Globalización, Otra Ideología en Crisis

Por Jorge Gómez Barata

Los disturbios en Europa están derribando el muro ideológico que ilusionistas de la derecha y la izquierda edificaron para creer, y hacer creer a los demás, que la unidad europea había atenuado las contradicciones, desterrado los conflictos y suprimido la lucha de clases.

Los disturbios en Europa están derribando el muro ideológico que ilusionistas de la derecha y la izquierda edificaron para creer, y hacer creer a los demás, que la unidad europea había atenuado las contradicciones, desterrado los conflictos y suprimido la lucha de clases.

Los que creyeron que con el fin del modelo socialista eurosoviético, sin muro en Berlín ni burocracias en el poder, Europa entraría en una era de paz social en la que el estado de bienestar atendería las necesidades de los diferentes estratos sociales, limando las más rudas asperezas con adormecedoras satisfacciones, se han equivocado.


No se trata de que ahora se haya descubierto la discriminación de que son objeto los emigrantes y sus descendientes, sino que se ha hecho evidente la incapacidad del sistema que, incluso contando con recursos económicos, es insolvente para resolver los problemas de la pobreza y la exclusión. Ahora se sabe que aun si tuvieran los medios para hacerlo, las oligarquías tercermundistas tampoco acabarían con esas lacras.

No se trata, como se había descubierto hace ciento cincuenta años, de un problema circunstancial, ni de una propiedad transitoria, sino de un rasgo esencial y definitorio del sistema. El capitalismo no puede funcionar sin los ricos, pero necesita de los pobres. También la salud convive con los microbios y las bacterias.

En realidad fueron los filósofos y economistas europeo occidentales, norteamericanos y latinoamericanos quienes en las décadas de los sesenta y setenta descubrieron que el subdesarrollo no era exactamente una anomalía del capitalismo, sino uno de los componentes de su sistema mundial, tal como ocurre con las clases sociales y la lucha de clases, el desempleo y otros elementos, aunque desagradables, imprescindibles.

Liberia es tan capitalista como Gran Bretaña y Haití lo es como Francia, Marruecos como España y Portugal como Brasil. La diferencia radica en que el sistema opera con exigencias y parámetros diferentes en los centros y en la periferia.

La normalidad del capitalismo tercermundista esta siendo alterada por los procesos de globalización que incorporan a países excepcionalmente pobres del mundo subdesarrollado, tecnologías, hábitos de consumo y patrones culturales difícilmente asimilables y a la larga insostenibles, provocando traumas sociales e ideológicos, uno de ellos es la emigración.


Las gentes del Tercer Mundo, incluso los analfabetos tienen conciencia de sus carencias, incluso de las situaciones injustas que han conducido a ellas. No por la predica de agitadores marxistas, sino por ciertas propiedades de la cultura de masas que las han tornado obvias y las han colocado al nivel del sentido común.

Una de las consecuencias de la globalización, tal vez no prevista e indeseada es la conciencia que, quieran o no los norteamericanos y los europeos, se abre paso: si el mundo ha de ser una aldea global, lo será para todos.

La ideología de la globalización neoliberal contiene una trampa: lo que vale para el norte, vale para el sur. En Asia, África y América Latina hay pobres, no estúpidos ni eunucos políticos.

Nadie debe hacer lecturas erróneas. Lo que ahora ocurre en Europa forma parte de los costos sociales y políticos de la globalización. De sus gestores y de su capacidad para administrar los procesos dependen las formas y los ritmos en que se manifiestan, incluso su carácter violento o pacifico. www.EcoPortal.net