Por Aurelio Suárez Montoya
La manifestación de la crisis puede no ser necesariamente la de pueblos enteros cayendo desfallecidos por efecto de la hambruna, sino también puede darse el incremento inusitado de los precios de los alimentos, un alza de la inflación que obliga a los hogares a destinar un mayor monto de sus presupuestos para cubrir las necesidades alimenticias y nutricionales.
Muchos colombianos se están preguntando si la presente crisis alimenticia que recorre el mundo los afectará. Las causas que la han precipitado se presentan de un modo tal que pareciera como algo inexorable. La manifestación de la crisis puede no ser necesariamente la de pueblos enteros cayendo desfallecidos por efecto de la hambruna, algo que está sucediendo en Haití y en África según reportes periodísticos, sino también puede darse el incremento inusitado de los precios de los alimentos, un alza de la inflación que obliga a los hogares a destinar un mayor monto de sus presupuestos para cubrir las necesidades alimenticias y nutricionales. No obstante, lo anterior no exime a Colombia de una escasez física de ciertos géneros ya que no puede olvidarse que -como se verá más adelante- ha visto incrementar su dependencia de los alimentos básicos extranjeros.
El “mercado global” de Alimentos es un escenario de derrota alimenticia para los países del Sur.
En 2004, el Institute of Development Studies, en una investigación sobre las secuelas de la implantación del modelo de “libre comercio” para los productos agrícolas desde 1990, incluidos los alimentos, encontró, teniendo en cuenta las importaciones agrícolas como porcentaje del PIB, el nivel de dependencia de la agricultura y el suministro diario de calorías por habitante, que al menos 43 países tenían valores muy altos de vulnerabilidad y que otros 23 suministraban menos de 2.500 calorías al día por habitante, conformando un numeroso grupo de “países en desarrollo importadores netos de alimentos”
Entre 1994 y 2004, la producción de alimentos de todos los países en desarrollo cayó 10% respecto a la década anterior, mientras sus compras alimenticias externas crecieron 33%. Los países del Norte, encabezados por Estados Unidos, tomaron el control mundial de los alimentos merced a los mil millones de dólares diarios de subsidios estatales que les permite exportar sus excedentes a precios por debajo del costo y quebrar las producciones domésticas del Sur, al cual, para facilitar el asalto, se le obligó a eliminar o reducir los aranceles. El hambre que sufre el mundo tiene como primera causa ese perverso modelo comercial. Una presentación detallada de este hecho se muestra a continuación al comparar las importaciones y la producción de alimentos para los países en desarrollo entre 1984-1994 y 1994-2004.
Cuadro 1. Comparativo de la variación promedio anual de la producción y las importaciones de alimentos de los países en desarrollo entre 1984-1994 y 1994-2004
Fuente: FAO 2004. Panorama agricultura y comercio.
Los llamados países de ingreso medio y bajo fueron derrotados; éste no fue un fenómeno exclusivo de uno o dos países, Colombia quedó incluido entre los perdedores. Una revisión de la dotación en kilos por habitante de los principales alimentos entre 1990 y 2000 muestra el espectro del retroceso en términos de provisión alimentaria que al país se le ocasionó.
Cuadro 2. Colombia. Evolución de la dotación en kilos por habitante de los principales alimentos. (1990-2000).
Fuente: Suárez Aurelio, “El Modelo Agrícola colombiano y los alimentos en la globalización”, Pág. 95.
Hay evidencia de la pérdida de seguridad alimentaria, entendida como dotación proveniente de la producción nacional de alimentos. Con excepción de papa y azúcar la producción, con relación a los habitantes, decayó y el faltante para mantener los estándares de suministro de comienzos de la década tuvo que importase.
A falta de pan, buenas son frutas
La disminución de la producción de cereales y grasas en Colombia en la década inicial de la apertura económica no tiene discusión. Un perfil alimenticio de Colombia, hecho por la FAO en 2002, concluyó que el país entonces ya compraba afuera el 51% de las proteínas y calorías vegetales y el 33% de las grasas, contrario a 1990 cuando el 90% de la demanda nacional se cubría con producción autóctona. Desde entonces las cosas han empeorado, las importaciones han crecido en volumen y en costo.
Las compras externas del país de productos agropecuarios y agroindustriales pasaran entre 2002 y 2007 de 6’106.564 toneladas a 8’126.637 y los precios han tenido una curva continua ascendente. Una tonelada de maíz amarillo ingresó al mercado nacional en agosto de 2002 a 96 dólares y en marzo de 2008 lo hizo en 249; la de trigo ha pasado, en igual periodo, de 172 a 485; la de arroz de 242 a 524; la de cebada de 133 a 485; la de maíz blanco de 148 a 259. Cada vez Colombia importa más y más caro.
No es creíble que el ministro de Agricultura del gobierno uribista, Andrés Arias, afirme sobre esta realidad que el país “está blindado” frente a la presente crisis de alimentos. Como los neoliberales sostienen que, vía importaciones de petróleo y materias primas como carbón, café verde, oro en barras o esmeraldas en roca, los dólares que (por ahora) se pueden pagar las compras externas de alimentos, trata de imponer el concepto de “disponibilidad” que no elimina la vulnerabilidad del país en este campo. No interesa que los términos de intercambio sean más desfavorables ni cuánto resistirá el país.
El otro argumento es el de la “sustitución” por parte de “los consumidores que saben moverse a otros bienes”. Las frutas, tubérculos y hortalizas se presentan como sucedáneos de cereales y oleaginosas, como si se tratara de equivalentes en términos nutricionales. El siguiente cuadro permite explicar el engaño cuando se habla de “la producción de 28 millones de toneladas” haciendo tabla rasa de sus impactos en la nutrición y buena alimentación.
Cuadro 3. Comparativo en términos nutricionales entre cereales, granos y oleaginosas frente a tubérculos y frutas.
Fuente: FAO. Nutrición Humana en el mundo en desarrollo, construido por el autor a partir de datos en “Colombia: un Dialogo pendiente”, Garay y otros, Pág. 236
Como agravante, debe tenerse en cuenta que acorde con la encuesta desarrollada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) el 43% de los hogares presentaba alguna manifestación de insuficiencia alimentaria, doblando ese porcentaje con relación a 1989.
Aunque los aportes diarios de calorías por día por persona, según el último reporte público de la FAO, se han incrementado, los niveles alcanzados no son los mínimos aceptados como en el caso de las calorías que se ha fijado internacionalmente entre 2.600 y 2.950 kilo-calorías. La ingesta de proteínas ha descendido y la de grasas presenta aumentos decrecientes. Según estos datos la situación nacional en términos de nutrición es de suma gravedad y, desde luego, es concomitante con los indicadores sociales del país: una pobreza del 50%, una indigencia que casi llega al 15%, un desempleo de más de dos dígitos que se ha vuelto estructural, un coeficiente de GINI superior al 0,54, seis millones de personas que carecen de alimentos y una desigualdad aberrante, donde el 20% más rico de la población captura el 60% de los ingresos mientras el 20% más pobre solamente recibe el 3%.
Cuadro 4. COLOMBIA. Consumo de nutrientes por persona al día. (1990-2003)
Fuente: FAO. Perfil Alimenticio de Colombia
Enfrentando la espiral alcista sin producción…
A partir del año 2004 los principales alimentos del mundo han visto crecer sus cotizaciones internacionales. El trigo, el maíz y la soya entre los que más y recientemente el arroz. El índice de precios de la FAO, basado en los precios de exportación de los sesenta productos alimenticios transados internacionalmente, subió 37% en 2007 y lo había hecho en 14% en 2006. Ese índice, frente al periodo 1998-2000, se ha duplicado e incluso, en el caso de los aceites vegetales, ha superado en algo más este incremento. En Estados Unidos los precios de los principales artículos alimenticios subieron 4,3% entre noviembre de 2006 y de 2007.
En diciembre de 2007, Jacques Diouf, director general de la FAO, señaló como causas combinadas principales de este incremento las siguientes: 1) los niveles históricamente bajos de las reservas mundiales de muchos productos básicos, entre ellas las del trigo, que pueden llegar a sus mínimos en 47 años, o las del maíz, con un nivel de utilización total de apenas ocho semanas –una cifra preocupante, que bajó del promedio histórico de once semanas–; 2) los efectos del clima en importantes proveedores mundiales como Australia y Ucrania; 3) el aumento de las materias primas para los agro-combustibles, que ha llevado a que países como Estados Unidos vayan a pasar de utilizar una sexta parte de su cosecha de maíz para etanol, en 2006, a una tercera parte, en 2016, y a que la Unión Europea multiplique por doce, en ese mismo lapso, el trigo usado para agro-combustible; 4) el aumento de la demanda, sobre todo en China, Brasil e India (casi la mitad de la población mundial), de granos tanto para alimento como para forraje. En China, entre 1980 y 2007, se ha pasado de consumir veinte a cincuenta kilos de carne por habitante. También influye el crecimiento demográfico, a razón de 78,5 millones personas más al año; 5) el alza en los precios del petróleo tiene distintos efectos negativos: sube el costo de los insumos, en particular de los fertilizantes, y así mismo incide en el valor de los fletes; y –por su alta cotización– hace viable la producción de agro-combustibles (que son rentables a escalas de 40 dólares el barril), lo cual amplía la demanda de los bienes básicos como materia prima energética.
Otras instituciones como el FMI y el Banco Mundial hacen un diagnóstico similar. No obstante, simultáneamente se ha venido agregando un componente más perjudicial todavía. Correlacionada con la crisis financiera, los fondos de inversión (hedge-funds) han decidido incluir “las inversiones” de commodities alimenticios dentro de su portafolio. El propio FMI, en un Informe al respecto, afirma que los precios bursátiles de estos bienes básicos “han estado expuestos a los choques macroeconómicos” con lo cual “se magnifica el impacto de los desequilibrios entre oferta y demanda”, debido a las bajas tasas de interés y a una efectiva depreciación del dólar estos contratos a futuros de commodities se han vuelto “activos alternativos”.
Un artículo reciente de Bent Balzi y Frank Hornig al respecto señala que “los inversionistas han ganado del hambre desesperado de Honduras, Filipinas y Bangla Desh”. “Inversionistas financieros tienen ahora el control de los derechos por dos años de cosechas completas de un tipo de trigo comerciado en Chicago denominado ‘suave rojo’ de invierno”. En Alemania, reconocidos inversores han expresado que los commodities son “la mega-tendencia de la década”.
Para remarcar lo que los especuladores y los agro-combustibles están haciendo con los precios de los bienes básicos, entre los que se encuentran los alimentos, el Relator para los Derechos de la Alimentación de la ONU, Jean Ziegler, denunció el 28 de abril de 2008, que“ los biocombustibles son un crimen contra gran parte de la Humanidad, algo intolerable". Según la FAO, en el último año el precio de los cereales, especialmente el trigo, ha aumentado un 130 por ciento; el del arroz (el alimento más consumido del planeta) un 74 por ciento, el de la soja un 87 por ciento y el del maíz un 53 por ciento. La media de aumento del índice alimentario de la FAO, con vegetales, frutas y otros productos, es del 48 por ciento, (recuérdese que en 2007 subió 37% y en 2006 el 14%) a lo que hay que añadir los costes del transporte. Respecto a la especulación denunció que es “responsable del 30% de la explosión de los precios, especialmente la Bolsa de Valores de Chicago, donde los fondos de productos básicos dominan el 40 por ciento de los contratos”.
¿Puede acaso Colombia, defenderse de tales amenazas sin producir alimentos? No es posible. Sin lugar a dudas la turbulencia en los mercados de alimentos, incluyendo hasta los factores más perversos que están incidiendo, se reflejará en una alta tasa de inflación que en los últimos doce meses en Colombia ya está casi en el 6%. Esa es la forma como los pobres del mundo pagan las crisis; en últimas hacia ellos mediante todos estos mecanismos y derivados financieros se les está trasladando la recuperación de las pérdidas ocasionadas en otros mercados como los hipotecarios y los de divisas.
Los neoliberales insisten en que las importaciones, eliminando los aranceles son la solución. ¿Desconocen acaso que en casi todos los productos ya llegaron a cero desde hace un rato? Por ejemplo, el del maíz amarillo desde diciembre de 2006, el de la cebada desde septiembre de 2007, el de aceite de palma desde enero de 2007, el de trigo desde julio de 2007, el de la soya desde octubre de 2007 y el del sorgo desde diciembre de 2006. Tampoco pueden aducir que la tasa de cambio frente al dólar sea desfavorable para “traer comida”, si precisamente estamos en el nivel más bajo desde marzo de 2003, descendió de $2.960 a $1.790 y desde enero la revaluación es del 12%. Aún así desaparecieron el pan de $100 y el de $200.
Estas soluciones de comercio exterior para la alimentación de los colombianos, y sobre todo de los más pobres, están agotadas; persistir en ellas, como en el TLC, es propiciar iguales padecimientos a los de haitianos y africanos por hambruna. Porfiar que los importadores y sus casas matrices, como CARGILL, ADM, BUNGE, KRAFT FOODS, DREYFUSS y KELLOGS, van a ofrecer una respuesta adecuada para esta problemática es pensar que nos van a salvar los mismos que nos están emboscando; los que hoy, en conjunto con los fondos de inversión, controlan y especulan con las negociaciones de la comida del mundo. La tabla de salvación no puede ser el neoliberalismo, dado que es ahí donde radica nuestra verdadera debilidad. Es ese neoliberalismo el que destruyó la base productiva de los alimentos básicos en Colombia y en el cual se profundiza hasta límites superiores conduciendo el mundo rural nacional al cumplimiento de los designios coloniales que lo transformen en proveedor de materias primas y de fuentes de energía para las metrópolis y en importador netos de alimentos, tal como se hizo con África en las primeras décadas del siglo XX. www.ecoportal.net
* Senador Aurelio Suárez Montoya, Colombia
http://www.moir.org.co