Por Santiago G. de la Vega
La liberación de gases producto de nuestras actividades ha potenciado el efecto invernadero natural. La deforestación y el consumo de combustibles fósiles son nuestras principales actividades que implican su liberación.
La radiación solar que llega a la superficie de la tierra en parte es absorbida, y en parte reflejada como radiación infrarroja de menor energía. El oxígeno y el nitrógeno, los gases más abundantes en la atmósfera, no absorben esta radiación reflejada, mientras que sí lo hacen el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso, el clorometano y el ozono.
Resulta así un un efecto invernadero por causas naturales, que mantiene la superficie de la tierra bajo cierto rango de temperatura.
Pero la liberación de gases producto de nuestras actividades ha potenciado el efecto invernadero natural. La tendencia de aumento de CO2 se viene registrando desde el año 1860 y la deforestación y el consumo de combustibles fósiles son nuestras principales actividades que implican su liberación.
Por otra parte hay mecanismos de retroalimentación que pueden potenciar o contrarrestar los efectos.
El vapor de agua, es la sustancia que absorbe y emite más radiación infrarroja en la atmósfera baja, y su concentración se incrementa a medida que aumenta el calentamiento global.
La información más valiosa sobre los cambios en la concentración de CO2 proviene de diversos observatorios situados en puntos estratégicos, aislados de agentes externos de producción de gases y representativos de grandes masas de aire, sea en áreas oceánicas o continentales.
El continente antártico es un ambiente que reúne dichas características. A la casi nula liberación de gases por parte de actividades del hombre, se suma la muy escasa vegetación terrestre: las variaciones que pudiesen causar en cambios en concentración del dióxido de carbono prácticamente no interfieren.
Actualmente existen 15 estaciones que toman registros continuos en el mundo, y tres de ellas se encuentran en La Antártida. En nuestra base Jubany, situada en la isla 25 de Mayo (islas Shetland del Sur); en la base Syowa, de Japón; y en la base Amundsen Scott, de Estados Unidos, situada en el Polo Sur. Entre otras cosas, los datos permiten comparar variaciones entre invierno y verano, día y noche, y los efectos del viento.
Por otra, nuestro país inicio estudios sobre temas relacionados a bordo del rompehielos A.R.A. Almirante Irizar. En febrero de 2000, comenzó un proyecto en convenio entre el Instituto Antártico Argentino y la Universidad Pierre y Marie Curie de París para estudiar el flujo de dióxido de carbono entre la atmósfera y el mar, y su influencia sobre las comunidades del plancton marino.
Como consecuencia de esta tendencia global de incremento del CO2, se están registrando aumentos en la temperatura. Del análisis de los registros de distintas bases se ha detectado un aumento de la temperatura desde la base Orcadas hacia la Península Antártica, y al ritmo presente, significaría un aumento de 1º C en 20 años.
De estudios glaciológicos recientes en el continente, hay evidencias concretas del retroceso de los glaciares y de barreras de hielo. Se destaca la inmensa ruptura de la barrera de Larsen en el verano del 2002.
Una de las consecuencias más evidentes del aumento de temperatura y consecuente retroceso de los hielos terrestres, es el cambio en el nivel de los mares, aunque hay otras variaciones que serán menos evidentes como las que se dan en corrientes oceánicas.
Durante los períodos glaciarios, con temperaturas de entre 3º C y 5º C inferiores a las actuales, el nivel de los mares descendió hasta 100 m por debajo del actual.
Hace 100.000 años se dió el último período interglaciar, con temperaturas de entre 2 y 3º C superiores a las actuales y nivel de los mares entre 5 y 7 metros más elevados.
Actualmente el nivel de las aguas está subiendo a un promedio de 2 mm anuales, mientras que se ha determinado que en los últimos 5.000 años el incremento estuvo en el orden del 1 mm por año.
Los cálculos de predicción indican que el derretimiento de los hielos provocaría un ascenso de hasta 1,5 m en el nivel de los mares en los próximos 50 años.
Efectos sobre la vegetación terrestre de la Antártida
El calentamiento (desde 1950, en la Península Antártica la media de temperatura del aire en verano subió 1º C; ver pág. 00) actúa en forma diferente sobre el pasto antártico (Deschampsia antarctica; gramínea) y sobre el llamado clavel antártico (Colobanthus quietensis; familia Cariofilácea) y serían acumulativos entre estaciones.
Parámetros como tasa de fotosíntesis, tasa de crecimiento de la planta, y el éxito reproductivo, ayudan a evaluar los cambios. Las estructuras reproductivas de ambas especies tuvieron más desarrollo o más maduración ante aumentos de temperatura. Colobanthus, produjo mayor número de semillas por estructura reproductiva, aunque las semillas no fueron más viables ni más pesadas.
Más de 30 años de monitoreo sobre poblaciones de estas plantas con flor en islas subantárticas demostraron un aumento en su abundancia. Se ha sugerido que el calentamiento del aire durante el verano, ha facilitado la maduración de sus semillas, la germinación, y la sobrevivencia de plantines. También se sabe de su expansión en la Península Antártica, al menos desde los últimos cinco años.
Continuar con los monitoreos y estudios arrojaran nuevas luces sobre estos temas.
* Santiago G. de la Vega
Lic. En Cs. Biológicas
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