Persia, un imperio revolucionado por las mujeres. Del negro al multicolor

Por Rosalía García Moreno

Conciliar el fuerte autoritarismo de la República Islámica con valores democráticos es difícil de palpar en el día a día. El impulso procede principalmente de los jóvenes, sobretodo, las féminas.

Enquistada desde 1979 en los rigores religiosos que impuso la Revolución Chií de Jomeini, la antigua Persia brama ahora por la democratización de sus estructuras políticas. Así lo atestiguan los resultados de los últimos comicios celebrados en el país, cuando el presidente reformista Mohamed Jatamí venció a la oposición conservadora con un 80 por ciento de los votos. Sin embargo, su intención de conciliar el fuerte autoritarismo de la República Islámica con valores democráticos es difícil de palpar en el día a día. El impulso procede principalmente de los jóvenes, sobretodo, las féminas. Quizás porque hasta hace poco muchas mujeres han sido lapidadas en Irán en cumplimiento de la Sharia (ley islámica), que condena así el adulterio y la blasfemia. Las últimas víctimas, una actriz pornográfica en mayo de 2001. En abril del presente, Ferdows B., mientras que su compatriota Sima espera desde enero su ejecución. Jatamí tiene ahora otros tres años por delante, avalados por el masivo voto femenino, rebelde donde los haya. Ya se sabe, tras la opresión viene la revolución.

El sueño desde Isfahán
Las impresiones y declaraciones recogidas durante mis dos meses de estancia en Irán refutan los datos alcanzados por el ayatoleslam en las urnas. La participación juvenil fue masiva, reflejo de la avidez de aperturismo que anhelan las nuevas generaciones. Es el caso de Azadeh. Una adolescente universitaria de profunda mirada. Su rostro es hermoso, pero es lo único que de ella se ve. La encontramos en una de las muchas casas de té que animan el río Zayandeh, en Isfahán, una de las ciudades más hermosas de Irán. Solas las mujeres no pueden establecer conversación alguna con el sexo opuesto. Pero sí con los foráneos. Y la joven, acompañada de su hermanita, no duda en establecer curiosa conversación. Sabe que hay países en los que podría salir con muchachos de su edad -no tiene más de veinte años-, lucir su brillante cabellera y acceder a puestos de trabajo acordes con su formación. Comenta en perfecto inglés que sus estudios universitarios poco la ayudarán para realizarse en un futuro. Todos los libros que ha leído comienzan igual: "En el nombre de Dios, el misericordioso, el compasivo". Su condición legal, usando el Corán como referente, la considera menor de edad toda su vida. Cuando prescinda de su padre, necesitará a su hermano o a su marido. Será la esposa de quien su progenitor decida y se quedará en su hogar oculta a la mirada de sus paisanos. El dominio que ejercen aquí los hombres empieza por esconder a sus mujeres. Y lo que no se ve no existe. Es musulmana, pero no entiende la opresiva situación a la que está sometida. "Que crea en Alá no debe ser obstáculo para ser feliz", señala. Comemos Abgusht, cocido servido en potes separados, muy famoso en estas tierras. Fumamos en narghille. Esta pipa de agua es entretenimiento común entre los varones persas, aunque algunas jóvenes les dan caladas esporádicas. A los iraníes les encanta. Sustituye al tabaco, igual que el té al alcohol.

Pocas mujeres osan probarla, pero Azadeh se siente protegida por la compañía extranjera. Y es que, pese al rechazo absoluto que profesan los dirigentes espirituales de esta República Islámica hacia la cultura occidental "y sus perversiones" -manifiesto en carteles oficiales, como el ubicado a las puertas de las cuevas Ali Sadr, enclave de esparcimiento en los alrededores de Hamadán-, la charla con extranjeros no está mal vista siempre que haya mujeres en el grupo "depravador". Y prosigue sin pausa: "Lo que en verdad quiero es irme a Europa para terminar mis estudios, allí no tendré problemas". Azadeh tiene mitificadas, por libertarias, grandes urbes europeas como París o Londres. Es el sueño de una muchacha curiosa que no quiere desperdiciar las oportunidades que le brindaría la vida en libertad. Pero hay muchos indicios de que pueda despertar pronto de este letargo permanente.

El sueño desde Alemania

Paralelamente, las críticas al fundamentalismo islámico y la propagación de la madurez intelectual de la sociedad iraní claman a la par en el mundo occidental. Como ejemplo, Solale Shirasi, exiliada iraní que vive desde hace catorce años en Constanza, al sur de Alemania.

Antes de que Jomeini se erigiera en la máxima autoridad de la por él fundada República Islámica, las mujeres llevaban una vida activa en Irán. En el ámbito universitario, artístico, pedagógico... pero también en el político.

Tras la Revolución Chií de 1979, muchas intelectuales iraníes fueron asesinadas. Otras, como Solale y su esposo, Alí Shirasi, huyeron ilegalmente del país en búsqueda de asilo político. De eso hace ahora catorce años en los que no han desistido en asegurar la educación y ayudas a los hijos e hijas de exiliados iraníes y afganos en la Persische Schule local así como en establecer diálogos con los cristianos -protestantes y católicos, en enseñar a la población alemana las danzas persas -severamente castigadas en Irán-, pero, sobre todo, "para contribuir a que el cambio aperturista florezca en Irán y para que los europeos conozcan las grandezas y miserias que son posibles en nombre del Islam", señala Solale.

Ella es una mujer moderna. Y elegante. Es profesora de farsí en la Universidad de Constanza, pero también habla perfectos alemán e inglés. Su abundante y fuerte cabello azabache luce libre junto al gran lago, el Bodensee. Casi como ella. Lo único que ahora la constriñe es la imposibilidad de revelar su verdadera identidad. "Pero yo soy feliz, aunque no tengo duda de que lo seré del todo cuando pueda regresar como persona a mi país. Tendremos que esperar un poco, pero lo haremos, sin duda".

Alí, de 51 años, fue maestro cuando sólo tenía 16, luego ingresó en la Facultad de Pedagogía de Teherán para convertirse en profesor de Matemáticas en la escuela secundaria. Sus intentos de organizar un sindicato de profesores le llevaron a la cárcel en dos ocasiones, primero durante el régimen del Sha y después con el de Jomeini. "En Irán experimenté lo que implicaba luchar por la libertad, pero en Alemania mi arma contra la dictadura impuesta por Jomeini es la pluma. Con ella trato de clarificar al público alemán cómo se formó la República Islámica y cuáles son las fatales consecuencias cuando política y religión se concentran en una sola persona".

No conforman Organización No Gubernamental alguna, aunque mantienen el contacto con asociaciones germanas de refugiados.

De forma voluntaria, preparan la programación, se las envían a las iglesias y a las instituciones y éstas los invitan a seminarios y encuentros más y menos informales siempre con propósitos sociales y divulgativos. "De un lado, enseñamos a los refugiados a adaptarse a Alemania, explicamos sus problemas a los médicos y tratamos de proveerles de alimentación; de otro, les leemos poemas y cuentos persas, nuestra hija Mariam muestra a los alemanes nuestros bailes tradicionales para hacer ver al resto del mundo que Irán es más que un grupo de fanáticos como Jomeiní y sus seguidores", puntualiza Alí.

La hija, Mariam, se aposta muchas tardes en el interior del mayor centro comercial de Konstanz, Seereincenter y se maquilla a la par que sus padres y otros voluntarios preparan la escenografía.

Los curiosos ensimismados se aglutinan a su alrededor. Son muchos y de todas las edades. Los que la conocen, la extrañan.

Suele vestir vaqueros con camisetas y suéteres a la moda occidental. Pero ahora se enfunda en las gasas y tules dorados que la transportan a su Persia ancestral que no natal. La muchacha danza con extrema elegancia y sensualidad, cautivando a los presentes. "Así llegan a conocer virtudes de nuestra cultura, porque a Occidente sólo suelen llegar los defectos", apunta Solale.

La exigencia que gritan parece obvia. "Nuestro objetivo es precisamente constituir un nuevo ejecutivo en el que un civil elegido por el pueblo iraní nos gobierne y los religiosos regresen a las mezquitas, que es su sitio. Una democracia", continúa su mujer. Son ya 22 años durante los cuales esta idea ha ido arraigándose entre los iraníes. Fundamentalmente entre ellas, que son las que padecen una fuerte discriminación en seguimiento de las leyes islámicas. "Ahora muchísimas mujeres son requeridas en Irán para realizar trabajos de segunda clase; somos la primera fuerza civil, pero, por desgracia, allí no somos consideradas personas". No pueden acudir a los campos de fútbol pese a ser fervorosas seguidoras, ocupan asientos separados de los hombres en autobuses y aulas universitarias -qué más da-, las playas del Mar Caspio al norte y del Golfo Pérsico al sur cuentan con zonas de uso exclusivo masculino y femenino, al igual que las piscinas; les está vetado maquillarse e ir a alguna discoteca.

Muchas de las universitarias se desplazan para estudiar desde sus áreas rurales a las grandes ciudades, donde las costumbres son más relajadas y gozan de una tímida autonomía lejos de sus progenitores. "Jatamí no trabaja para las mujeres, las universitarias quieren irse a Europa para vivir libres; pero las diferencias económicas se agravan cada vez más entre los ricos y los pobres, no es suficientemente fuerte", añade Solale.

La esperanza radica ahora en conseguir que las maniobras obstruccionistas de los conservadores se debiliten. En que la paulatina incorporación de las universitarias al mercado laboral obligue al gobierno a replantear el importante papel de éstas en la sociedad iraní. Las pocas que lo consiguen hasta el momento deben preservar en todo momento su invisibilidad. Caso de las presentadoras de informativos o las "modelos" que ilustran las revistas femeninas."Lo primero son los derechos humanos. La mentalidad, la cultura, la religión... siempre son secundarios y ése es otro de los puntos en los que interesa insistir porque no se cumple en mi país", insiste Solale, quien tiene un hijo y una hija, nacidos ambos en Alemania y que, por el momento, no verán los ahora resquicios del corazón de la Ruta de la Seda.

Pero la lista de atentados contra los fundamentos del Islam puede estirarse casi tanto como se quiera. Siempre en detrimento de la mujer, "aunque, por fortuna, cada vez son más las que tratan de violar estas prescripciones mediante su desacato y organización de potentes manifestaciones estudiantiles. Así, muchas se maquillan, se sientan junto a los muchachos en la Universidad y en las casas de té, tienen expectativas positivas a pesar de que al régimen no le agrade y combata estas distensiones mediante fuerzas policiales", sigue.

Las protestas no están organizadas por partidos políticos, pues están igualmente censurados por el régimen Ayahtollá. "La represión genera pasividad en gran parte de la población iraní, pero las ingentes sublevaciones contra ésta son más indicios de que nuestras mujeres y jóvenes no se cansarán nunca de vehicular sus deseos, que no son otros que la libertad y, paradójicamente, todas estas cuestiones prohibidas nada tienen que ver con la política". Y es que dos tercios de los iraníes son menores de 25 años y el sistema electoral permite el voto desde los 15. Las puertas de la esperanza están abiertas.

Pasarelas de moda en Teherán

Esta circunstancia se está reflejando también en la indumentaria femenina, que quiere alcanzar progresivas cotas de libertad. La arquetípica imagen de la mujer iraní envuelta en el chador negro se está viendo desfigurada. El Irán de hoy día ya no prohíbe los desterrados desfiles de moda. Hace ahora dos meses, Teherán acogió la celebración de uno simbólico, organizado por la Fundación de Mutiladas de la Guerra. El negro sobre negro se transformó en un despliegue de atrevidos colores y texturas. Los vestidos que mostraron 150 modelos femeninas fueron deleitosamente observados por medio millón de mujeres. Les parecía un sueño hecho realidad. Ellos son el símbolo del gran cambio anhelado, sin perder las reminiscencias de los trajes históricos y regionales. Los sugerentes e innovadores modelos son un verdadero compendio de la historia de la moda en el país, borrando la más reciente. En ellos se encuentran elementos de las culturas sasánida, safávida o las dinastías Zand y Kajar.

Dejan los pies al descubierto y las gasas proporcionan voluptuosidad a tan bellas mujeres, tan escondidas.

La cultura persa siempre ha cautivado a los occidentales de antaño, con la aventurosa Ruta de la Seda y la divulgación de los Cuentos de las Mil y una Noches -tan reales al contemplar los edificios iraníes- hasta a los contemporáneos. Si no fíjense en el espectáculo informativo en el que se ha tornado la subasta de los vestidos de la fallecida princesa Soraya, segunda esposa del último Sha de Persia. Ahora sólo falta que estas propuestas vanguardistas se implanten entre las empleadas de los organismos de Asuntos Exteriores, empresas y líneas aéreas, en un primer paso, para generalizarlos por su propio peso en un segundo. La desmitificación de que la mujer es el sexo débil empieza a tomar el carácter de retrógada. Es en ellas en las que se están cuajando todas las paulatinas aperturas del régimen.

No obstante, las reformas son paulatinas. Este desfile requirió la autorización de los ministerios de Interior y Cultura y el control gubernamental de la prensa sigue siendo inaudito. De hecho, el evento pasó prácticamente desapercibido en las líneas de los periódicos. Las autoridades no han cesado en el cierre provisional de los reformistas y cibercafés, en el corte del suministro de información exterior que pueda hacer temblar al régimen que derrocó al Shah Pahlevi. Son censurados y reabren clandestinamente a los pocos meses. Es la pescadilla que se muerde la cola. "Pero ello no impide que aún así se sigan colando ideas aperturistas por la red y que calen, claro, porque la libertad no es un problema de mentalidad, es el principal derecho del hombre. Y de la mujer". Y concluye con un profundo suspiro.

* Rosalía García Moreno ROSALIEGM@terra.es