El Terrorismo y el Imperialistmo: Dos Caras de la Misma moneda

Por Dr. Oscar Natalichio

Los Estados Unidos, después de más de 20 años (1978-99) de crecer a una tasa anual del 3.0%, venían experimentando, desde fines del 2000, una fuerte desaceleración de

su economía que se manifestaba fundamentalmente en una drástica disminución del ritmo de crecimiento y en un creciente incremento de la desocupación.

Algo similar había ocurrido antes con Japón, que en la década 1978-88 mostraba un crecimiento anual del 3.8%, cayendo al 2.1% para la década 1988-98 y entrando en el estancamiento y parálisis de su economía desde el año 2000.

Los esfuerzos de los EEUU para resolver su irremediable crisis estaban encaminados a consolidar su situación como país explotador e imperialista mediante la aplicación de una política cuya culminación era el anexionismo de los países dependientes, en especial, los de América Latina y el Caribe. En el centro de esa política y como una etapa clave, se encontraba el ALCA.

Pero el proceso de deterioro de la economía de los EEUU se venía desencadenando de manera más veloz que la posibilidad para ellos de anexar a Latinoamérica vía ALCA, ya que se levantaban voces de protestas y fuertes movimientos en los distintos pueblos con el fin de evitar que desaparezcan sus naciones como tal y con ello desaparezcan el resto de empresas y comercios nacionales que, una vez ?integrados? deberían competir ?libremente? con monopolios de la cabecera del imperio.

La economía norteamericana entraba en una encrucijada. Sin tiempo para esperar y sin condiciones para acelerar el proceso de anexión que le permitiera saquear aún más a sus colonias. Y el fantasma de convertirse en otro Japón ronda sobre la mente de los imperialistas yanquis como una pesadilla.

Y computan otra pesadilla aún mayor: China Comunista. Este silencioso y enigmático país viene creciendo sin pausa y sin crisis. En la década 1978-88 registra un índice de crecimiento anual del 9.8%, en la década 1988-98 del 9.4% y durante los años 2000 y 2001 mantienen un índice superior al 7%. Este ritmo significa, nada más ni nada menos, que la riqueza total que un país produce en un año, es decir su PBI (producto bruto interno) va a ser, dentro de quince años, superior en China que en los EEUU. China pasaría a ser el primer país del mundo en PBI a paridad de poder adquisitivo. Es decir, la primera potencia mundial.

Estas dos pesadillas que tienen a maltraer a los sectores más reaccionarios del imperialismo yanqui, no las puede resolver pacíficamente. Nunca el imperialismo pudo resolver crisis terminales de manera pacífica. Lo prueban las dos guerras mundiales, lo prueban los múltiple conflictos regionales creados, armados y financiados por este imperialismo. El país más terrorista y sanguinario de la tierra necesita del terror para consolidar el poder de los monopolios y mantener en alto la cuota de ganancia de los mismos. Es el país que no cumplió con el desarme, que no cumple con ningún acuerdo internacional y que hoy ?gasta? 2.500 millones de dólares diarios en su industria y aventura militar, agravando las condiciones de vida de la humanidad toda.

Pero los ?halcones? debían resolver algunas cuestiones como ser: ¿cómo embarcar a la gente en un conflicto ?bélico?? ¿Cómo contar con la aprobación incondicional de la población para una aventura de esta naturaleza? ¿Cómo fabricar un ?enemigo??

Es obvio que se necesitaba contar con un acontecimiento de tal naturaleza, de tal brutalidad, de tal magnitud, que fuese capaz de provocar una gran conmoción en la población estadounidense y en la población mundial y que simultáneamente sirviera para tratar de frenar el creciente movimiento antiglobalización que les impide a los imperialistas reunirse en público y frenar el creciente antiimperialismo de los pueblos latinoamericanos que se expresa en los movimientos de los sin tierra, en Chiapa, en los piqueteros. También para eliminar a la guerrilla colombiana y para conspirar contra el gobierno de Venezuela y a continuar sus ataques terroristas contra Cuba.

Es obvio que se necesitaba contar con algo superior al autoatentado que destruyó el barco en el puerto de La Habana o al que permitió a los EEUU justificar el ingreso del mismo a la guerra de Vietnam. Ambos de su propia autoría.

Había que resolver la crisis profunda en la que está ingresando aceleradamente a la vez que había que detener a China en su crecimiento. La crisis, resolverla ya, lo de China requería posicionarse en algún territorio clave, estratégico, cercano a sus fronteras y cercano a las fuentes de abastecimiento de energía, de petróleo y gas: Afganistán. Y ese Afganistán, de 22 millones de habitantes, con un ingreso ?per cápita? de menos de 800 dólares anuales a paridad de poder adquisitivo, con una esperanza de vida de 50 años, sin tecnología, sin recursos, sin posibilidad de defenderse, es atacado por la potencia más grande del mundo y sus aliados del G7. Posiblemente nunca la humanidad registre un hecho tan bochornoso como éste. Miles de bombas y mísiles lanzados contra mujeres, niños y ancianos desarmados y desnutridos. El sangriento terrorismo de estado, encabezado por el mayor genocida de la historia, los EEUU, que se arroga el derecho de continuar asesinando a quien quiera y donde quiera, debe producir el más enérgico repudio de toda la ciudadanía internacional, de todo hombre y mujer digno. Los globalizadores de la miseria y de la muerte lenta de los pueblos han pasado a ser los globalizadores de la miseria y el exterminio rápido de los mismos. Este nuevo fascismo debe ser derrotado. La vida debe imponerse a la muerte. Y solo la unidad de los pueblos movilizados en su contra podrá detenerlo.

Debatir sobre quienes fueron los autores del salvaje atentado a las torres gemelas no es lo trascendental. Quiénes hayan sido; los fundamentalistas de Osana Bin Laden, o los fundamentalistas del mercado vía autoatentado, perseguían idéntico fin. Los Bin Laden fueron socios comerciales y políticos de los Bush. Negocios y bancos por un lado y acciones criminales por otro. Bin Laden operó como agente de la CIA y su misión era derrotar y exterminar a los Afganos progresistas, a aquellos que dejaban a la mujer curarse si estaba enferma, estudiar si lo deseaba, salir sin estar ocultándose de la luz. Con armas, dinero y entrenamiento de los EEUU, Bin Laden y los talibán se adueñaron de Afganistán, asesinaron a los hombres de espíritu libre e impusieron un régimen medieval y de terror.

Por eso, debatir sobre la autoría no es trascendental. En las dos puntas está la misma mano. Y el hecho real es que el atentado a las torres gemelas crea esa ?conmoción? necesaria para que el imperialismo impulse su faz más agresiva con apoyo masivo de la población, condición necesaria y suficiente. Las acciones de las empresas cayeron, pero las acciones de la industria militar crecieron y el negocio de recuperar la economía mediante una economía de ?guerra? comienza a andar sobre los más de seis mil cadáveres que lo justifican. Víctimas inocentes, productos del terror, que son utilizadas después de muertos para profundizar ese terror.

El derrumbe de la Unión Soviética y del bloque socialista les hace creer a los EEUU que ellos pueden disponer del mundo todo. Que pueden establecer qué hacer desconociendo los organismos internacionales que ellos mismos han creado, desconociendo la justicia que han manifestado respetar, entrenando y contratando nuevos asesinos, nuevos genocidas e incorporando el derecho de matar sin preguntar y de desaparecer sin explicar.

Y es cierto, y hoy se nota más que nunca, que la pérdida de la bipolaridad es una tragedia para los pueblos. Hace las cosas más complejas y costosas pero no por ello la hará imposible.

Hay que detener al terrorismo en cualquier parte del mundo y cualquiera sea su característica, sea individual, de grupos o de Estado. El terrorismo no es un camino revolucionario. El terrorismo siempre fue, en esencia, el camino de los sectores más reaccionarios, más retrógrados, más salvajes, que lo utilizaron para que la represión de los explotadores de los pueblos se justifique.

En nuestro país, el terrorismo de estado segó la vida de más de 30 mil personas, consolidó un régimen oprobioso que condena a la miseria y la marginación a millones de compatriotas y asesina diariamente a más de 50 niños. En nuestro país, los terroristas genocidas intentaron de acusar de terroristas a los combatientes por la liberación nacional, a los que tenían el legítimo derecho de defender a la nación de los que la entregaban a los monopolios. Acusaron de terroristas a delegados sindicales, a delegados estudiantiles, a mujeres, a niños a ancianos, a militantes políticos y sociales. Pero los únicos, salvajes e inmundos terroristas eran solo ellos, los Videla, los Masera, los que asesinaron a Salvador Allende, los que invadieron Santo Domingo, Granada, Nicaragua e hicieron estallar por los aires el avión de Cubana repleto de jóvenes deportistas. Porque los que luchan por la liberación y la justicia social no son terroristas, como no lo fueron San Martín, ni Bolívar, ni Martí, ni Artigas.

Los pueblos del mundo, los gobiernos que puedan tener algún rasgo de dignidad y valentía, deben evitar que el terrorismo del estado más poderoso y cruel del mundo conduzca a una guerra donde millones de inocentes morirán, donde millones sufrirán aún más, donde desaparezcan las naciones bajo el dictado de un centro único del poder, dueño de los bienes y de las vidas de toda la humanidad. Millones de muertos solo para que los EEUU recupere su industria, para que cree una base en Afganistán para controlar a China y al petróleo, es un oprobioso costo que la humanidad no debe pagar y debe evitar.

¡NO AL TERRORISMO QUE SIEMPRE ES DE DERECHA!

¡NO A LA GUERRA PREFABRICADA DEL IMPERIALISMO!

¡POR LA PAZ Y LA LIBERTAD PARA LOS PUEBLOS!