Por Pablo Sessano
Buenos Aires, a pesar de mantener un record de calidad ambiental respecto de otras ciudades de la región, en los últimos años, lejos de mejorar, viene decayendo marcadamente en este aspecto, lo cual se debe a una ausencia crónica de propuestas educativas sistematizadas de Educación Ambiental (EA).
Hace años que, desde diferentes espacios en el gobierno y en particular en la secretaría de Educación (SED), venimos alertando sobre la ajenidad, que para la educación publica en la ciudad más grande del país, representa la crisis ambiental.
Buenos Aires, a pesar de mantener un record, imperfectamente medido, de calidad ambiental respecto de otras ciudades de la región, en los últimos años, lejos de mejorar, viene decayendo marcadamente en este aspecto, lo cual se debe a razones de índole económica y política, pero también a una ausencia crónica de propuestas educativas sistematizadas de Educación Ambiental (EA).
La crisis ambiental crece invariablemente porque esa es la lógica que impone el modelo económico y social que ha fundamentado el desarrollo moderno. Para contrarrestar este indeseable crecimiento hay que actuar simultáneamente en dos planos y en dos dimensiones temporales, reflexionando sobre los fundamentos del modelo para modificarlo mas temprano que tarde y sobre las consecuencias concretas de su aplicación para contrarrestarlo ahora mismo.
Si bien en el ámbito de la educación en la ciudad (y en general en el país) se pueden registrar experiencias salpicadas como al voleo, en rigor, la escuela en la ciudad de Buenos Aires permanece todavía al margen de estos procesos: la educación de los chicos y la de los docentes, tanto como la de los ciudadanos es ajena a esta realidad cotidiana, una realidad que marca los limites naturales, tecnológicos y filosóficos del estilo de vida y el modelo social que venimos transitando.
Se trata sin duda de una crisis de conciencia ciudadana que tiene aspectos muy diversos y se evidencia en diferentes sectores, pero respecto a la cual el sistema educativo debería reaccionar.
En los últimos años ha habido algunas experiencias educativas vinculadas a la cuestión ambiental, pero convocadas desde áreas ajenas a la gestión educativa o ambiental del GCBA y de las cuales participaron más instituciones educativas privadas que públicas.
De las pocas experiencias relacionadas a lo ambiental promovidas desde la administración pueden mencionarse escasas visitas o paseos incluidos como parte de la oferta cultural e itinerarios urbanos del Programa Buenos Aires en la Escuela y algunas actividades educativas realizadas hasta hace dos años por la SMA y el Ente de la Ciudad, algunas experiencias escolares, más en primaria que en media, muy esporádicas, algunas pocas en el marco de proyectos mas amplios como Escuela Solidaria a nivel nacional y otras que por no trascender, por no encontrar eco, perdemos de vista. Destaca en este panorama la acción educativa promovida y sostenida durante toda una gestión por el saliente Defensor del Pueblo para medioambiente urbanismo de la Ciudad. En el ámbito de la capacitación docente podría decirse que la EA prácticamente no figura.
Los esfuerzos mas sistemáticos y sostenidos de Educación Ambiental llevados a cabo en el sistema educativo, y en general en la gestión gubernamental en la CABA con excepción del trabajo mencionado de la Defensoría, corresponden, sin duda, por la claridad de sus fundamentos, por la diversidad de destinatarios a los que se dirigió, por el nivel de articulaciones intersectoriales requerido y alcanzado y por constituir iniciativas sostenidas por varios años, las experiencias del Programa Buenos Aires Pura Vida, más centrado en el área primaria, y del Programa Zonas de Acción Prioritaria en el marco de su focalización en las poblaciones más vulnerables y consecuentemente en el área de media. Suman en conjunto alrededor de 15 proyectos diferentes y múltiples experiencias reproducidas en ese marco y a lo largo de mas de siete años.
Estos proyectos tienen fundamentación y planificación y muchos de ellos evaluación de resultados, su desarrollo ha dado lugar a diferentes planificaciones y producciones en el marco de la gestión, incluso en colaboración con otras áreas, y son la única base experimental consistente con que cuenta el sistema educativo para diseñar y proponer una oferta de Educación Ambiental adecuada a la coyuntura de la ciudad que le contiene y al estado del conocimiento sobre el tema, que el mismo sistema exhibe. Además estos proyectos han funcionado como referentes del campo en el sistema, durante estos años.
Aún así, y a pesar de las intenciones manifiestas que guiaban estas experiencias, las mismas no logran constituir un proyecto sistemático de EA que alcance entidad y relevancia dentro de la oferta educativa publica de la ciudad, lo cual es atribuible a la crisis de conciencia mencionada que afecta también a la administración pública.
Es dable suponer que el proceso de instalación de un campo de la EA debería producirse en forma espontanea como resultado de preocupaciones sociales y ciudadanas. Pero hay que reconocer que esa secuencia "lógica" de legitimación de temáticas de reflexión y espacios experienciales, ya no es esperable, resulta muy lenta y frecuentemente equívoca respecto de las necesidades que impone el acelerado proceso de deterioro planetario y local por un lado y de la vertiginosa y contradictoria influencia mediática por otro.
Sabido es que las principales causas del deterioro ambiental mundial son las modalidades industriales de producción y consumo (Agenda 21, parágrafo 4.3) y la propia Agenda 21, por no mencionar tantas otras directivas y recomendaciones en este sentido, surgidas de múltiples consensos internacionales desde Estocolmo y Tbilisi hasta ahora, menciona que Las instituciones de educación son destacadas como los espacios en donde debe fundarse el cambio cultural (Agenda 21, parágrafos 25.14d, 36.3, 36.5c; Programa para Continuar…, parágrafo 105); asimismo, se subraya el papel de espacios con vocación pública para esta tarea, sin embargo la escuela en general, y en Buenos Aires en particular, aún en nada se ocupa de estos aspectos.
Esta ajenidad de la que hablamos constituye una omisión muy significativa, considerando la historia de la reflexión internacional y el fortalecimiento del consenso alcanzado en torno a la EA, que hace que esta sea en la actualidad, el campo educativo no disciplinario mas ampliamente difundido en todos los países del mundo, y uno de los primeros que fue considerado como necesidad educativa general para todos los habitantes del planeta; el retrazo que evidencian los diagnósticos en cuanto a su instrumentación constituyen a esta altura, en relación a las manifestaciones criticas del deterioro ambiental, así como a la magnitud cultural que el fenómeno implica, un problema serio.
Como apunta Gaudiano.E "..en el marco de lo educativo, la educación ambiental ha sido vista como una educación subjetivada más, como son los casos de la educación multicultural, la educación para el ejercicio democrático y la educación para los derechos humanos. Campos emergentes, precariamente constituidos, …construidos en la periferia de lo educativo [de los sistemas educativos] y en los pliegues de la tesitura social de nuestros tiempos… que osan emplazar al sistema por un espacio en el de por sí cargado currículo escolar".
Esta es una situación, una actitud que hay que superar, pues la cuestión clave de la gestión de la sostenibilidad, que incluye o debería incluir a la educación publica, es la reproducción de líneas orientadoras de la conducta humana inspiradas en nuevos valores. Se trata de crear un universo simbólico capaz de dar lugar a un imaginario diferente sobre el mundo: una cultura de la sostenibilidad, y la educación tiene una función clara en ello.
Un desafío de diferenciación para la escuela, que deberá demostrar que en ella se incuban valores diferentes de los que se cocinan en otros medios y deberá intentar hacer extensiva su influencia más allá de la escuela misma.
La argumentación de que la escuela sola no podrá promover un cambio, es un argumento contraproducente que se inscribe en una lógica desesperanzada que justifica la autocomplacencia para con una institución que, aunque en crisis, ni fue, ni será fácilmente reemplazable y tiene aún un rol estratégico que cumplir.
Esperar pues una toma de conciencia espontánea equivale a no hacer nada, no educar, no informar o hacerlo elementalmente, un inmovilismo que constituye un posicionamiento retrógrado en términos ciudadanos, políticos y educativos.
La construcción de una conciencia ambiental, igual que la conciencia ciudadana (algo más aceptada), íntimamente vinculadas son tareas educativas, compromisos urgentes, que debe asumir el estado, toda vez que desde allí se establecen los lineamientos estratégicos que diseñan y conducen la educación de una buena parte de los ciudadanos.
Cuando se trata de re-definir que clase de educación promoverá el estado en este proceso de transformación y reconstitución que la Argentina parece encarar y Buenos Aires dentro de ella, eludir una vez más este compromiso significa que nada hemos aprendido.
Consecuentemente, frente lo resuelto en el quincuagésimo séptimo período de sesiones de la ONU celebrado en diciembre 2002, donde se aprobó el proyecto de resolución (A/C.2/57/L.45) que proclama al período decenal que comienza en enero de 2005 "Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sustentable", lo cual representa de alguna manera, la renovación de todos los compromisos anteriores referidos a la Educación Ambiental y para el Desarrollo Sustentable, al ordenar la preparación de un proyecto de plan de aplicación internacional que relacione los proyectos en curso, en particular el Marco de Acción de Dakar aprobado en Foro Mundial sobre la Educación con este Decenio, e invita a los gobiernos a incluir medidas de aplicación en sus respectivos planes y estrategias de educación a más tardar para el año 2005, se impone resolver activamente en este sentido dando lugar a la creación de espacios institucionales dentro del estado, en particular en el área educativa, especialmente dedicados a crear un marco de acción local en diferentes niveles y a promover la generación y consolidación de un campo de Educación Ambiental para el Desarrollo Sustentable.
Una tarea que dicho sea de paso, tampoco ha sido seriamente encarada a nivel nacional y provincial y que adquiere particular relevancia cuando nos referimos a la ciudad de Buenos Aires como ciudad real, es decir cuando nos atrevemos a pensar en la problemática metropolitana, una escala de interpretación y gestión mucho más realista, que espera la resignación de intereses jurisdiccionales para ser abordada.
Pablo Sessano
Especialista en gestión ambiental urbana y educación ambiental.