Por Padre Luis Barrios
Vieques nos ha dado mayor visibilidad en un plano internacional. Sin embargo, me sigue preocupando que en este momento todas las energías están en sacar a la Marina de Guerra de los Estados Unidos de Vieques, Puerto Rico sin que tomemos mucho más en serio la presencia militar en toda la nación.
El pasado 30 de octubre se conmemoró un año más de la gesta patriótica de lo que conocemos en los anales históricos puertorriqueños como la Revolución Nacionalista del 1950, o sea, la Revolución de Jayuya.
La esencia de esta gesta era lograr la descolonización e independencia de Puerto Rico a través de un movimiento de liberación armado. Don Pedro Albizu Campos y Doña Blanca Canales son dos personajes céntricos en la inspiración de esta sublevación contra el gobierno imperialista de los Estados Unidos y su gusanera nacional Boricua.
El desorden del colonialismo engendró sus contradicciones de resistencia concluyendo, como dijo Don Pedro: "cuando la tiranía es ley, la revolución es orden". Ahora bien, en un tono reflexivo, autocrítico, de hermandad y respeto, les comparto mis humildes preocupaciones concernientes a lo que -a mi juicio- se caracteriza por demostrar nuestra crisis ideológica y retroceso político. Les confieso que siempre he creído en los ejercicios patrióticos que rescatan y preservan la memoria histórica de nuestras hazañas de liberación. Los mismos son como punto de partida que nos recuerdan de donde venimos y hacia donde debemos ir.
También es una manera de presentar nuestros respetos y agradecimientos a unos procesos y a unas personas que se sacrificaron por la patria. Pero por otro lado, también les confieso que me preocupa enormemente el que estas hazañas sólo sirvan para darnos una oportunidad para conmemorar acciones que en última instancia pasan a ser masturbaciones patrióticas, las cuales nos placen momentáneamente. Pero tal y como la masturbación -que no satisface aunque desahoga- estas se convierten en válvulas de escape para desahogar nuestro patriotismo energético, hasta que las volvamos a repetir.
A mí me parece que en este momento histórico es necesario que podamos reflexionar críticamente sobre la relevancia, consistencia y coherencia de nuestro trabajo ante la realidad colonial de nuestra patria.
Me parece preciso que podamos encontrar momentos para evaluar seriamente nuestras diferencias y similitudes, estrategias y tácticas, y por supuesto, avances y descensos. Particularmente que por lo menos podamos comenzar por responder a dos preguntas: ¿Cuál es la realidad que queremos cambiar en este momento en Puerto Rico? y ¿cuáles son las alternativas que estamos considerando para cambiar esa realidad? Por supuesto, a mí me parece que el escenario prioritario debe ser la realidad colonial de Puerto Rico, y cómo lograr que su descolonización e independencia nos conduzca a la soberanía nacional.
Por esto, con respeto -y ofreciendo la oportunidad a que se me objete- critico aquellas actividades políticas que más allá de preservar la memoria histórica y fortalecer nuestras luchas de resistencia actuales, solo giran alrededor de nostalgias nacionalistas, romanticismos patrióticos, añoranzas descolonizadoras y melancolías independentistas. En este despojo de patriotismo catártico seguimos pensando tercamente que los tiempos pasados fueron los mejores, y a la vez entretenemos la descorazonada autosugestión de que esos tiempos jamás volverán. Y por supuesto, a todo esto se le suma el aliento apocalíptico de la llegada de un Mesías, otra Blanca Canales u otro Pedro Albizu Campos.
Permítanme aclarar que no critico el soñar y añorar. Lo que cuestiono es la parálisis revolucionaria que nos lleva a solo recordar, sin dejarnos ver nuestra crisis ideológica y nuestro retroceso político en los pasados veinte años. Entre otras cosas podemos continuar preguntándonos, ¿cómo podemos despertar la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo puertorriqueño? Yo soy de los/as que cree que nuestro pueblo tiene conciencia, pero la misma está dormida, por lo tanto es necesario que busquemos estrategias para despertarla. No olvidemos, esconder nuestra historia, nuestras resistencias de liberación, y el legado patriótico de nuestros/as héroes y heroínas es muy común dentro del colonialismo. Luego de este despertar entonces organizamos esa conciencia políticamente desde una perspectiva crítica y de clase. Este es el comienzo de la conciencia revolucionaria.
Entre otras cosas, la realidad de Vieques ha logrado unir muchos de los sectores políticos pero desde una perspectiva de violación de derechos humanos y no desde la falta de soberanía nacional. Vieques nos ha dado mayor visibilidad en un plano internacional. Sin embargo, me sigue preocupando que en este momento todas las energías están en sacar a la Marina de Guerra de los Estados Unidos de Vieques, Puerto Rico sin que tomemos mucho más en serio la presencia militar en toda la nación. Más cuestionable es identificar a Vieques como el problema cuando este es solo un síntoma de un problema mayor que conocemos como colonialismo, o sea, el imperialismo y militarización de los Estados Unidos.
En otras palabras, no pongamos todos los huevos en una sola canasta. En el caso particular de Puerto Rico y a la luz de la realidad del resto de nuestros países hermanos latinoamericanos, también debemos pensar seriamente en lo siguiente: En nuestro antiimperialismo nacionalista, ¿queremos pasar de colonia a semicolonia? La semicolonia, como escala de dominio entre un país subordinado y otro que doblega, es en parte el resultado de la "independencia política" y dependencia económica. Realidad que en última instancia pone en tela de juicio si en verdad existe una independencia política y por supuesto, si existe una verdadera soberanía nacional. Por favor no confundamos dependencia económica con relaciones económicas interdependientes, entre los países. La primera se ha distinguido históricamente por doblegar, oprimir y explotar, mientras que la segunda construye relaciones que complementan las realidades de los países envueltos. De aquí la necesidad del intercambio y negociaciones justas.
La dependencia la podemos evitar, la interdependencia es inevitable. Por lo tanto, me parece que un buen lugar para comenzar es dialogando, algo que no estamos haciendo. Podemos dialogar sobre la construcción de un movimiento común. De esta manera podemos emprender un ataque contra los enemigos que nosotras/os mismas/os hemos creado: el dogmatismo (infalibilidad política), el parcelismo (separar, dividir y fraccionar, porque cada parcela tiene la verdad), el caudillismo (crear movimientos cimentados en una persona), la competencia (un culto de adoración a la egolatría) y el proselitismo (la tarea de solo reclutar personas para mi organización).
Paz con justicia y viva Puerto Rico libre.
* Padre Luis Barrios
Iglesia San Romero de Las Américas New York lbarrios@jjay.cuny.edu