Por Frei Betto
En la revista “Caros amigos” de abril de este año publiqué el artículo “Conversando con el diablo”. Me sorprendió la repercusión que tuvo entre los lectores. Ahora la conversación es más en alto…
En la revista “Caros amigos” de abril de este año publiqué el artículo “Conversando con el diablo”. Me sorprendió la repercusión que tuvo entre los lectores. Ahora la conversación es más en alto…
– ¿Usted cree que todavía hay espacio para mí?
– ¡Qué pregunta, Dios mío! ¿Usted se siente inseguro? ¿Ha leído los índices del mercado financiero?
– Es que las cosas en la Tierra cambian a una velocidad difícil de seguir. Antes yo era conocido como el Creador. Ustedes me agradecían a mí el ciclo de las estaciones, los frutos de la tierra, la lluvia y los vientos, las aguas de los ríos y los peces del mar. Cual mesa llena, creé la naturaleza para el bien de ustedes.
– Sí, Señor, sé que abusamos de su oferta. Al inicio sacábamos de ella lo necesario para la sobrevivencia. Para que no escaseara, respetábamos sus ritmos. Después descubrimos cómo reproducir la naturaleza: inventamos la agricultura y la ganadería. Y lo que tenía valor de uso pasó a tener valor de cambio. Nuestra ambición de riqueza transformó la dádiva en mercancía.
– ¿Qué hacen con la inteligencia que les di?, replicó Dios. ¿Qué diablo de avance científico es este que dio origen a la proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas, capaces de provocar destrucción en masa? ¿No ven que están destruyendo la biosfera?
– Perdón, Señor. Andamos liados en una paradoja: nuestro crecimiento económico no beneficia a los pobres y termina en la degradación ambiental.
– Antes ustedes estaban sometidos a la naturaleza, observó Dios. Había una estrecha relación entre el ser humano y su entorno natural. Era un caso de amor. Ahora el proceso se invirtió: ustedes han adquirido el poder de someter la naturaleza.
– ¿No era lo que usted quería? El día sexto de la creación ¿no recibimos la orden de dominar los peces del mar, las aves del cielo y los reptiles que se arrastran por la tierra?
– Dominar es una cosa; violar o estuprar es otra, reaccionó Dios. Ustedes han llegado demasiado lejos: envenenaron ríos y mares, contaminaron la atmósfera y ahora interfieren en los procesos químicos que determinan el envejecimiento orgánico y manipulan tecnológicamente los procesos genéticos. ¿A dónde pretenden llegar? ¿Quieren crear vida humana en el laboratorio y alcanzar la inmortalidad?
– Estamos movidos por el lucro, Señor. Todo lo que multiplica el dinero constituye una obsesión para nosotros.
– ¿Ustedes sólo saben conjugar los verbos sumar y multiplicar? ¿Y restar y dividir? ¿Cómo quedan los pobres?, objetó Dios.
– Acabar con el hambre de los pobres no produce dividendos, pero clonar seres vivos es sinónimo de mucha fortuna. Antes la política dirigía la economía; ahora la economía somete la política y arrincona la ética.
– ¿No ven que la economía está patas arriba?, exclamó Dios.
– Explíquelo mejor, Señor.
– Nunca se produjo tanto con tan pocos productores. La tecnología de punta sustituyó el trabajo directo, condenando a millones de familias a la informalidad en el sector de servicios y a otras tantas a la miseria. La violencia se globalizó. La dinámica del capital provoca una competitividad exacerbada. Islas de riqueza y de prosperidad están rodeadas de hambre y penuria por todos los lados. ¿No se dan cuenta de que promueven el diluvio y, esta vez, sin un arca que pueda salvarlos?
– Es verdad, Señor, toda nuestra vida social está contaminada por la mercantilización. Al contrario de los antiguos, ya no tenemos una moral que sirva de raíz a nuestra visión del mundo. Ni sé si tenemos una visión del mundo. El límite de nuestro horizonte es la pantalla de la televisión. Hoy vivimos en una sociedad pluralista, donde la religión también se transforma en artículo de consumo, y la ética se desmorona como base de un modo de pensar y de actuar común a todos. Cada uno mira por sí y Dios por ninguno.
– A pesar de ello, continúo apostando por todos, suspiró Dios. Soy Padre, pero no soy paternalista. No habré de interferir de nuevo en la historia humana, como hice al enviar a mi Hijo. Les di un mundo paradisíaco, un jardín. Ustedes lo estropearon casi todo: contaminaron los lagos, cortaron los árboles, cazaron los pájaros, destruyeron la grama, secaron las fuentes. Ahora tratan de remediarlo. Encontrar fundamentos ontológicos a los principios éticos y políticos capaces de regular la vida social y personal. No tiene sentido la cohesión social derivada de la coerción oficial promovida por el Estado. Les creé libres, hasta el punto de poder rechazarme y cerrarse a mis dones. Si no recuperan la libertad con las armas de la justicia, la espiral de violencia sólo tenderá a crecer.
Retomé el comienzo del diálogo:
– ¿Por qué pregunta si todavía hay espacio para su presencia? ¿No ve que el mundo es cada vez más religioso? Proliferan las iglesias, los templos, los cultos, las sectas, los movimientos esotéricos. El ateismo pierde fieles, la fe está más viva que nunca.
– No es ése el espacio que busco, replicó Dios. También la religión se vuelve fuente de lucro y de poder. Mi pregunta es otra: ¿hay espacio para mí en el corazón humano? ¿Es mi voluntad lo que buscan las personas? ¿O son movidas por la vanidad, por la ambición, por el egoísmo? ¿Quién es capaz de reconocerme en el rostro del que tiene hambre, del que está oprimido o excluido?
– Voy a ser sincero, Señor. En ese sentido, no hay mucho espacio. Nuestros corazones se olvidan de orar, de tener compasión, de promover el gesto solidario. Temo que, después de haber roto la comunión con la naturaleza, estemos ahora dividiendo la familia humana. Y de paso nuestra sintonía con el Señor.
– Sí, ustedes me alaban con los labios pero no con el corazón. Me hacen cultos, pero no dejan libre al oprimido. Aman más la apariencia que el don.
Quedé preocupado:
– ¿Vas a dejarnos a la deriva? ¿Vas a suprimir tu obra, a reducir a nada la Creación?
– De ningún modo. Por más estúpidos que sean, no dejo de amarlos. Ni pretendo abandonarlos. Ustedes tendrán que aprender de sus propios errores. Sólo espero que no sea demasiado tarde.
Antes de que se marchase pregunté:
– Señor, en caso de que quiera encontrarlo, ¿dónde debo buscarlo?
– No necesitas ir lejos, dijo con una punta de ironía. Basta un balbuceo en tu mundo interior. Estoy en el lado de atrás de tu corazón. Pero prefiero que me encuentres en el rostro de los que sufren. www.EcoPortal.net
* Traducción de J:L:Burguet. 2-8-05