Desastres naturales, imprevisión humana y educación ambiental

Por Diana Durán

La geografía Argentina está modificándose en su naturaleza debido al impacto del cambio climático global que es un fenómeno planetario muy complejo. Esta variación del clima en todos los rincones de la Tierra tiene un origen natural y otro en la acción humana.

En los últimos tiempos nuestro país padece catástrofes que cualquier ciudadano podría comparar, si no fuera por las diferencias en la cantidad de población afectada, con los países tropicales. Inundaciones urbanas de imponente magnitud como la de la ciudad de Buenos Aires, inundaciones rurales recurrentes en la Argentina húmeda -como en el NO de la provincia de Buenos Aires, incendios voraces de bosques y montes naturales en Mendoza y La Pampa -entre otras provincias de la Argentina árida-, tornados devastadores que arrasaron poblaciones como Guernica y acechan a tantas otras en la provincia de Buenos Aires. Estos son algunos ejemplos de los desastres naturales agravados por la imprevisión humana en nuestro país.

Además de los titulares e imágenes que todos recordaremos algunos números son elocuentes de las consecuencias humanas de tales eventos: cinco muertos en la inundación urbana de enero de 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1600000 ha bajo el agua en la comarca de Pehuajó, 2300000 ha incendiadas en la provincia de La Pampa.

La geografía Argentina está modificándose en su naturaleza debido al impacto del cambio climático global que es un fenómeno planetario muy complejo. Esta variación del clima en todos los rincones de la Tierra tiene su origen en factores tanto astronómicos como el movimiento de rotación de nuestro planeta, así como por la variación de la cantidad de energía que llega a la Tierra debido a las explosiones solares. Además, las efusiones de los volcanes aumentan la cantidad de aerosoles (pequeñas partículas suspendidas en el aire que disminuyen la salida de radiación terrestre incrementando la temperatura.) Otros muchos factores tienen origen en la Naturaleza.

No sólo los factores físicos modifican el clima. También la acción humana especialmente a través de las emisiones de gases industriales y energéticos, la deforestación, las formas ineficientes en el uso del suelo, las políticas inadecuadas de construcción de obras hidráulicas, la ausencia de políticas ambientales y territoriales -entre otras- tienen una influencia destacable en la imprevisión del cambio climático.

Las consecuencias en la escala planetaria son notables: aumento de las temperaturas en determinadas regiones, inundaciones o sequías en otras, deshielo de glaciares y, entre otros fenómenos, el avance del mar sobre territorios costeros. Estas consecuencias, como es lógico, se localizan en determinados espacios geográficos de distinta extensión.

El cambio climático planetario es indagado científicamente desde hace años y actualmente existe un Panel Intergubernamental de Cambio Climático que reúne a estudiosos de todo el mundo que advierten permanentemente acerca de las consecuencias positivas y negativas de este proceso geográfico de gran escala que también tiene impactos en la escala local ?ciudades, comarcas, regiones. Lamentablemente, estos temas no atraen ?mucha prensa? ya que el poderío mediático, especialmente el televisivo no se ve atraído por explicar las causas de los desastres sino por mostrar sus consecuencias tan crueles.

La noticia periodística del calentamiento global es percibida por la mayoría de la población como un cambio muy lejano en el tiempo y en el espacio mientras las noticias de primera plana de los desastres naturales son seguidas con intensidad no sólo por su carácter local sino porque afectan directamente a las personas y comunidades. Aquí ya comienza a revelarse el papel de la educación ambiental.

Un hecho sí es inexcusable: la población y las comunidades locales afectadas reaccionan ante estos procesos con indignación por las consecuencias que sufren, pero atribuyen las causas en todas las ocasiones a las políticas gubernamentales y, por lo tanto a la clase política. Es razonable. Sin embargo, conviene señalar que la realidad no es tan lineal sino muy compleja y como hemos visto no hay unos pocos factores naturales causantes así como no puede adjudicarse toda la culpa a un solo actor social. En la trama de la relación naturaleza-sociedad se producen múltiples conexiones y causalidades que hay que esclarecer para intervenir con acierto. Una de ellas es enseñar a la población: que la causa de la tropicalización de las tormentas es el cambio climático; mientras que la imprevisión de las consecuencias es humana. Una diferencia no por tan ostensible razonablemente ponderada en momentos de la catástrofe.

Por ejemplo, cabe advertir que la magnitud de los fenómenos extremos que están ocurriendo supera la dimensión de las obras de infraestructura realizadas y proyectadas tanto en las áreas urbanas como en las rurales. Muchas de las obras ya realizadas no son apropiadas por el permanente desencuentro entre el corto plazo político y el largo plazo que requiere la racionalidad ambiental.

También es muy relevante la percepción de la propia población que cree tener poca o ninguna influencia en la mitigación de los efectos de los desastres naturales. Sin embargo, la participación ciudadana y la acción comunitaria son esenciales para paliar las conmovedoras situaciones humanas que se presentan en inundaciones, sequías, tornados, entre otras catástrofes y promover su previsión a través del consenso y la petición ante las autoridades. Cooperativas agrarias, foros de ciudadanos y juveniles, instituciones locales diversas, organismos no gubernamentales, entre otros, son vectores exitosos de acciones ambientales positivas.

El papel de la educación ambiental

Importa referirnos al papel de la educación ambiental y, en general, a toda la educación sin adjetivarla. La educación ambiental es concebida como un proceso de toma de conciencia y acción social sobre los problemas ambientales y sus alternativas de solución. Sin embargo, y a pesar del esfuerzo individual de los docentes innovadores, y de los últimos cambios curriculares en el ámbito de la educación formal todavía los resultados son incipientes y requieren una capacitación docente adecuada para que sus beneficios accedan a las aulas.

El compromiso social y comunitario de la educación ambiental involucra a todos los que se relacionan con la escuela. Es una ocupación que partiendo del conocimiento, las habilidades y las actitudes educativas se escapa de las fronteras del establecimiento educativo para promocionar acciones que tengan un impacto social positivo. La tarea como es lógico supone guardar la distancia necesaria entre las competencias educativas y las sociales para resguardar a los alumnos y docentes en sus funciones de aprendizaje y enseñanza y no transferirles actividades de las que son responsables otras instituciones y actores sociales.

Uno de los compromisos sociales destacables de la educación ambiental es el aprendizaje en servicio a través del cual los alumnos desarrollan experiencias locales minuciosamente organizadas y planificadas desde la escuela con la participación de la comunidad educativa. Muchos ejemplos hay en el país de estas experiencias y notoriamente exitosos sus resultados. La participación comunitaria debe incentivarse y se verá cuán distinta es de la actual burocracia gestada en la última década en los ámbitos gubernamentales de incumbencia ambiental.

En síntesis, los desastres naturales cada día más recurrentes no pueden adjudicarse en sus causas y consecuencias solo a la naturaleza sino también al agravante de la imprevisión humana y como cuña positiva en esta interacción el papel de la educación ambiental es estratégico.

*Diana Durán
Geógrafa
Fundación Educambiente