El desastre del Campo Mexicano

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo

Y lo peor todavía está por venir, ya, a un par de meses de distancia. A partir del año próximo habrá de desaparecer todo arancel, toda barrera de protección de los productos agrícolas y agropecuarios, según quedó firmado en el nefasto TLCAN. Nos invadirán entonces las exportaciones yanquis, todavía más.

Las peores calamidades han caído sobre el campo mexicano. La vida de nuestra población rural se ha convertido en un drama, cada vez más. De hecho, el problema nunca fue resuelto por los auto llamados gobiernos de la Revolución Mexicana. Unos pocos de ellos se ocuparon del asunto, no todos; de modo muy destacado el de Lázaro Cárdenas. Otros fueron omisos. Los hubo opuestos a los ideales de la Revolución y a los intereses de los campesinos. Como el de Miguel Alemán, que estableció el derecho de amparo para frenar la Reforma Agraria y favorecer a sus amigos, los terratenientes. Y el de José López Portillo, que impulsó la Ley de Fomento Agropecuario que, con el pretexto de modernizar y capitalizar al campo, amenazó con destruir al ejido. Sin embargo, la peor etapa vino después, con los gobiernos neoliberales. En esto como en todo lo demás. Para desgracia del país.

En efecto, la Reforma al 27 de la Constitución que impuso Salinas en 1991 fue un golpe mortal contra el campo y los campesinos. Sus móviles fueron acatar las órdenes del Banco Mundial y cumplir las que exigían las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, TLCAN, que ya estaban en marcha. Subordinación pura a intereses del exterior. La Ley Agraria de 1992 culminó esa obra nefasta. Luego, el propio Salinas firmó el TLCAN. Y éste entró en vigor al inicio de 1994. Aun antes que las reformas jurídicas, se había iniciado la ofensiva económica contra el campo y los campesinos guiada por el mismo móvil. Y luego de la puesta en marcha del TLCAN, se profundizaría. Algunas cifras como ejemplo. En tanto en 1980 el gasto público en el sector fue de 35 mil millones de pesos, para 2000 apenas llegaron a 9 mil millones. La caída de los precios de garantía ha sido dramática. El maíz pasó de mil ocho pesos la tonelada en 1980, a 474 pesos, en 1999. El trigo, de 7 mil 328 pesos la tonelada en 1980, a 4 mil 440, en 1999. El sorgo, de 699 pesos la tonelada en 1980, a 316, en 1999. El frijol, de 3 mil 36 pesos la tonelada en 1980, a mil 700, en 1999. El TLCAN, no hay que perderlo de vista, fue la antesala del proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Allí están a la vista sus nefastos resultados. De ellos pueden aprender a tiempo los pueblos hermanos de toda Nuestra América.

La producción del campo para el mercado nacional se postró. Se dispararon las importaciones de maíz y otros básicos. En sólo siete años, de 1993 a 2000, por ejemplo, el maíz traído del exterior pasó de 13 a 23 millones de toneladas. Y así en los demás casos. Y peor todavía, desperdicios contaminados, las más de las veces, que ponen en riesgo la salud de los mexicanos. Con esto se destruyó toda perspectiva de soberanía alimentaria, por la que México había luchado. Esto fue el fruto de lo que Salinas y Zedillo llamaron políticas para "capitalizar al campo", y para "volverlo productivo".

Al mismo tiempo, se volvió próspera sólo la agricultura de hortalizas para exportar, que complementa el mercado yanqui. La que explotan la familia Fox y el señor Usabiaga, el "rey del ajo", entre otros, muy pocos beneficiados. Se cayó así, en cambio, en la peor subordinación económica, ahora también en esta rama.

El ejido, ligado entrañablemente a la historia nacional y perspectiva real de emancipación del campesino mexicano, fue colapsado como resultado de tales reformas. Primero, se le descapitalizó. De 1982 a 1990, el Estado le redujo los recursos en un 600%. Y se le ha seguido descapitalizando hasta hoy. Todavía más en los dos últimos años con Fox, el del "gobierno del cambio". Con todo esto, su vida económica y su cohesión social han sido destruidas. Y a los campesinos se les convirtió cada vez más en arrendadores de sus parcelas, o en vendedores de ellas a precio vil. Se les volvió jornaleros agrícolas, también cada vez más. Asalariados que para subsistir venden no sólo su fuerza de trabajo sino la de la familia toda, sus mujeres, sus hijos, aun los de más tierna edad. Grupos numerosos que recorren el norte del país, siguiendo los ciclos agrícolas de distintos productos de exportación, y que sobreviven en condiciones infrahumanas agolpados en galerones insalubres. Carentes de todo servicio. Ajenos a toda protección social. Estos compatriotas nuestros volvieron así a la etapa de la esclavitud, en unos aspectos, en otros a la fase de las poblaciones nómadas, como varios siglos atrás. Esto es el fruto de lo que Salinas y Zedillo llamaron "modernización del campo mexicano".

Otros más de nuestros campesinos se juegan la vida y la pierden, por buscar trabajo allá, al otro lado de la frontera, donde ya se ha declarado que cazar migrantes, dispararles a mansalva, no viola ninguna ley. Ese "deporte" lo practican clubes de rancheros de Arizona, lo mismo que agentes de la policía migratoria, la temida migra. Para finalmente, los que sobreviven, ser víctimas de atropellos de todo tipo que atentan contra sus derechos humanos y laborales y contra su dignidad. Problemas que Fox apenas se atrevió a esbozar de manera tímida, como temiendo disgustar al amo, en el acto de clausura de la reciente reunión binacional, ante Colin Powell, el secretario de Estado. Sin obtener más respuesta, por cierto, que la petición de paciencia, por parte de Bush, su "amigo", su "socio", según lo define Fox a pleno pulmón. Frente a la tragedia, la cobarde simulación del gobernante neoliberal en turno, y frente a ésta, la soberbia del poderoso. ¡Todo esto es indignante!

Y lo peor todavía está por venir, ya, a un par de meses de distancia. A partir del año próximo habrá de desaparecer todo arancel, toda barrera de protección de los productos agrícolas y agropecuarios, según quedó firmado en el nefasto TLCAN. Nos invadirán entonces las exportaciones yanquis, todavía más. Se anuncia que quebrarán hasta los hoy prósperos exportadores de hortalizas, en su gran mayoría. A ese momento, los productores agropecuarios de Estados Unidos llegan no sólo protegidos, beneficiados con subsidios multimillonarios en dólares, que otorga su gobierno. Como también los otorgan a los suyos los gobiernos de la Unión Europea y Japón. Porque las recetas neoliberales que prohíben tales subsidios y que exigen liberalizarlo todo y privatizarlo todo, no se aplican en ninguna de las potencias capitalistas, en ningún país imperialista. Sólo son para los países dependientes. A éstos se los exigen el FMI y el Banco Mundial. También la OCDE y el Grupo de los Siete. Y les cuentan que así se modernizarán y se volverán prósperos como ellos, aunque siempre ocurre exactamente lo contrario. Y tienen voceros dentro de nuestros países, que repiten tales cuentos. Como lo hicieron Salinas y Zedillo. Como lo hace Fox un día sí y otro también. Hoy tiene en la mira las industrias eléctrica y del petróleo porque, igual que en el caso del campo en su momento, así lo ordenan el FMI y el Banco Mundial, por cuenta de quienes pretenden apoderarse de esas prósperas industrias.

La tragedia del campo y los campesinos mexicanos crecerá, no cabe duda. ¿Quién puede pronosticar qué magnitudes habrá de alcanzar? ¿Quién puede asegurar que no será allí, en el campo y con los campesinos como actores, el estallido de un nuevo drama social, de una nueva fase armada de la lucha emancipadora de nuestro pueblo? Después de todo, el campesinado fue un componente medular de las tres fases anteriores de esta lucha secular, los otros tres tiempos de la Revolución, esa gran sinfonía que escribe y ejecuta nuestro pueblo, según la describiera con una metáfora, épica y poética, Vicente Lombardo Toledano.

Mientras tanto, Fox, el del "gobierno del cambio", le recorta recursos al campo, todavía más que Salinas y que Zedillo, pero en contraste no los escatima para su área de Comunicación Social, la encargada de promover su imagen y la de su mujer y pretendida heredera al puesto. Para esto sí los hay en abundancia. Además, el sueldo personal de Fox y los de su deplorable "gabinetazo", están entre los más altos del mundo, más aun que los de sus colegas de países de alto desarrollo y gran riqueza acumulada. Ah, pero eso sí, Fox ya ha blindado al campo mexicano, sin otorgarle un centavo más, pero siendo generoso con el despliegue mediático, que para eso se pinta solo. Aunque tal "blindaje" en los hechos resultó tener como único ingrediente la saliva presidencial. ¡Vaya con este personaje de tragicomedia que nos ha deparado el neoliberalismo, tan parecido a aquel, don Antonio López de Santa Anna, de tan triste memoria!

¿Cómo terminar este artículo de modo propositivo? Hay que reorientar la política con respecto al campo y los campesinos, eso es obvio. Hay que recuperar el contenido esencial, no textual, que tenía el artículo 27 antes de la reforma de Salinas, como primer paso. Hay una iniciativa allí congelada, que debieran retomar los señores diputados. La presentó el diputado Martín Tavira, del PPS, en julio de 1994. Si lo desean, la pueden encontrar en el Diario de los Debates del día 6 de ese mes y año. ¡Y hasta hoy duerme "el sueño de los justos"! Hay otras medidas que serían necesarias. Como reorientar toda la política económica. Como retomar un camino independiente y soberano para la Nación. Como dejar de ser, nuestros gobiernos, esbirros del de Washington y sumisos ante el FMI y el Banco Mundial. Como empezar a preocuparse por su pueblo y a servirlo, de veras. Pero para todo eso hace falta primero cambiar la correlación de fuerzas imperante. Esa y no otra es la primera tarea, para poder deshacernos de los neoliberales, que ya probaron que pueden llegar por varias vías, hasta hoy por la vía del PRI y por la del PAN. Deshacernos de ellos para siempre, porque no se le pueden pedir peras al olmo. Ah, y desde luego y en primer término, rechazar el ALCA, que amenaza con extender los males a toda la región

Ciudad de México, noviembre 30 de 2002.