Por Dr. Jaime Galarza Zavala
En Lima, durante la visita oficial efectuada hace poco por Gustavo Noboa Bejarano, Presidente de Ecuador, un periodista le preguntó si su política exterior no afectaba el principio de soberanía nacional. El mandatario, célebre por su lenguaje pintoresco y sus rabietas, respondió: -La soberanía no se come.
Dicho de otro modo, lo que importa es dar de comer al hambriento, en este caso a trece millones de ecuatorianos, aunque para lograrlo se deba sacrificar la soberanía.
En su interrogante, sin duda el periodista tuvo presente el amplísimo abanico de renunciamientos a la soberanía puesto en práctica por Noboa, dentro del cual son ases gananciosos la entrega de la base militar de Manta a Estados Unidos, la dolarización de la moneda, el sometimiento a los dictados del FMI y la privatización de las empresas del Estado.
¿Cabe, dada la globalización, tirar al cesto de deshechos la soberanía nacional? Es posible que exista en el planeta algún país para el cual esta cuestión carece de importancia. Ese país no es el Ecuador. Aquí se dio una revolución que costó millares de vidas y que tuvo, entre muchas otras razones la defensa de la soberanía nacional en torno de aquel vergonzoso episodio que se conoce con el nombre de "la venta de la bandera".
Era noviembre de 1894. Entonces se tramó en las sombras un negociado por el cual el gobierno ecuatoriano compraba al de Chile un barco de guerra, el crucero Esmeralda, en la suma de 220 mil libras esterlinas, para luego venderlo al Japón en 300 mil. Japón se hallaba en guerra con China y Chile tenía con ésta un pacto de neutralidad, por lo que no podía mercar con Japón ese navío destinado a fines bélicos. El trabajo sucio lo haría el Ecuador, mientras la banca norteamericana Morgan le facilitaba el dinero para la transacción (Dumar Iglesias nos recuerda los detalles en su libro sobre Eloy Alfaro).
El Ecuador estaba gobernado por un poderoso grupo oligárquico conocido con el nombre de La Argolla. El Presidente era Luis Cordero, llamado El Grande por la aristocracia conservadora. Como activo gestor del negociado se pidió a José María Plácido Caamaño, a la sazón Gobernador de Guayaquil y otrora Presidente y virtual dictador, en cuyo gobierno se aplicó con ilimitado derroche la pena de muerte contra los revolucionarios liberales, con la bendición de la más alta jerarquía católica.
La bandera ecuatoriana, izada en el Esmeralda hasta traspasarlo al Japón, fue así convertida en taparrabos del inmundo negocio. Las 80 mil libras de sobreprecio habrían de esfumarse en las manos de funcionarios corruptos, a más de satisfacer los intereses de la banca Morgan.
Para infortunio de los complotados, el hecho doloso fue descubierto de inmediato y en diciembre un iracundo rugido popular barría el país:
-Presidente, ¿Qué has hecho de la Bandera?
Asustado, el régimen pretendió lavarse las manos culpando de este crimen de lessa patria al Cónsul ecuatoriano en Chile, Luis A. Noguera. Fue peor. Una copla cantada por todos, expresaba la furia de una nación ofendida:
¡Ladrones de La Argolla,
vendieron nuestra Bandera
y nos salen con la farsa
de que fue la de Noguera!
La protesta se volvió un mar incontenible. Desde su destierro en Centroamérica Eloy Alfaro llamó a la insurrección:
"Os falta arrancar de esas manos impuras el arma fratricida que tienen levantada sobre el pecho del pueblo. Solamente a balazos dejarán nuestros opresores el Poder que lo sostienen únicamente por la violencia"
El régimen intentó acallar las protestas con descargas de fusilería. En Quito el Ministro de guerra ordenó al Cuerpo de Artillería tirar a matar. Cadáveres y heridos quedaron regados por doquier. Cayó el gobierno de Cordero, Caamaño fugó del país, alzamientos y guerrillas brotaron en todas partes. Jamás pueblo alguno en el mundo había defendido con tanta pasión su Bandera Nacional, que al mismo tiempo era la Bandera de Bolívar y Sucre, la Bandera de las Guerras de la Independencia.
Hoy, a los 107 años de esas históricas jornadas, en el Ecuador no existe soberanía nacional. Ni se come tampoco.
* Por el Dr. Jaime Galarza Zavala
Ecuatoriano, reconocido escritor y periodista
Doctor Honoris Causa
Altercom