Por Cristhián Palma Bobadilla
La lógica neoliberal y su pensamiento economicista, base en este modelo de desarrollo, ha agudizado y diversificado la prolongación de condiciones de pobreza, mediante la ignorancia colectiva, la indiferencia, el individualismo y el consumo. Ello explica porqué, pese a que las economías en América crecieron fuertemente en casi toda la década de los 90, las tasas de desigualdad en materia de distribución de las riquezas se triplicaron en muchos casos. Mientras se piense el desarrollo sustentable desde las ideas de Milton Friedman, Popper y la Economía de Mercado, la verdad es que seguiremos prolongando un sistema dispar, en el que la especulación toma forma de solidaridad y la desconfianza es una realidad de facto.
El germen de la vida es la antesala al brote de toda humanidad posible, que muy de cuando en cuando aflora en medio del tránsito, del mismo modo que la savia brota en el último respiro de las hojas, herida abierta que nos recuerda nuestra magna inferioridad en medio de una realidad que existe por sí misma y no requiere tanta solapa discursiva en torno a su protección, más bien que conciencia de humanidad en torno a nuestra propia convivencia. El propósito de éstas líneas es generar un pequeño espacio de reflexión acerca de un fenómeno permanentemente anquilosado por los medios de prensa, y cuyo costo social ha extremando las condiciones de vida en la región, un fenómeno que pude conocer directamente a través de un viaje a mediados de 2009, y que tuvo como epicentro el altiplano boliviano…
Quizá no conozcan mucho de la desaparición del otrora glaciar Chacaltaya, una de las pistas de esquí más grandes del mundo y una de las reservas de agua dulce más importantes en toda la zona de la cordillera de los Andes. Desde mediados de los años 80 la Universidad Mayor de San Andrés -La Paz-, realiza estudios de predicción que no fueron considerados para la aplicación de medida alguna que evitara el desastroso resultado y la pérdida de estos recursos hídricos. Pero muy a mi pesar este es un hecho que se repite y nos concierne a todos, pues lejos de lo que podamos pensar desde esta extensa franja de tierra en la zona más austral del mundo, no somos una excepción a la realidad que vive nuestro planeta y que nos parece tan distante, basta con trasladarnos unos cuantos kilómetros al norte o al este, más allá de la protectora presencia de nuestra cordillera.
En Noviembre del año pasado, se filtró la noticia de que el caudal del Lago Titicaca había sufrido una importante disminución, y no sólo eso, se alertó que la falta de lluvias en los últimos meses provocó la disminución del caudal del Lago Poopó, que casi logra desaparecer la “Isla de Panza”, ubicada en el sector Oeste cerca a la población de Andamarca (según el Senamhi) en la región del Oruro. Como resultado de esta pérdida se puede apreciar una disminución de las actividades socioeconómicas vinculadas al aprovechamiento de los recursos hidrobiológicos del Lago Titicaca y Poopó, que afectan nuestras hermanas repúblicas de Perú y Bolivia. Junto al deterioro de la calidad ambiental y paisajística de estos Lagos, especialmente el Titicaca, se aprecia un incremento de la migración interdepartamental y extra regional, lo que evidentemente extrema las posibilidades de abastecimiento de las provincias aledañas e incluso, impulsa el movimiento demográfico al interior de nuestro país.
A pesar de que estos pueblos recogen la tradición de culturas milenarias, nos podrá parecer (fruto de la impronta de una dimensión imaginaria construida a partir de iconos basados en las relaciones de poder y de conquista) que estas sociedades no presentan una estructura sólida y ello dificulta casi cualquier forma de administración territorial, lo que a mi entender es una mirada prejuiciosa del fenómeno mismo. Para ser justos, corresponde afirmar que tal problemática reviste preocupación a nivel regional.
Al noreste de nuestro vecino país, la hermosa provincia de Córdoba ha sufrido drásticas variaciones climáticas, debido a las altas temperaturas y la escasez de precipitaciones que afectan a dicha localidad. Impactante resulta presenciar, como diques tan colosales como El Cajón, San Roque o Los Alazanes que alimentan casi toda la zona norte del valle de la Punilla en Córdoba, estaban muy por debajo de la media de su caudal normal e incluso en ciertas zonas logré apreciar como crece y luego se seca una pradera sobre lo que hoy es una especie de pantanosa estepa, situación que a quienes nos sensibiliza el tema, nos inunda de mucho dolor.
El verano pasado la realidad en este lugar era distinta, y no hablo de Córdoba capital, sino de sus interiores, más allá de Carlos Paz, La Falda o Cosquín… y no tan lejos como Cruz de Eje o la Rioja. Con amor escribo acerca de Capilla del Monte, un pueblito hermoso y acogedor, que actualmente ha experimentado un crecimiento en su población tan importante, que ha pasado de 9.000 a 13.000 habitantes en algunos años, hoy en día, una pequeña ciudad que no ha crecido al mismo ritmo en abastecimiento de servicios básicos, lo que agudiza el problema de la escasez de agua. Recuerdo que mi mujer me dijo entonces, que encontraba que el sol era amigable en este lugar, también recuerdo que por lo general las tardes eran bastante frescas, pues un viento frío recorría toda la zona colindante a los cerros, la temperatura era cercana a los 25° y casi no se percibía humedad. Sin embargo, este viaje nos demostró lo crudo que pueden ser estos cambios, pues desde temprano hasta muy avanzada la tarde, el sol pegaba con mucha fuerza en lo alto de nuestra mollera, un sol quemante, un aire muy cálido, pesado y mucha humedad. Luego supimos, que el problema de la sequía de los diques se debía a la escasez de precipitaciones. Casi siete meses sin una gota de agua de lluvia, habían condicionado nuestro viaje sin saberlo, pues la intendencia por orden de la gobernación provincial, iba a suspender el acceso de turistas a las zonas más afectadas. De hecho había una suspensión de suministro, que no permitía utilizar el agua para el riego doméstico, y el consumo de ella también era escaso, el problema de los incendios forestales debido a la combustión y el calor completaron un cuadro bastante desalentador. Gracias a Dios días antes de nuestra llegada llovió copiosamente, incluso con tanta fuerza que destruyó algunos caminos y arrastró algo de sedimento a los alrededores. Hace pocos días, me enteré de la intensidad de la ola polar que tiene paralizado Washington, la misma ola de frío que congeló Europa hoy tiene en jaque a la principal economía del mundo.
Seguramente el paso de los años, nos hará familiarizarnos con estos fenómenos y finalmente nos tendremos que acostumbrar a ellos. En efecto, la variación en el clima afecta nuestra percepción estacional y las conductas asociadas al control de la temperatura. Un ejemplo de ello, es lo que ocurre en la actualidad en Brasil. Las altas temperaturas en Río de Janeiro, han cambiado los hábitos de la población carioca que ha llegado a acudir a la playa por la noche y hasta la madrugada, de manera insólita, se han registrado más de 40° (45° incluso más que en el desierto del Sahara) y una sensación térmica que alcanza los 50°.
Pero estos efectos, ¿los podemos atribuir simplemente al resultado del proceso de concentración de gases con efecto invernadero (CO2) que insistentemente hemos denominado calentamiento global? Aunque en cierto grado parezca lógico y consistente, no debemos hacer más que dudar de esta postura absolutamente radical y que mucho entorpece el camino de quienes estudian seriamente la problemática sobre las variaciones del clima y sus efectos, pero ¿por qué? Pues bien, extrañamente esta es una teoría cuyo sustento es más bien ideológico y económico, una explicación perfectamente válida desde el punto de vista pragmático en la política tradicional, mas que un fenómeno natural. Y no niego los efectos nocivos del uso de combustibles fósiles, gases e hidrocarburos, pues evidentemente estos propician un debilitamiento en la capa de ozono (O3), e impacta el ecosistema alterando nuestro medio ambiente y perjudicando nuestra integridad física. Pero los resultados de numerosas investigaciones desarrolladas incluso antes de la creación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) han demostrado en principio que tales efectos, por perjudiciales que sean, no se relacionan con esta creencia de que la temperatura se concentre a niveles críticos creando un estado de creciente calor en la Tropósfera o Estratósfera terrestre. Tal como hemos descrito, también podemos percibir olas de frío polar que agudizan las características propias de un ciclo estacional. Hablaremos entonces de variaciones climáticas o cambios en el clima. En segundo lugar, a partir de la década de los 90 múltiples experimentos comprobaron una correlación entre la temperatura, la actividad solar y los ciclos de manchas solares. Probablemente sea el sol y no el dióxido de carbono el principal responsable en el cambio de la temperatura, y como no, si es él quien nos brinda calor y energía. Las nubes, por otro lado, también intervienen en este proceso enfriando la tierra, las nubes controlan el clima, y éstas son controladas por rayos cósmicos, finalmente las ondas cósmicas están controladas por el sol. Por ello, si no comprendemos el sistema climático, esto es, si no entendemos todos los componentes que participan en estos procesos, como los rayos cósmicos y manchas solares, el CO2, el vapor de agua, las nubes o si sólo estudiados de forma particular cada uno de ellos, como si fuesen por si mismos el origen de este fenómeno, entonces el modelo en la práctica no es aplicable, pues el rango de pronosticación climático varía mucho de acuerdo a los supuestos en que se basan estos modelos. De este modo controlando sólo ciertas y determinadas variables puedo hacer lo que sea que espere de ese modelo, que sea más cálido o más frío es cuestión de supuestos, esto transforma la perspectiva del calentamiento global en lo más frívolo del fenómeno en cuestión.
De hecho esta teoría comienza a desarrollarse tras algunas predicciones de mediados del siglo XX, estas predicciones vaticinaban el comienzo de una nueva era glaciar. En aquellos años algunos científicos hablaban del uso del CO2 con objeto de propiciar el calentamiento en la temperatura del globo y por entonces la teoría del calentamiento global parecía una locura. Para algunos gobiernos como el de Margareth Thatcher el problema de la energía era un problema fundamentalmente político. Para la segunda mitad del siglo XX, la crisis del petróleo produjo una fuerte recesión económica en el mundo y la organización nacional de mineros decidió paralizar sus actividades, atacando el centro de la legitimidad de los grupos conservadores y su proceso industrial basado en el uso de hidrocarburos. Thatcher como medida preventiva, montó una campaña para fomentar el desarrollo de energía nuclear, lo que en cierta forma, devolvería el control y la seguridad del Estado a la oligarquía en ejercicio. Fue la creencia de que el dióxido de carbono era el responsable directo del incremento en las temperaturas, el argumento que Thatcher esperaba para dar solidez a su campaña, el desprestigio en el uso de estas tecnologías, comenzó por financiar una serie de estudios científicos cuyo único foco de atención era la creación de un sustento empírico que reafirmara su teoría. A petición de Thatcher, Reino Unido creo una unidad de modelo climático basado en la relación antes descrita. Curiosamente este modelo, sentó las bases para la creación de un nuevo comité de Cambio Climático que asesoraría a las Naciones Unidas, me refiero al origen del IPCC.
Pero no sólo fue un gobierno de derecha el que levantó esta teoría, miles de grupos ambientalistas vieron con buenos ojos esta crítica y de algún modo, se sumaron a los cambios. Para algunos analistas políticos, fue el debilitamiento de los movimientos de izquierda tras la caída del comunismo soviético, el que forzó a estos grupos a elaborar un contra-discurso que le diera legitimidad al ejercicio de sus demandas. Al buscar un nuevo emblema para combatir el proceso de desarrollo industrial y el capitalismo podían seguir siendo actores sociales perfectamente identificados con la misma causa (anti-imperialismo capitalista), y el dióxido de carbono era lo que necesitaban, pues es un gas industrial que se relaciona con el desarrollo de la economía global de mercado.
De esta forma, daba la impresión de que todo el mundo estaba a favor de lo mismo y que el sistema iba camino al colapso, y es comprensible que así fuese, pues es difícil ir en contra de una forma aceptable de producción sensacionalista. Por impresionante que parezca, esta teoría permitió levantar un supuesto que favoreció a las economías más poderosas del mundo y cuyos efectos son similares a la tentativa de Maltus, la creencia de que el fenómeno es producido por determinada forma de progreso social, instrumentalizó el fenómeno del cambio climático con objeto de introducir determinadas modificaciones que, aunque poco sustanciales, garantizaran la continuidad y legitimidad del sistema en base a nuevas directrices del modelo de progreso social (esto mientras los efectos del cambio climático sigan su curso), es así como casi toda la comunidad internacional vio con buenos ojos adaptarse a estas nuevas exigencias, las que en cierta forma, limitaron la autonomía y el desarrollo de las denominadas economías emergentes, especialmente del Asia, las que no lo hicieren simplemente recibieron el repudio de la comunidad internacional.
A fines de los años 80 (1987) un comité formado por distintos expertos y representantes del mundo económico y político, elaboraron un informe conocido como el informe Brundtland (Nuestro Futuro Común), el que logró equiparar dos problemáticas que afectan profundamente nuestras sociedades modernas, y lo hizo a partir de una concepción económica basada en la idea de desarrollo sustentable. Fue así como se logró, por un lado, conectar el problema de la contaminación del medio ambiente con la problemática de la pobreza en el mundo, y su solución era básicamente la misma, introducir en la economía ciertos patrones que rigieran la conducta de los sujetos que intervienen en el mercado basado en la lógica del racionalismo de consumo y la dependencia a un sistema de solidaridad social, impulsado por una idea de bien común, que a su vez es la causa principal de la producción de riquezas. Esta relación permitió a economías del tercer mundo recuperar su confianza en el éxito del mercado y abrirse a la posibilidad de materializar en él sus aspiraciones. Esto explica la fuerte presencia de organismos como la CEPAL en América durante casi toda las décadas de los 80 y 90, y la casi nula existencia de formas de gobierno contrarias al sistema democrático, pues sólo este sistema de gobierno era propicio para el desarrollo del capital. La tarea era ardua y compleja y su fracaso no dependía del mercado en sí, sino de la capacidad de arraigar ese sentido de responsabilidad social en toda forma de actividad humana.
El problema es que la pobreza en sí no es una condición natural del hombre ni un atributo inherente a su especie, ella aparece como consecuencia de la escasez de recursos. Para la obtención de dichos recursos el hombre debe emplear su trabajo, poniendo en ejercicio así su capacidad adaptativa que es la fuente de toda actividad humana en "armonía" o directa relación con su entorno natural. Sin embargo, la realidad inclemente del entorno natural, presente en la diversidad de medios existentes (ecosistemas) y el desconocimiento de las características de estos espacios físicos, que para nuestros ancestros, lejos de ser benignos les impulsaba a actuar con vehemencia y determinación, condicionó su entendimiento del mundo a una dimensión socio-cultural en la que la capacidad de crear redes asociativas se hizo necesaria y constituyó seguramente, la piedra angular de nuestra evolución como especie.
Pero este fue, sin lugar a dudas un proceso lento e incierto. En él muchos hombres e incluso comunidades enteras perecieron no sólo a consecuencia del hambre, el clima o la amenazante presencia de criaturas salvajes, sino por disputas territoriales entre tribus vecinas o miembros de una misma comunidad. Supongo que hace miles de años, lograban sobrevivir quienes aprendieran a dominar nuevas tecnologías o herramientas, entre ellos el uso de canales de comunicación que con el tiempo se tornaron cada vez más complejos, esto permitió la continua generación de una cultura común, en base a la preservación de la tradición y el mito. Si bien no hablaremos de instrumentalización del medio sino hasta el siglo XVII, con certeza este fue el inicio de un proceso de producción cultural, que conoció de una economía local y doméstica, de relaciones de poder en el seno de las comunidades, de religión, de justicia social y de pobreza.
Desde esta perspectiva las condiciones de pobreza han acompañado al hombre en toda su historia, pero no debemos confundir lo que es resultado del fruto de la actividad del hombre, a lo que forma parte esencial y/o sustancial de él, esto es, aquello sin lo cual esa forma de vida deja de ser lo que es y por tanto deja de existir en cuanto tal (material ó naturalmente). De hecho, de este primer tipo de pobreza antes descrito, hemos evolucionado a formas mucho más dramáticas de empobrecimiento y exclusión, formas, cuyo fundamento está en la razón y no en las primitivas posibilidades de sobrevivir a nuestro entorno natural. En un principio, el fruto del esfuerzo diario nos permitía garantizar el alimento y con él la supervivencia de nuestra especie, pero en la actualidad, las necesidades mutaron a formas mucho más complejas relacionadas con la producción, uso y consumo de bienes de tercer orden. Muy poco de nuestro Producto Interno Bruto se destina en alimento a diferencia de lo que ocurre en países más pobres, aún en nuestros hogares, la mayor parte se pierde en el pago de créditos y casas comerciales.
Nuestro sistema de creencias que organiza los saberes y prácticas de la sociedad "moderna" así como el manejo de las relaciones de poder entre sus miembros, está en crisis y requiere con urgencia revisar cuestiones tan elementales como el acceso a la previsión y tan profundas como la inclusión de proyectos sociales nuevos y la distribución de las riquezas. Por ejemplo, el jugador de fútbol Cristiano Ronaldo, el mejor pagado de todo el orbe, en uno de los equipos más colosales del mundo, en la posición de mayor prestigio en el campo y desarrollando el deporte más famoso y competitivo de todos, recibe en promedio seis sueldos mínimos chilenos -el que actualmente está en $165.000, unos 309 USD- por hora al mes, esto equivale a decir que percibe una renta cercana a los 7.447 USD ($3.960.000) diarios, unos 223.410 USD, esto es, la suma de $118.800.000 al mes. Y me pregunto ¿porqué nadie cuestiona oficialmente estas diferencias? Nuestras autoridades, aquellas en las que recae la soberanía popular parecen no incomodarse con estas cifras. Es más, en la sociedad actual los derechos sobre la propiedad y el emprendimiento están elevados a la categoría de principios universales, por ello lo que a mí me parece una locura es perfectamente válido y aceptable bajo la lógica del libre mercado, especialmente cuando se afirma que tal inversión generará mucha mayor utilidad a la postre.
Pero esta fundamentación barata, omite una serie de considerandos que resultan cruciales en esta discusión. En primer lugar debido a que el dinero es sólo un medio de intercambio de bienes, que con el paso de los años ha sido incorporado al patrimonio familiar del hombre, debido a un proceso de cosificación y la necesidad de regular su circulación en el comercio, lo que lo transformó en la base de nuestra economía. Aún así sigue siendo un instrumento conceptual que nace de un consenso social y no un recurso por sí mismo, en consecuencia, nuestras sociedades impulsadas por las políticas de cada gobierno de tuno, adoptaron un sistema de administración de recursos mediante la línea de la adquisición del dominio de bienes conceptuales fácilmente transables, remplazando la tierra por números y cuentas bancarias. Esto infelizmente avaló uno de los montajes más grandes en la historia del hombre, un proceso de personalización de la economía, mediante la aceptación de que el mercado o los mercados son entes autónomos, capaces de ejercer control y regularse por sí mismos y asumir con ello, que el mercado establece ganadores y perdedores, llamado a fijar el precio de los bienes, los sueldos y toda forma de consumo.
Lo cierto es que detrás de la conducción del mercado y por cierto de esta creencia, hay operadores políticos y financieros, actores sociales que marcan el rumbo de nuestra política y el actuar de la vida cívica de nuestras sociedades. Finalmente, alguien podrá asumir que se invierte en aquello que genera utilidad, pero esta utilidad únicamente genera más animo de lucro y enriquece sólo a ciertos grupos que aunque parezcan, dada sus condiciones de vida, al margen de la sociedad como la conocemos, mantienen hegemonía y conducen los hilos de la vida intelectual y la difusión cultural en sentido restringido. En palabras de Antonio Gramsci, quizá el máximo representante del renacimiento del marxismo occidental, la hegemonía es un proceso de dirección política y cultural de un grupo social sobre otros segmentos sociales, subordinados a él. A través de la hegemonía un grupo social colectivo logra generalizar su propia cultura y sus valores para otros, permitiéndole ejercer un poder sobre otros. Este, expresa la conciencia y los valores de determinadas clases sociales, organizadas prácticamente a través de significados dominantes que conviven con significados subalternos y dominados.
Por ello, el economicismo como reducción teórica del fenómeno de la división social, resulta favorable incluso para explicar las causas de la problemática medioambiental. Sin embargo las demandas económicas son sólo una pequeña parte de la deuda social en relación al conjunto global de las relaciones de poder (relaciones de fuerza entre los miembros de cada comunidad) en la sociedad, quizá la más influyente en el mundo de hoy, pero no la más radical, siendo esta siempre acompañada por un elemento discursivo de carácter ideológico cultural, el cual en la actualidad enfatiza y promueve una satisfacción transitoria, basada en la infantilización de la participación social y valores radicados en el éxito económico de determinada actividad. Mientras esto continua así, muchas personas se suicidan afligidas debido a que no logran pagar sus deudas o no tienen nada para darles de comer a sus hijos y aunque nos parezca mentira, miles mueren a diario de hambre o producto de persecuciones políticas en el norte, centro y sur de nuestro país, así como en nuestras hermanas repúblicas de Argentina, Bolivia y Perú, al igual que en Brasil, Colombia, Ecuador y como ocurre en cada rincón del mundo.
Desde una perspectiva sociológica, la mayor parte de los sistemas de organización social, basan su legitimidad y continuidad, en la necesidad de satisfacer colectivamente aspiraciones de diverso orden (afectiva, espiritual, vital, sexual, etc.), esta unidad de sentido configura una dimensión simbólica nueva y prometedora, este es un denominador común en toda forma de comunidad posible, la idea de prosperidad social. Para poner en ejercicio estos ideales, es preciso dividir las funciones de la sociedad en torno al trabajo comunitario, y es probablemente aquí, donde se gesta una base conceptual en torno a la creación de un proyecto común, en el que necesariamente conviven intereses colectivos e individuales. No en vano se funden constituyendo jerarquías sociales conectadas por relaciones de confianza, las que otorgan valor a nuestra estructura institucional. Por otro lado, este mismo proceso de ordenamiento social, muchas veces degenera en la tentativa del poder sobre el otro, encubriendo la represión y albergando una lógica que propicia la aparición de condiciones de sujeción poco representativas y que en gran medida explican las causas de la pobreza en el mundo.
Durante muchos años se nos ha hecho pensar que estas condiciones surgen espontáneamente, casi como por voluntad de la naturaleza y nuestros instintos, esta es la lógica de Darwin de la evolución de las especies y la selección natural. Personalmente creo que si bien muchas de nuestras conductas son instintivas, de la más irreverente como situarnos en la cúspide de la escala evolutiva hasta la más insignificante, como especie hemos superado la fase selectiva debido a la capacidad de entendimiento y espero expresarme de la mejor forma posible en este punto, pues es una cuestión bastante compleja. Creo que el hecho de que podamos canalizar nuestros impulsos más básicos, conceptualizar nuestro entorno natural, construir la realidad y comprender el mundo en base a ideas, racionalizar nuestras experiencias más profundas y junto con ello, embriagarnos de sensaciones y sentimientos que nos conectan espiritualmente con todo aquello que nos rodea, motivando deseos y expectativas, dando forma a nuestra capacidad creativa, nos transforma en una especie altamente compleja, que bien puede relacionarse con su entorno social y natural sin comprometer con ello al otro, sin embargo, quizá como sociedad, aún no hemos logrado superar la fase primitiva y despertar nuestra conciencia de humanidad, proceso indispensable para evitar catástrofes naturales y sociales.
Es cierto que el Estado está llamado a hacer únicamente aquello que el sujeto no es capaz de hacer por sí mismo, también es cierto que no podemos desconocer la autonomía del sujeto y su capacidad creadora, además de las legitimas aspiraciones particulares que de él emanan. Pero no es menos cierto, que la lógica neoliberal y su pensamiento economicista, base en el desarrollo del modelo de prosperidad social, ha agudizado y diversificado la prolongación de condiciones de pobreza, mediante la ignorancia colectiva, la indiferencia, el individualismo y el consumo. Ello explica porqué, pese a que las economías en América crecieron fuertemente en casi toda la década de los 90, las tasas de desigualdad en materia de distribución de las riquezas se triplicaron en muchos casos. Ya lo he dicho antes, mientras se piense el desarrollo sustentable desde las ideas de Milton Friedman, Popper y la Economía de Mercado, la verdad es que seguiremos prolongando un sistema dispar, en el que la especulación toma forma de solidaridad y la desconfianza es una realidad de facto. www.ecoportal.net
Cristhián Palma Bobadilla , Marzo de 2010, Chile.