyoto, la primera opción está dirigida a los países industrializados, para quienes se ha establecido un nivel de reducción de gases de efecto invernadero en un porcentaje que no afecte sustancialmente su modelo de desarrollo. Por su parte, los países en desarrollo (No Partes, Anexo 1), pueden emitir libremente hasta que sus condiciones naturales, sociales y culturales se erosionen y no haya otra posibilidad, sino la de replicar el modelo de desarrollo industrial basado en el uso de combustibles fósiles.
A través de lo que llamamos la tercera vía, el Ecuador propone a la comunidad internacional el generar las condiciones para que los países en desarrollo puedan financiar modelos o iniciativas productivas que sienten las bases para una transición energética a pequeña escala. El modelo Yasuní – ITT es para el futuro debate de cambio climático, la tercera vía, la “otra” opción, el camino pospuesto o relegado en una relación de poder que no nos ha sido favorable.
El modelo ecuatoriano es una iniciativa innovadora de un país petrolero que podría marcar la historia del Ecuador y del mundo. Esta iniciativa revoluciona los actuales patrones de desarrollo industrial y deja establecida la necesidad de una transición energética mundial. Para lograrlo, Ecuador propone mantener cerca de mil millones de barriles de petróleo del campo ITT en el subsuelo y evitar de esta manera la pérdida de biodiversidad, garantizar los derechos de los pueblos en situación de aislamiento voluntario y del pueblo Huaorani y evitar la liberación de alrededor de 436 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera; contribuyendo de esta manera, a los objetivos globales de reducción de emisiones de dióxido de carbono, sin que Ecuador esté obligado a ello, y pidiendo por tanto Ecuador una compensación parcial.
Esto es muy importante porque con la nueva gobernabilidad de la atmósfera que Kyoto establece hemos dejado a un lado, el debate sobre la inequidad en las emisiones de carbono y el problema de la deuda ecológica. Sabemos que la media mundial de emisiones mundiales de carbono por persona es alrededor de 4 toneladas de dióxido de carbono, un ciudadano estadounidense produce aproximadamente 20 toneladas de dióxido de carbono; lo cual significa que un ciudadano estadounidense emite diez o veinte veces más carbono a la atmósfera que cualquier otro ciudadano de un país en desarrollo.
Esto sucede mientras el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) en su reporte de noviembre del 2007 nos advierte que si la Sociedad supera los 450 ppm de carbono en la atmósfera, nuestro planeta entraría en una fase impredecible para la historia humana. Atravesaremos cambios sustanciales de la geografía y de las actividades económicas de muchas regiones de nuestro planeta; con efectos impredecibles para la seguridad humana.
Actualmente, los efectos del cambio climático se siente con fuerza en los países andinos, donde el deshielo de los glaciares de los Andes es altamente dañino para países como Perú o Ecuador, que han perdido cerca del 30% de sus coberturas en los últimos años. El IPCC menciona además un cambio gradual de bosques tropicales a sabanas en la parte este de la Amazonía, el reemplazo de la vegetación semiárida por vegetación árida, riesgo de una pérdida significativa de la biodiversidad por extinción de especies en muchas áreas del trópico y cambios en los regímenes de precipitación con potenciales impactos en la disponibilidad de agua para consumo humano, agricultura y generación de energía.
La continuidad o el incremento de las emisiones (crecimiento cerca del 3% anual) generarán un mayor calentamiento e induciría a muchos cambios en el sistema climático durante el siglo XXI. Consecuentemente, en términos de previsiones para finales de siglo, el IPCC señala un incremento de la temperatura media en el orden de 1.8 a 4.0 grados C, variaciones significativas en la distribución espacial y temporal de la precipitación, retroceso de los glaciares y aumento del nivel medio del mar entre 19 y 58 cm. La realidad para las sociedades insulares es aún más difícil. Hay cambios en la composición química de los océanos que se acidifican. Estos efectos son realidades que la Humanidad no debe continuar permitiéndose.
¿Qué significa esto? Significa que el actual modelo de desarrollo basado en el uso de combustibles fósiles no puede replicarse a escala mundial. La ineficiencia del modelo de desarrollo, reflejada en la tasa de consumo que mantienen las sociedades industrializadas y gran parte de las élites de los países en desarrollo, tiene que revertirse. De manera general debemos decir que actualmente se consumen los recursos naturales a una tasa mayor que la capacidad de regeneración del ecosistema.
Cualquiera que fuese el enfoque que utilicemos en el análisis del cambio climático, lo que no puede dejarse de tomar en cuenta es el tema de la deuda de carbono. Para aproximarnos a la misma, tomaremos en cuenta la diferencia entre el promedio global de emisiones de CO2 per capita (4.18 toneladas CO2) y el promedio por país de emisiones de CO2 per capita. Esta cifra puede ser multiplicada por el precio de mercado de cada tonelada de CO2, lo cual resulta en una representación de la tasa actual de deuda ecológica que los países altamente industrializados acumulan todos los años.
Sin tomar en consideración las emisiones históricas de carbono, al comparar la tasa de emisiones per capita de los Estados Unidos (19.73 t CO2) con promedio mundial de 4.18 t CO2, Estados Unidos tiene un excedente de emisiones de mas de 15 t CO2 per capita por año. Es decir, Estados Unidos, Europa, Japón disfrutan de derecho de facto sobre los sumideros de carbono y la atmósfera. Valorando en dinero la tonelada de CO2 a solamente 10 dólares, la deuda de carbono de Estados Unidos (con 300 millones de habitantes) alcanza al año 45.000 millones de dólares. Pero no queremos singularizar ningún país –sería fácil calcular también la comparable deuda de carbono de la Unión Europea-.
La deuda ecológica es en realidad mayor. Si empleamos los rangos de concentración de carbono atmosférico propuesto por el IPCC (450 ppm), como el techo que brindará una oportunidad para estabilizar el clima global, el total de las emisiones globales de carbono debería bajar sustancialmente. Es decir el promedio actual de emisiones es ya excesivo.
A fin de llegar a las metas de concentración de carbono atmosférico que evitarían la desestabilización del clima y mantendrían la robustez del ecosistema, los países altamente industrializados tendrán que hacer reducciones masivas en cuanto a sus emisiones de carbono, hacia algo que se aproxime a 1 tonelada de CO2 anual per capita hasta el año 2100. Ecuador está dispuesto a contribuir a esta tarea, de contracción y convergencia.
Cuadro 1: Contracción y Convergencia.
Fuente: FOE
Los países en vías de desarrollo también tendrán que realizar una transición energética para satisfacer sus necesidades de desarrollo mediante alternativas energéticas. Un camino para llegar a un futuro con energía de niveles bajos en emisiones de carbono podría ser fijar una meta producción neutral de carbono, lo que significa que la sociedad produzca carbono en la misma cantidad que es capaz de absorber.
Ya varias ciudades y algunos países como Costa Rica se han comprometido a implementar políticas que les permitan convertirse en países neutrales en la producción de carbono (carbono neutral). En general, se asume que esta meta podría ser lograda por medio de una combinación de reducciones de las emisiones de carbono y la adquisición de sumideros de carbono; mediante inversiones en la reducción de emisiones de carbono.
Ecuador quiere unirse a estos esfuerzos de manera sostenible y el modelo Yasuní-ITT es el que le permitiría al país crear las bases para un modelo de desarrollo post-petrolero con un compromiso de reducir su dependencia al uso de combustibles fósiles para el año 2020.
En esta dirección, la reducción significativa de las emisiones de CO2 en Ecuador ya ha comenzado a través de las políticas y planes de desarrollo previstos en la Agenda Energética; la Agenda prevé una paulatina sustitución de energía termoeléctrica que actualmente representa cerca del 50% de la generación total de electricidad por energía hidroeléctrica, esperando que para el 2016 un 98% de la energía eléctrica se obtenga de hidroelectricidad.
La Agenda ha definido una serie de políticas que fomenten la eficiencia del sector eléctrico a través de la reconversión de centrales térmicas, el aumento de eficiencia en la producción de petróleo, la sustitución de diesel por gas natural, el mejoramiento de la calidad de uso automotriz y otros proyectos pilotos como el Programa Cero Combustible Fósiles en Galápagos, que se inscriben en este esfuerzo nacional.
El modelo Yasuní-ITT se inserta en esta política de estado y tiene como una de sus metas el apoyar la consolidación de esta nueva agenda energética, incrementando las posibilidades de inversión del Estado en energías renovables, proyectos de eficiencia energética, sustitución de energía termoeléctrica por energía hidroeléctrica, impulso a programas sociales pilotos que incorporen el uso de energía eólica, solar y geotérmica.
La iniciativa Yasuní-ITT además propone implementar una política integral de conservación de los ecosistemas terrestres y marinos, especialmente la conservación de páramos y bosques maduros como sumideros naturales de carbono y en este sentido, la iniciativa se enmarca en los grandes desafíos del Plan Plurianual de Desarrollo 2007-2011, en su capítulo ambiental.
Quiero ahora referirme a la propuesta del impuesto al carbono, recomendación hecha por Herman Daly [1] en su crecientemente célebre aunque poco conocido discurso en Viena en 2001 y recogida por el Presidente Correa el 18 de noviembre del 2007 en Riad, cuando con motivo del reingreso de Ecuador, el Presidente Correa propuso un impuesto a la venta de petróleo a cargo de la OPEP [2]. Por esta razón esta iniciativa podría lanzarse al mundo con el nombre “Impuesto Daly – Correa” (Daly - Correa Tax). Con el impuesto se gravaría a los países industrializados que son los mayores responsables de las emisiones históricas de carbono; se exonera del impuesto a los países en desarrollo.
Se obligaría de forma efectiva a que los países industrializados asuman su responsabilidad frente al cambio climático; transfiriendo de manera directa recursos para el combate a la pobreza, el impulso de proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático; generando recursos permanentes para la conservación de la biodiversidad, la promoción y desarrollo de nuevos modelos energéticos a pequeña escala.
A nivel político, los países de la OPEP liderarían de forma efectiva el debate sobre cambio climático; la OPEP lograría lo que el Protocolo de Kyoto en diez años no ha logrado: un flujo de recursos constantes para los países en desarrollo que les permita mitigar los impactos del cambio climático por un lado y sentar las bases de una economía post petrolera por otro, basada en energías limpias.
A nivel económico, la OPEP al subir con fines ambientales el precio del petróleo, haría reducir un tanto las emisiones de carbono y lograría recursos económicos para la transición energética mundial. Podría también nacer un nuevo cártel sobre reservas futuras represadas (Moratoria petrolera) cuya contribución a evitar emisiones fuera recompensada.
Hay muchos lugares en el mundo dónde la extracción de petróleo, carbón, gas causa enormes daños locales, tanto ecológicos como humanos, todos estos lugares, son considerados candidatos a la adopción del modelo Yasuní-ITT.
Como vemos, las ventajas para el Ecuador y el mundo del Modelo Yasuní-ITT son muchas. El Ecuador habrá abierto las puertas para un nuevo liderzazo energético, al menos a nivel regional. Ecuador se habría posicionado en el contexto internacional con un liderazgo diferente, un liderazgo con personalidad propia y con capacidad de revertir las relaciones de poder y de cooperación en temas de cambio climático. www.ecoportal.net
* María Fernanda Espinosa Garcés - Ministra de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración
Notas:
[1] Sustainable development and OPEC, en Ecological Economics and Sustainable Development. Edward Elgar, Cheltenham, 2007
[2] El presidente Rafael Correa dijo así: “Finalmente, ante el fracaso del Tratado de Kyoto, la OPEP podría convertirse en el gran coordinador mundial para la lucha contra las emisiones de CO2. ... junto a otros países exportadores de petróleo, la OPEP podría institucionalizar la lucha contra el calentamiento global, por ejemplo, con la imposición de un impuesto especial a los países consumidores, que sirva para... dar compensaciones, así como recursos para energías alternativas, a los países más pobres que son las principales víctimas de dicho cambio climático”.