Por Por el Lic. Aldo Guzmán Ramos
A pesar de la creciente discusión teórica respecto a la relación positiva o negativa entre las empresas y el medio ambiente, es imposible obviar el impacto de los grandes problemas ambientales causados por nuestra forma de producir y de consumir.
A pesar de la creciente discusión teórica respecto a la relación positiva o negativa entre las empresas y el medio ambiente, es imposible obviar el impacto de los grandes problemas ambientales causados por nuestra forma de producir y de consumir. La alternativa, seguida actualmente por algunos empresarios, es incorporar al medio ambiente (es decir la protección del medio) como parte del negocio empresarial, como una herramienta más para competir en el mercado.
De esta forma, el sector empresarial, y en particular el industrial, se enfrenta a un doble reto ante el objetivo medioambiental; por una parte, incorporar la componente medioambiental en la estrategia de la empresa, realizando las inversiones necesarias en investigación y desarrollo de tecnologías limpias, modificación de procesos, medidas correctivas, gestión de residuos, formación, etc.; y por otra, posicionarse competitivamente en un mercado en clara expansión.
Es así, que en la actualidad, la gestión medioambiental (1), en el ámbito de la gestión empresarial comienza a constituirse en un factor crucial que influye decisivamente tanto en la imagen de la empresa, como en la calidad del producto, su costo, su comercialización y en definitiva en la competitividad. Es necesario que las empresas planifiquen ecológicamente, esto implica conceptualizar al medio desde sus aspectos natural y artificial, requiere detectar los problemas actuales y futuros. A tal fin, es menester traspasar las fronteras sectoriales y disciplinarias, temporales y espaciales, para abordar la realidad con su interdependencia sistémica, sus límites y su complejidad (Morán, 1999).
La historia ambiental del planeta, nos muestra que "durante la primera gran ola de preocupación por el medio ambiente hacia fines de la década de 1960 y a principios de 1970, muchos de los problemas parecían ser de índole local: los productos provenientes de tubos de desagüe y chimeneas individuales; la respuesta parecía radicar en la regulación de estas fuentes de contaminación" (Schmidheiny, S. 1992). Así las medidas anti-contaminantes se fueron aplicando a las fábricas desde etapas bastante tempranas con objeto de paliar los efectos negativos de su funcionamiento, se trataba de actuaciones a escala muy local, puesto que sólo a dicha escala tales efectos eran percibidos. Los problemas medioambientales realmente se agudizan cuando se empieza a detectar que las actuaciones puntuales no sólo no eran suficientes, sino que algunas de ellas contribuían incluso a la generación de nuevos problemas o a ampliar la escala de los existentes. Pero "cuando el tema del medio ambiente volvió a figurar en la agenda política en la década de 1980, hace relativamente poco tiempo, los principales problemas se habían convertido en temas internacionales: la lluvia ácida, el deterioro de la capa de ozono, el calentamiento global, etc. Ahora los analistas no buscaron las causas en los tubos de desagüe y en las chimeneas, sino en la naturaleza de las actividades humanas. Es imposible mantener los métodos actuales de uso energético, explotación agrícola y forestal, protección de especies vegetales y animales, manejo del crecimiento urbano y producción de bienes industriales" (Schmidheiny, S. 1992).
Constituye un buen ejemplo de lo expresado lo ocurrido con la lluvia ácida, pues hasta los años sesenta esta se concentraba principalmente en el entorno de las fuentes contaminantes, "pero a medida que se incrementaron los consumos de combustibles y las chimeneas de las centrales de energía fueron aumentando su altura para favorecer la dispersión y disminuir la contaminación local, los gases contaminantes se iban concentrando en niveles más altos de la atmósfera facilitando su circulación a largas distancias" (Jiménez Herrero, L. 1989), pasando de ser un problema local a uno global.
Frente a esta situación se plantea la necesidad de solucionar la problemática ambiental, justificándose la importancia creciente de la cuestión ambiental en nuestra sociedad. Además el medio ambiente constituye una gran fuente de empleo, por ejemplo la industria ambiental en Canadá a mediados de los años noventa agrupaba a 4.500 empresas que registraban ganancias por 16.700 millones de U$S, de los cuales 9.000 millones eran por servicios y el resto por productos para el cuidado del medio ambiente (Korn, M. 1998); también se impone como factor de localización de actividades económicas, se manifiesta como un importante acicate para la modernización industrial, se percibe como elemento fundamental de la calidad de vida y finalmente se comporta como testimonio de la gestión de una sociedad.
Lentamente, la mayor concienciación por parte de los consumidores y la presión de la opinión pública, parece inducir al mundo de los negocios, a adoptar prácticas sostenibles con respecto al medio ambiente, así en 1992 aparece Changing Course: A Global Business Perspective on Deveoplment and the Environment cuyo autor es Stephan Schmidheiny, pero que reúne las opiniones de líderes empresariales del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) (2), Cambiando el rumbo fija los pasos que deben seguir los gobiernos y el resto de los empresarios para asegurar la supervivencia de las futuras generaciones.
La exigencia de conocimiento público, junto con la sensibilización de la población, ha logrado que muchas compañías amplíen su campo de miras sobre quién tiene legítimos intereses en sus operaciones.
También, la adopción de una concienciación medioambiental en la fase de diseño de los productos y sus procesos es uno de los métodos más efectivos para prevenir la contaminación (no olvidemos que la contaminación es un signo de ineficiencia, ya que implica la pérdida de energía), además los efectos negativos de la industria sobre el medio ambiente no se limitan al proceso de fabricación, sino que se extienden a etapas previas y/o posteriores, la primera en relación con las materias primas y la energía que consumen y la segunda con los productos, desechos y vertidos que ocasionan, por lo cual es necesario y fundamental atender a todo el ciclo de vida del producto (de la cuna a la tumba). Por último, debemos tener en cuenta que el éxito de la transformación industrial por medio de nuevas tecnologías, de proyectos innovadores y de mejores sistemas de gestión y control dependerá en buena medida del reajuste global de los mercados. Esto quiere decir que los precios asignados a los productos deben modificarse para reflejar el verdadero coste ambiental de la producción. Los mercados actuales ofrecen muy pocos incentivos para el desarrollo de un comportamiento ambiental responsable, fundamentalmente en los países subdesarrollados.
Por el contrario, en los países desarrollados, todo este proceso de acercamiento de las empresas con el medio ambiente toma cada vez más fuerza. Por ejemplo, la política ambiental en la Unión Europea ha adoptado actualmente la idea de que: los problemas ambientales no son sino el reflejo del comportamiento de los agentes sociales: empresas y consumidores. Es a ellos a quienes se dirige la acción pública en la idea de que la adaptación ambiental de las industrias repercutirá favorablemente en su gestión y de que los consumidores se vean motivados por el comportamiento ambiental de aquellas. Así el medio ambiente irrumpe con fuerza en la gestión empresarial, que debe atender a una legislación cada vez más restrictiva y a las presiones del mercado. En esto, la calidad ambiental es indisoluble de la relación calidad/precio, constituye una protección frente a terceros menos exigentes, permite reducir riesgos, ahorrar materias primas y energía, mejorar las relaciones con la administración y proporcionar una buena imagen empresarial. En definitiva, la competitividad de una empresa y su supervivencia a mediano y largo plazo, exigen la inclusión del factor ambiental en su gestión.
Esta presión ambiental sobre las empresas del mundo desarrollado se traslada también (en muchas ocasiones) a empresas de los países subdesarrollados, que deben invertir en tecnologías limpias para poder ingresar al mercado de los primeros.
Podemos decir que, teniendo en cuenta los elevados riesgos medioambientales derivados de las prácticas industriales contemporáneas, cualquier expansión significativa podría considerarse como ecológicamente insostenible. No obstante, es precisamente hacia una expansión de ese tipo a donde conduce el desarrollo global a medida que crece la economía industrial, y los países en vías de desarrollo suplen sus necesidades y colman unas expectativas cada vez más exigentes. En los próximos 60 años es posible que la economía global se quintuplique. En ese mundo del futuro, mantener los actuales (e insostenibles) niveles de presión sobre el medio ambiente sin duda va a requerir la reducción del impacto ambiental por unidad de producto nacional bruto en un 80%.
Pero, la sostenibilidad industrial no se puede alcanzar mediante empresas aisladas actuando en solitario. Un enfoque alternativo es la práctica de medidas preventivas contra la contaminación, el diseño verde y la adopción de sistemas generalizados de ciclo cerrado para el tratamiento de los materiales. Por descontado que esto requiere una estrecha relación entre proveedores, productores, distribuidores, usuarios y las empresas dedicadas a la recuperación o eliminación de residuos. El enfoque conocido como ecología industrial persigue la estructuración de la base industrial en todo el mundo siguiendo las directrices marcadas por los ecosistemas naturales, cuyos flujos cíclicos de materias y energía sean a un tiempo eficientes y sostenibles.
La ecología industrial evita los modelos lineales tradicionales de la producción industrial, según los cuales los residuos son inevitables. En un ecosistema natural no existen los desperdicios. Los recursos se mantienen, por ejemplo, cuando un organismo utiliza los productos residuales o desechos de otro organismo como alimento. De modo semejante, un ecosistema industrial estaría formado por complejas redes de alimentos que permitirían que los productos utilizados, los residuos y los desechos fluctuaran a través de las industrias (y de los consumidores) por medio de un sistema multidimensional de reciclado y aprovechamiento posterior. La incorporación del torrente residual al proceso de manufacturación de nuevos productos constituiría una parte integral de todo el proceso industrial. La ecología industrial redefine los residuos como materias fuente y origen de otro proceso industrial. La idea es que los procesos se puedan concebir, diseñar y organizar teniendo en cuenta tanto los productos residuales que originan como los artículos primarios y fundamentales a que dan pie. Todo esto en teoría, pero en la práctica, la puesta en marcha de una infraestructura de reciclado y de una cultura de consumo que apoye los ecosistemas industriales es un desafío complejo (3).
Es un desafío para la humanidad, porque es un problema fundamentalmente de gestión. Así el factor que más ha limitado las medidas preventivas anti-contaminantes y el impedimento clave a la hora de lograr la transición hacia prácticas sostenibles no es la tecnología, sino las prácticas de gestión y control. De esta forma, la transformación debe empezar en las salas de juntas, donde se gestan y se configuran las actitudes de los directivos, las estructuras organizativas y los incentivos de actuación. Sin un cambio en la cultura empresarial que abogue por una ética de la prevención y por los valores estratégicos de las prácticas sostenibles, cualquier cambio que afecte sólo a la parte tecnológica estará basado por lo general en compromisos a muy corto plazo.
Lograr la armonía entre el medio ambiente y las actividades económicas dependerá en parte del avance tecnológico respecto a la protección ambiental, pero fundamentalmente deberá producirse un cambio serio y profundo en toda la sociedad, sin excepciones, en cuanto a las actitudes y los comportamientos hacia el medio ambiente, es decir es necesario construir una cultura ambiental, que se imponga a la cultura del consumo. Como explica Claude Martín, Director General de World Wildlife Fund International con sede en Gland (Suiza), "han transcurrido 20 años desde que en todo el mundo se comenzó a debatir seriamente el tema del desarrollo sostenible. No obstante, durante este mismo lapso, hemos sido testigos de la dominación cada vez mayor de las fuerzas del mercado y del precipitado avance hacia la globalización del comercio, y todo parece indicar que el lugar ocupado por los nobles ideales del desarrollo sostenible en la lista internacional de prioridades, continuará descendiendo todavía más".
Esta caída del desarrollo sustentable como prioridad mundial se esta produciendo a pesar de que no existe ser humano que pueda discutir la necesidad de un desarrollo económico, social y ambiental equilibrado y basado en la satisfacción de las generaciones presentes y futuras. Es necesario implementar cambios más drásticos, y no tímidos intentos por mejorar la situación ambiental. Así, si no reducimos el nivel de consumo y explotamos los recursos naturales de manera racional, simplemente se agotarán y la vida para el ser humano será, tal vez no imposible, pero sí mucho más difícil.
Notas Bibliográficas:
1) La gestión medioambiental, en ocasiones es usada como sinónimo de gerenciamiento ambiental, este "… puede ser definido como una actitud de la dirección de la empresa que implica un compromiso de efectuar un cambio cultural generado en la preocupación que sus actividades tienen sobre el medio ambiente; pero ese cambio cultural no solo queda en la organización sino que debe existir un intento de trasladarlo al resto de la sociedad" (Cassino, 1995). El gerenciamiento ambiental tiene el siguiente alcance (Rodríguez Garay y Trentini, 1993):
a) abarca funciones que van desde la detección y concepción del negocio en las empresas, hasta la activación permanente y la transformación de las relaciones externas e internas necesarias para el desarrollo;
b) dada la amplitud de esta perspectiva, el gerenciamiento no esta reservado solo para los que integran el sistema directivo en los diferentes niveles jerárquicos, sino que abarca a la totalidad de las personas que realizan funciones comprendidas en el proceso, aunque solo se limiten a operar o movilizar recursos;
c) se pueden desempeñar funciones de gerenciamiento sin tener personas a cargo. Es la típica situación de los autónomos de empresas unipersonales pequeñas o los socios de organizaciones similares;
d) también incluye las profesiones liberales y a los especialistas que gozan de un alto grado de autonomía en ciertas organizaciones en la tecnoestructura o en el staff, aun cuando estén funcionalmente dependiendo de algún cargo jerárquico de línea (ecólogos, ingenieros agrónomos, ambientales, industriales, economistas, administradores, etc.);
e) asimismo, es posible desempeñar funciones de gerenciamiento que impliquen alternativamente mandar a otras personas o recibir órdenes o instrucciones, como los integrantes de los niveles intermedios de los cuadros directivos.
2) El World Business Council for Sustainable Development es una unión de 150 empresas internacionales alineadas por el compromiso de trabajar por el medio ambiente. En la Argentina su representante es el Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sustentable (CEADS).
3) Pero existen lugares donde se ha puesto en práctica: por ejemplo, en Kalundborg (Dinamarca), en ella los residuos industriales y el calor generado por la eliminación de esos residuos se intercambian en un arreglo solidario para dar lugar a una central eléctrica, una refinería, una fábrica de fármacos, una de cartón-yeso, una cementera, granjas y además calefacción para uso doméstico de sus habitantes. El acuerdo, que está resultando beneficioso, constituye un pequeño modelo de ecosistema industrial. (Schmidheiny, Stephan. 1992)
Bibliografía:
JIMENEZ HERRERO, L. M. Desarrollo sostenible y Economía Ecológica. Integración medio ambiente-desarrollo y economía-ecología. Madrid. Ed. Síntesis.(1996).
KORN, Manuel. Asignatura Pendiente. En Revista Ecología&Negocios. Año 2 – Número 8. 1998.
SCHMIDHEINY, Stephan. Cambiando el rumbo: una perspectiva global del empresariado para el desarrollo y el medio ambiente. Fondo de Cultura Económica México. 1992.
* Master en Ecoauditorias y Planificación Empresarial del Medio Ambiente.
Tandil. Argentina.
E-mail: aldo_ramos@hotmail.com