Por Santiago Ortiz Crespo
Llegaron en buses, a pie, en bicicleta, en avión, miles de personas que venían por su interés personal o a nombre de cientos de organizaciones, para participar en este mega evento del Foro Social de las Américas.
Los que llegaron descubrieron que les recibía un Quito abierto, libre, cálido y unas calles anchas para dar cabida a tanto testimonio de dignidad. Descubrieron que era aquí posible la fraternidad y el respeto a las diferencias y que, por esta vez, la ciudad "municipal y espesa" se transformaba en una escuela de reconocimiento, de intercambio, de celebración a la lucha y a la alegría.
Un verano de Julio que tenía algo de Primavera, algo de Seattle, de Portoalegre, de Mombai, de Florencia. Un tiempo para reinventar el tiempo, para que la vida haga de las suyas, un espacio donde confluyen muchas vertientes, que llegan abriendo grietas en las fronteras. Una ocasión para examinar la realidad desde nuevas escalas y dimensiones, para mirar desde otro ángulo el pasado y aceptar nuevos retos para asumir el futuro.
Por muchas esquinas de esta ciudad, entre conventual y moderna, se escucharon voces y se vieron rostros de una sociedad civil continental que se despliega diferente, suscitando sensibilidades en la piel, en una intensa experiencia vital, afectiva, mental y estética. Un encuentro de cientos de encuentros, un diálogo de muchos lenguajes, una fiesta de múltiples formas, cuerpos y colores. Nos dimos en esta ciudad la oportunidad de salir de las pesadillas diarias y entretejer sueños, afirmando en el contacto, en la atmósfera sonora, en el intercambio de miradas, nuevos lazos y amistades.
Y es que para muchos de los que estuvieron aquí era casi obvio que las redes de contacto van más allá de los Estados. Pero también otros actores percibieron que era posible construir una ágora en la mitad del globo, tal como dijo un danzante peruano el día de la clausura del evento en la Casa de la Cultura de Quito "hemos podido reunir luego de cinco siglos en la cabeza del Tahuantinsuyo, con su cuerpo que venía del sur y sus extremidades"; de nuevo el mito del Inkarri presente.
Pero luego de que los ruidos pasan y los vecinos regresan a sus mundos lejanos, cuando la ciudad se vuelve nuevamente rutina, cuando regresa el aire denso y ambiguo, llega la hora de reunir los recuerdos, revelar las impresiones y armar el rompe cabezas de lo que fue esta pequeña torre de Babel.
Cosa difícil, pues el que llega por primera vez a este laberinto, se pierde. Un lenguaje altercrático y hermético impide a los novatos tener una bitácora para mirar el conjunto. Cuando pasan los días y uno se pierde de escuchar a muchos gurús y se demuestra imposible llegar a todas partes, vas encontrando ciertos caminos y sentidos.
Este encuentro de la sociedad civil tiene la forma de una masa in forme, sin plataforma y sin comité central, pero en su diversidad y desorden, parecen estar las claves de su vitalidad. No es fácil parametrar la incerteza, por más que haya evidencias que la época de la muerte tiene un ocaso y se hace evidente, despejando la niebla, que un poder arrogante y planetario se muestra con todo su desparpajo.
Otros piensan que es hora de atar cabos y ajustar tuercas para que la sociedad civil de la región se organice. Como decía un líder hindú recordando el simbolismo de la marcha de Ghandi, es hora de ir a recoger un puñado de sal junto al mar para romper el monopolio comercial del Imperio Colonial. No se sabe si una acción de esta dimensión a escala planetaria será posible todavía. Al menos las multitudinarias movilizaciones por la paz han hecho bastante en estos últimos años.
Porque lo primero que amamos en este tiempo es la diversidad. Pesa aún el temor de los voluntarismos sórdidos del siglo XX. El recuerdo de los "Gulags", los campos "Pol Potianos" o los senderos del Comandante Gonzalo. Todavía se corre el peligro de que la energía plural y creativa de los actores sociales se absorba en las organizaciones piramidales.
Parece que la diversidad tiene harto que andar en la región, encontrar nuevas formas de encuentro, de diálogo, de expresión, no en el estilo rígido de los viejos partidos y corporaciones, sino en el milagro del encuentro con los grupos de la sociedad civil y los movimientos sociales.
De allí que en el centro del Foro esté una preocupación activa por la libertad, por los derechos, por el respeto y la democracia. Muchos llegaron acá para desentrañar discriminaciones y poner el dedo en la llaga de los viejos y nuevos autoritarismos, para imaginar nuevas ciudadanías y nuevas formas de gobierno que aseguren que las mayorías deben y pueden hablar y decidir. En realidad esta sociedad civil es celosa de su espacio y quiere asegurarse condiciones de participación y expresión pública que le potencie como hacedora de procesos y futuros. Es aún muy temprano para poner un movimiento tan extraño un corsé de hierro.
La preocupación sobre el poder es un punto de la tormenta, ronda y se infiltra en muchos de los talleres y seminarios. No se trata de tomar un poder corrupto que termina por carcomer a los que se toman; saltan muchas impugnaciones a un poder central, a un Estado-Centro, que termina por ser una fachada del nuevo Imperio.
Todavía hay muchos caminos: los pueblos practican estrategias electorales en Uruguay, Brasil, México, El Salvador, Nicaragua e inclusive Venezuela; en otros lugares los pueblos no aguantan y derriban gobiernos como en Argentina y en la meseta andina. Masas de pobladores e indígenas se levantan para detener proyectos perversos, como el la privatización del agua en Cochabamba, o el monocultivo de la soja transgénica en Paraguay o los proyectos de Camisea o en Sarayacu, que se realizan sin cuidar la selva y el hábitat de los pueblos indígenas. También hay el camino de los piqueteros Argentinos que buscan empleo mientras los Sin Tierra en Brasil encuentran tierra.
Y en toda América Latina se ensayan nuevas formas de gobierno como los municipios de Chiapas o las autonomías comunales y Municipales de los indígenas de Nicaragua, Guatemala, Bolivia, Ecuador y la cuenca amazónica, que disputan el control territorial.
Por cierto el problema de la resistencia es más complejo ahora que en el pasado. Ante la desnacionalización neoliberal y su escalada violenta se considera posible convertir la democracia en un espacio de resistencia. La tarea es disputar el sentido de la democracia y renovarla, en base a nuevas agendas y actorías.
Un encuentro en Quito, ciudad que está a 200 KM. de Colombia y equidistante de La Paz y Caracas no podía dejar de estar marcado por el conflicto andino. Estamos en el escenario de todas las violencias y ensayos de libre comercio y militarismo para la región. La cordillera es un punto propicio para sentir el viento de desconfianza en la institucionalidad y los torbellinos de radicalidad. Fue el escritor ecuatoriano Alejandro Moreano quien destacó "una radicalización política muy significativa", expresada en la marcha del FSA del miércoles, que convocó a 10.000 manifestantes, y en los respaldos al gobierno venezolano de Hugo Chávez (IPS).
Otra marca andina es la presencia étnica. En la Cumbre de Pueblos Indígenas se reflejó la tensión que se vive en los páramos y en la Amazonía. El poder trasnacional busca atrapar cada planta, cada metro cúbico de aire y cada centímetro de tierra. Aspira a expropiar conocimientos y saberes ancestrales. Los problemas territoriales se suceden con diversas formas y matices desde Canadá hasta la Patagonia y estamos cerca del estratégico corredor biológico de la cuenca Amazónica. Un periodista brasileño dijo que la realización de este encuentro en la capital de Ecuador puso con mayor fuerza en la esfera del Foro Social Mundial al movimiento indígena, en una dimensión de redescubrimiento de las identidades, nacionalidades y ciudadanías cuando se debilitan los Estados nacionales (IPS)
Pero más allá del escenario andino, la política trasnacional se deja sentir en muchas latitudes. La deuda crece y ahoga, con nuevos dogales de coloniaje político y financiero; la inequidad social se acentúa en aquello que Boaventura Souza de Santos plantea como fascismo social, donde hay derechos políticos pero la población no se alimenta ni tiene empleo; la privatización de los recursos naturales está ampliando el campo de lucha de la gente. Se trata de una cruzada global que busca de una manera desenfrenada mercantilizar de todas las esferas de la vida en el planeta.
Por ello en Quito fue denunciada una y otra vez la neocolonización del hemisferio y detrás el Estado Norteamericano, que como dice Antonio Negri, da un "golpe de estado" para asumir todos los poderes imperiales. De allí que distribuya bases militares en los cuatro puntos cardinales, busque impunidad para los nuevos gladiadores y atrape a los Estados Nacionales para reutilizarles en su beneficio. Y todo ello legitimados bajo la atmósfera de su cruzada antiterrorista.
En declaraciones a la IPS Andrea Borges, dirigente del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, dijo que otro desafío central de hoy es la lucha contra la militarización del continente que está llevando a cabo Estados Unidos en el marco de las guerras preventivas del gobierno de George W. Bush. Este encuentro es también "un alerta contra los riesgos de recolonización de América Latina", a través de la imposición de un modelo de globalización neoliberal con los tratados de comercio en esa dirección y la instalación de bases militares estadounidenses en la región dominada por la cordillera de los Andes, agregó.
Cuándo se retuercen las fronteras al paso de los muchedumbres nómadas, cuando los sistemas de poder patriarcal, sexual y racista se remueven a golpe de resistencia y creatividad, surge detrás de cada uno de los conflictos, las huellas de un poder que se sostiene sobre la exclusión y el apartheid social. De allí que este magma humano que marcha en los Foros está encontrando en la interpelación al poder trasnacional y la defensa de la vida en elementos articuladores de todas las resistencias.
Aparte de consensos hubo también en el Foro tensiones: la demanda de varios movimientos sociales de avanzar en una lucha anticapitalista, mientras otros sostienen que se está abriendo un camino que tiene una dimensión civilizadora. Se vuelve a hablar de clases, de explotación asalariada, pero también se expresan otras disputas y se desnudan otras formas de opresión. ¿Hay un conflicto que articula a los demás o hay una diversidad de conflictos? Ahora que la sociedad latinoamericana dejó en su derrumbe la mitad de la población en la informalidad y por doquier aparecen las luchas étnicas, de género, de regiones olvidadas, de conocimientos rivales, es difícil encontrar una sola lógica. No es fácil integrar en una sola causa la lucha de las lesbianas y gay, la de las mujeres y los jóvenes, la de los indios y los campesinos, la de los luchadores por la ciudadanía y el ambiente, la de los cristianos y la de los movimientos sociales "tradicionales".
Y por ello es compleja la articulación de una sola estrategia. En múltiples talleres y seminarios se plantean que "otro mundo es posible", pero las diversas alternativas de economía solidaria, de comercio justo, de agro-ecología, de soberanía alimentaria, de educación y comunicación social tienen su propia pista y no encuentran necesariamente un solo hilo conductor.
Aún está pendiente el qué hacer ante el pesado fardo de los Estados que han renunciado a representar a sus ciudadanos, cómo se modifican las instituciones erosionadas, qué alternativas se encuentra ante la escuela, el sindicato, el seguro social, pilares de la vieja modernidad. No hay todavía un enfoque coherente y unificado de estrategias, más allá de ciertas acciones como la que se plantea para el 12 de Octubre. De allí que los ejes centrales de preocupación del Foro muchas veces son de temas sectoriales o de atención exclusiva de cada movimiento social.
Y esta diversidad se expresa en las jornadas de debate sobre pensamiento crítico. En el Foro varios expositores enfilaron su crítica a ese poder planetario que rememora el colonialismo y desempolvaron los argumentos de la Teología de la Liberación, de la Teoría de la Dependencia, de la Teoría de la Marginalidad para buscar una raíz latinoamericana que permita desarrollar ideas propias para impugnar el "pensamiento único".
Aunque hay un intento de volver al marxismo, también los pensadores no pueden ignorar nuevos enfoques. Si el fecundo pensamiento crítico de la Escuela de Frankfurt se preguntaba en los 30 porqué el Nazismo logró controlar la mente y el corazón de los obreros, es probable que hoy, luego de dos décadas de pensamiento neoliberal, se deba preguntar ¿porqué este logró convertirse en pensamiento hegemónico y se extendió la cínica atmósfera del individualismo y del Vale Todo! en la población.
Para recuperar un pensamiento creativo no solo hace falta denunciar las perversidades del adversario sino también refundar una nueva manera de ver el mundo, dialogando con el saber indígena, con el pensamiento feminista y las teorías postmodernas y postcolonialistas que cuestionan los paradigmas universales, y propiciando el vivo debate ecológico que mira el espíritu del progreso con sospecha.
Es una novedad en los Foros Sociales que los intelectuales y la academia hayan tenido su espacio y es sintomático que su encuentro se enmarque en este rompecabezas de encuentros, en donde parece que surge como desafío para la teoría reflexionar sobre esos nuevos acontecimientos que están abriendo las multitudes en el hemisferio. Además deberá provocar una nueva revolución comunicativa y cultural si quiere realmente llegar a la gente común de la región con un nuevo lenguaje y nuevas propuestas éticas, estéticas y simbólicas.
Hay otras preguntas latentes sobre los procesos más significativos de la coyuntura latinoamericana, pues no hay que olvidar que el encuentro se realizó cuando los líderes sociales comienzan a discutir sobre el sentido del gobierno de Lula y el de Chávez, con retórica Bolivariana. Los dos actúan, con recursos diferentes, para detener el ALCA y las nuevas rondas del OMC, los dos buscan renovar la democracia y con sus Misiones y Campañas atender los acuciantes problemas sociales. Sin embargo los estilos y los grados de confrontación divergen, pues mientras en Brasil hay un tejido social construído en base a actores organizados, en Venezuela el tejido social se construye entre los pobres y excluídos, en un clima abierto de confrontación y con un papel protagónico del Estado. Sin embargo la luna de miel parece agotarse en los dos procesos y llega el momento de la verdad, cuando deben responder a las demandas internas de la población y cambios efectivos, para seguir creyendo que valió la pena invertir tantos años de combativa paciencia.
Otras preguntas se hace la gente ¿Cuál es el rol de las ONG. en el Foro y cuál el papel de los movimientos sociales? ¿Es posible dotar a estos procesos de nuevas formas de educación? ¿Cual es el papel del arte en esta fase de crisis de la hegemonía neoliberal pero de hegemonía absoluta del mercado? ¿Hasta donde es posible avanzar si no se ensayan nuevas formas de producción económica y otros caminos para el desarrollo sustentable?
Muchas preguntas quedan pendientes cuando comienzan "los vientos de Agosto" en este país ecuatorial, que como dijo alguna vez García Márquez, es el límite sur del Caribe y la frontera norte de los Andes. Pero una pregunta debemos hacernos por responsabilidad, como dueños de casa ¿que pasó con las organizaciones y la representación ecuatoriana?
Talvez una impresión que dejamos a los visitantes fue la debilidad de la delegación de la sociedad civil y los movimientos sociales ecuatorianos. Si bien hubo una considerable delegación del país y mucha gente voluntaria que colaboró y al final las cosas salieron más o menos bien, fue evidente que en los eventos y en la marcha el 80% era de participantes extranjeros. Como dijo una joven colombiana: "en mi taller más éramos los colombianos que ecuatorianos". Llegaron buses de Colombia, de Perú y aviones de Venezuela pero no se vio una movilización masiva de la Costa, de la Sierra o la Amazonía.
Los visitantes inquietos se atrevieron a preguntar y algunos pudimos ensayar explicaciones: que "el traspié del movimiento indígena en el gobierno", que la "traición del Coronel", que la "debilidad organizativa de los actores urbanos", que "el declive de los sindicatos públicos". Pero ¿Qué es lo que está en el fondo de esta debilidad? Talvez es posible señalar algunos factores: uno de ellos es el espíritu corporativo de los ecuatorianos, esa lógica particularista que no valora el encuentro con los diferentes. Talvez en el fondo está ese espíritu de cuerpo, que ensalza sus propios símbolos y figuras "emblemáticas", para ocultar la inseguridad. Talvez esa actitud necia y anclada en los esquemas, de los que nos valemos para distanciarnos de los otros. Aquí la sociedad civil es débil mientras las corporaciones son fuertes.
Quito fue un escenario pleno para este encuentro, su geografía y arquitectura maravilló a los que supieron mirarla, pero al mismo tiempo se sintió su debilidad como centro dinámico de una contracultura y de procesos institucionales y políticos que respondan a la compleja realidad ecuatoriana. Hay que reconocer que el Foro fue posible porque fue convocado por la Secretaría Ejecutiva del FSM no porque en Ecuador haya existido un proceso previo. No hubo reuniones preparatorias y significativas en Ecuador y si bien hubo muchos encuentros autogestionados, el tinglado fue dirigido por una "oficialidad" que coordinaba los eventos y que continuaba con la lógica de expositores renombrados.
Pero hay que reconocer que esto fue así, porque en Ecuador habría sido imposible que nos auto convoquemos como sociedad civil. Al fin y al cabo nuestra virtud y defecto es que tenemos una organización fuerte a nivel local, grupos descentralizados y espontáneos que se hacen sentir de lustro en lustro para botar Presidentes, pero que es incapaz de generar una cultura e instancias de diálogo, respeto y colaboración. Aún está presente esa actitud parroquiana, esa ausencia de comunicación, esa cultura caníbal que tanto nos gusta y solaza.
Por ello el FSA fue inducido en Quito y poco sentido en el resto del país; fue un foro de grupos dirigenciales por parte de Ecuador, antes que de gente de base. Al menos eso fue evidente en varios de los talleres y encuentros temáticos. Mientras tanto las provincias están en lo suyo, los indígenas en elecciones y los estudiantes en vacaciones.
Pero volvamos sobre el Foro. Cuando llegamos al final, en el acto de clausura se dio la noticia de la muerte de Nela Martínez. Parecía que Nela, esa escritora y militante social y política, estaba esperando el momento de partir. Lo encontró en el momento de culminación del evento, cuando cientos de personas se tomaron de las manos cantando, en un nuevo testimonio de fraternidad.
Es entonces cuando el hijo de Nela, Juan Meriguet, leyó en el estrado la última carta. La escribió desde Cuba, como para que no olvidemos su amor por esa isla, por esa Revolución, que defendió siempre como su propia utopía.
Nos dijo, con sus palabras lúcidas, que pensemos nuevamente en esa idea de "Patria"; no en una patria cobarde, una patria de rodillas que canta el himno nacional cruzándose de brazos, sino de una Patria que lucha por su futuro enfrentando las trampas que le tienden desde el norte.
Nela era de las mujeres que nunca pudo practicar la hipocresía, una mujer demasiado libre y rebelde como para ello. Como diría W. Benjamín, nuestro inconformismo no existe en el presente, sin el inconformismo de los que nos dejaron. No es posible dejar que tan rico testimonio de vida de una mujer se pierda si en este país ganan los nuevos virreyes y corregidores.
Y su muerte fue como una señal de la Efigie, de la memoria, de la larga duración, de la Historia. En realidad parece que recién ahora, cuando se ve que "otra América es posible" y se visualizan los grandes desafíos, se termina recién el pesado Siglo XX. Pero esa posibilidad depende de lo que hagamos, depende de que sepamos reconocer al otro y rebasar las fronteras que nos distancian, de que sepamos construir una cultura de diálogo, de que ganemos la confianza y reconstruyamos la esperanza vedada en las últimas décadas. Entonces, podremos salir de la oscuridad de este cambio de Siglo y nos dejaremos guiar por las saetas lanzadas al viento.
* Por Santiago Ortiz Crespo