La esperanza impersuasible de Cuba

Por P. Luis Barrios

En un homenaje que se le rindió a Mahatma Gandhi, el profesor Gilbert Murray escribió lo siguiente: "Hay que tener cuidado al tratar con un hombre a quien no le interesan los placeres sensuales, a quien no le interesa la comodidad, el elogio ni el ascenso, sino que está resuelto, simplemente, a hacer lo que cree justo.

Tengo que confesar que para mí, lidiar con personas, las cuales frente al oportunismo, conveniencia o interés personal, prestan, venden o traicionan sus convicciones a quien mejor ofrezca, es un ejercicio de paciencia. De aquí el que condene enérgicamente las palabras del Secretario de Estados de los Estados Unidos cuando se atrevió a decir el pasado martes 29 de abril que "Cuba es una aberración en el hemisferio". Las mismas están basadas en el contexto del oportunismo, mojigatería e hipocresía y su anunciador carece de validez moral para resaltar críticas hacia el gobierno Cubano porque recurre a la amnesia selectiva que trata de ocultar las atrocidades cometidas por el gobierno de los Estados Unidos a través de la historia. Observe el desastre que están llevando a cabo en Afganistán, Irak y Puerto Rico- por solo mencionar tres países- en donde las violaciones a los derechos humanos, las encarcelaciones, las ejecuciones, el terrorismo político, la manipulación de los procesos democráticos y la inserción de modelos económicos capitalistas corporativos es el pan de cada día.  Estas falsedades de Colin Powell fueron la inspiración para esta reflexión que les estoy compartiendo en este escrito. Reconozco que  vivimos en una sociedad en donde el oportunismo, la traición y el engaño son valores erróneos y no sólo se promueven a través de la socialización capitalista sino que también se retribuyen. Cada día, en nuestras relaciones con otras personas, estos valores erróneos nos ponen de cara al dolor y al sufrimiento. 

Recuerdo un gran amigo de la escuela superior con quien tuve el honor de pegar panfletos, vender el periódico del partido, ir a las demostraciones, ser arrestados y por qué no, también coger palos de la policía. Ese amigo con quien compartía mi almuerzo, o él compartía el suyo conmigo pues ambos éramos dos muertos de hambre; o sea, dos muchachos de caseríos a los cuales aunque nos faltaba la comida, nos sobraban los sueños y los deseos de poder ver a un hombre nuevo y una mujer nueva, en una sociedad nueva de justicia y por la cual íbamos a dar el todo sin esperar nada a cambio. Ese mismo amigo, ahora en su fase de abogado acomodado y adinerado, se atrevió a decirme un día que todo lo ocurrido en su vida de militante fue un error de juventud. En aquel entonces él le llamaba combatividad, ahora le llama aventura. Ese día nos dijimos dos o tres pendejerías, pero mayor fue la pena que sentí por él cuando pude percatarme que su raciocinio era una especie de exorcismo apologético con el cual pretendía paliar sus sentimientos de culpas. Algo así como curarse en salud.  Porque ambos también fuimos producto de una pastoral juvenil de la iglesia metodista, pude recordar aquella escritura bíblica que tanto discutimos juntos en donde Pablo le pregunta a la comunidad de Roma: ¿quién nos separará del amor de Cristo? Esa escritura que ambos meditamos y reflexionamos debajo de los árboles de la escuela Juan José Osuna en Hato Rey, la misma que repetíamos mientras nos decíamos; "nada ni nadie nos apartará de la lucha por la justicia". Por esto nuestra esperanza debe ser impersuasible. Cuando decimos que tenemos una esperanza impersuasible queremos decir que la misma no hace tratos con el enemigo del pueblo.

Ahora bien -y aquí pecamos muchos/as- la fidelidad no debe ser selectiva. Ante esta realidad los compañeros y hermanos Pedro Casaldáliga y José María Vigil nos dicen: "En esa militancia y en esa fidelidad, se ha ido descubriendo cada vez más que la fidelidad ha de ir dándose en todos los sectores de la vida. Con frecuencia se daba una fidelidad, hasta fanática incluso, a los principios del partido, a las órdenes de la comandancia. Y a lo peor, en la fidelidad dentro de la propia familia, o en la fidelidad en el control de las propias pasiones, se claudicaba. De alguna manera se caía en aquella incoherencia de los militantes burgueses del descanso del guerrero, de la doble moral". O sea, nos dejamos persuadir por  las tentaciones de la fama, placer, dinero, comodidad, oportunismo, beneficios, etc. De aquí la necesidad de la constante auto-evaluación o auto-crítica porque mi comunidad de fe y mi trinchera revolucionaria comienza en mi hogar.

Por cuanto esta fidelidad no es persuasible, tampoco es neutral porque siempre está al lado de las víctimas de los procesos o estructuras de injusticia política, económica, cultural social, sexual, religiosa, etc. Y por supuesto, estar en contra de estas estructuras y procesos de injusticia es estar en contra de quiénes las manejan, produciendo atropellos, explotación, opresión, marginación y exclusión. Cuando esta esperanza impersuasible entra en solidaridad con las víctimas y al mismo tiempo en beligerancia contra los/as victimarios/as, la neutralidad pierde su encanto de inercia. Así también, esta esperanza busca detener el proceso de socialización que promueve el acomodamiento, al que estamos acostumbrados/as, y la reproducción de los valores errados de la inconsistencia y la cultura de la egolatría que la clase dominante pretende inculcar como estilo de vida. Una pregunta clave en toda esta reflexión de la perseverancia puede ser el que constantemente nos reflexionemos sobre que nos puede  llevar a traicionar el proyecto de luchar por la justicia. O sea, ¿qué es lo que me persuade?, ¿cuál es mi debilidad?, ¿cuál es mi tentación?, y por supuesto debo preguntarme, ¿yo tengo precio? Debemos recordar que una esperanza impersuasible, la cual reta las estructuras de poder de la clase dominante, tarde o temprano debe enfrentarse a las consecuencias de las acciones.

En un homenaje que se le rindió a Mahatma Gandhi, el profesor Gilbert Murray escribió lo siguiente: "Hay que tener cuidado al tratar con un hombre a quien no le interesan los placeres sensuales, a quien no le interesa la comodidad, el elogio ni el ascenso, sino que está resuelto, simplemente, a hacer lo que cree justo. Es un enemigo peligroso e incómodo, ya que su cuerpo, que uno siempre puede conquistar, no nos permite comprar su alma".  Esta descripción de la vida de Gandhi resume lo que podemos identificar como la encarnación de lo impersuasible. Esta es otra reflexión de la firmeza que debemos ejercitar en todo momento, rechazando todo trato o acuerdo con la injusticia y recordando que la integridad es una virtud moral que no debemos perder. Si perdemos la integridad, la traición hace su entrada triunfal. Doy gracias por la esperanza impersuasible de Cuba y sigamos condenando las aberraciones del gobierno de los Estados Unidos. Paz con justicia. 

* P. Luis Barrios
Iglesia San Romero de Las Américas
New York, New York
lbarrios@jjay.cuny.edu
I de mayo de 2003