El cultivo de granos para la producción de biocombustibles, un mercado que creció un 800% en cinco años, como el etanol de maíz, avanza en la Amazonía y el Cerrado y podría amenazar la seguridad alimentaria de las poblaciones tradicionales.
Cuando el presidente Lula decidió volver a cobrar impuestos sobre la gasolina y el etanol en Brasil, a fines de marzo, poniendo fin a las exenciones resultantes de una maniobra considerada electoral por su antecesor, Jair Bolsonaro, el gobierno anunció que las tasas serían diferentes para cada tipo de combustible. Mientras que la tasación de la gasolina significó un aumento, en la distribuidora, de R$ 0,34 por litro, el etanol, popularmente llamado alcohol, subió sólo R$ 0,02 . La decisión se basó en una premisa ecológica, ya que el etanol es un biocombustible, una sustancia que tiene ventajas ambientales que emite menos gases de efecto invernadero en comparación con su pariente fósil, en este caso la gasolina.
Pero el aumento de la demanda de energía verde , combinado con la suspensión judicial de la siembra de caña de azúcar en la Amazonía, elevó al maíz a un lugar destacado entre las materias primas del etanol. Según la Confederación Nacional de la Industria (CNI), la producción de etanol de maíz se ha disparado casi un 800% en los últimos cinco años , al pasar de 520 millones de litros en la zafra 2017/18 a 4.500 millones en la zafra 2022/23. Y la perspectiva es llegar a los 10.000 millones de litros en 2030.
Advierten sobre los impactos ambientales del etanol de maíz
“El maíz entró porque la caña de azúcar está prohibida en la Amazonía”, explica Lucas Ferrante, doctor en ecología del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía.
En ese sentido, científicos y organizaciones de la sociedad civil alertan sobre los impactos socioambientales de esta producción en Brasil, donde los cultivos de maíz se extienden por zonas de la Amazonía y el Cerrado, lo que podría ser un vector de deforestación en esos biomas, aunque sea de manera indirecta. Y también existe el temor de que las comunidades tradicionales que habitan estas regiones dejen de producir alimentos para sembrar el grano, apuntando a este mercado emergente.
“El etanol de maíz ha demostrado ser una alternativa prometedora para reemplazar los combustibles fósiles, pero el impacto de este tipo de producción dependerá de las condiciones en que se cultive y procese el grano”, evalúa Carmem Araújo, directora general en Brasil de International Council on Clean Transportation (ICCT, o Consejo Internacional para el Transporte Limpio, en la traducción al portugués), una organización que monitorea las discusiones mundiales sobre leyes ambientales.
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