Por Walter Alberto Pengue
La sustentabilidad excede la mera conservación de los recursos naturales y del medio ambiente para convertirse en la expresión de un desarrollo económico y social estable y equitativo. El pasaje de una agricultura convencional a una sustentable es un proceso lento, complejo, que difícilmente se da en forma natural | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
?Son los hombres los que aran su propio surco? Cruzando el puente hacia el nuevo milenio, nuestra agricultura está sufriendo transformaciones transcendentales, que de la mano de un modelo productivo global, la ha posicionado como generadora exclusiva de commodities. El nuevo sistema, permite incrementar ? mediante la aplicación intensiva de insumos y su combinación con nuevas tecnologías de creciente aceptación ? los rendimientos físicos de los cultivos de alta respuesta, pero con resultados y consecuencias ambientales, sociales y económicas que recién comenzamos a evaluar. Este sistema productivo es presentado como única alternativa económica que permitiría aprovechar ?eficientemente? nuestras tradicionales ventajas comparativas y generar a su vez nuevas ventajas competitivas que nos posicionarían en mejores condiciones que nuestros competidores. Pero, el riesgo de seguir una única alternativa obliga a repensar si no deberíamos considerar otras opciones viables que con un menor costo socio ambiental permitirían el desarrollo agrícola en un marco sustentable ¿Podrá la agricultura argentina y sus actores escapar a la simplificación que nos presenta la producción de commodities o, sumado a esto, deberá abrir nuevos senderos que le permitan diversificarse, fortalecer sus agroindustrias y hasta aprovechar el fuerte nicho comercial que la demanda de alimentos más sanos nos abre, al requerir ese ?valor agregado natural? que hasta hace pocos años tuvieron nuestras pampas?. La sustentabilidad excede la mera conservación de los recursos naturales y del medio ambiente para convertirse en la expresión de un desarrollo económico y social estable y equitativo. El pasaje de una agricultura convencional a una sustentable es un proceso lento, complejo, que difícilmente se da en forma natural (Viglizzo, 1994) [i]. Significa disponer de un conjunto de instrumentos económicos, sociales y de políticas, así como de tecnologías y conocimiento de procesos aplicables que orienten los mecanismos y señales de los mercados en función de esos objetivos. ?El mercado puede ser un eficiente medio de asignación de recursos pero sus invisibles manos, muchas veces, deben tener quién las oriente? (Norgaard, 1999) [ii]. Más allá del discurso sobre nuestra ?eficiencia productiva? que considera solamente los resultados económicos de corto plazo, la realidad indica que comienzan a aparecer indicadores de deterioro de los recursos que encienden una luz amarilla a lo que se considera un manejo sustentable no sólo en el plano económico, sino también en los aspectos sociales y ambientales. En las últimas dos décadas, con la incorporación de nuevos cultivos como la soja y sus paquetes tecnológicos, la agricultura argentina, especialmente la de la Región Pampeana, ha cambiado su típico rol productivo, de moderado consumo de insumos y rendimientos medios, hacia un nuevo umbral de producción, intensivo en capital, maquinaria, agroquímicos y ciclos agrícolas que están dejando sus secuelas de erosión y susceptibilidad en los suelos manejados con un afán de beneficio económico de corto plazo, junto con el empobrecimiento de la biodiversidad, los ecosistemas y hasta los propios productores (Pengue, 1996) [iii]. Tecnologías como el riego, la fertilización sintética, maquinarias, agroquímicos para todo tipo de plagas, malezas y enfermedades, la siembra directa, las variedades transgénicas ? resistentes a herbicidas o plagas como Diatraea, una oruga ? se ofrecen al productor y amplían su ventana de control, la simplificación de los controles o la posibilidad de intensificar su producción que las hacen sumamente atractivas para el empresario agropecuario. Tecnologías todas, que a su vez, se hallan difundidas globalmente, y que también permitirán que otros productores en todo el orbe puedan ser tan o más competitivos que los nuestros en el mediano plazo. Las nuevas tecnologías, especialmente las variedades transgénicas de soja y maíz han permitido disminuir los costos de producción ? menor precio del herbicida, menor gasto en insecticidas, menos mano de obra, combustibles y maquinaria ? en un 15 % (Torriglia et al, 1999) [iv] , siendo por el otro lado, la tendencia de nuestra oferta y la mundial también creciente, con la consiguiente caída en los precios de estos commodities, frente a una demanda que se mantiene constante. La soja se ha constituido en el cultivo más importante del país, cuyo centro productivo relevante, caracterizado por óptimas condiciones ambientales y estructurales es la Zona Núcleo de la Pampa Ondulada. El doble cultivo trigo-soja, ha permitido incrementar la rentabilidad de la empresa agropecuaria y su expansión fue estimulada primero por la órbita oficial y luego por las multinacionacionales de la producción y el dinamismo de la industria aceitera y de los sectores comerciales que vieron en la soja un producto con futuro (Morello, 1997) [v]. La expansión ha sido y sigue siendo netamente territorial, avanzando sobre la propia frontera agropecuaria favorecida por las nuevas variedades, dado que el cultivo, a diferencia de los ya asentados en la región como el maíz, siempre ha estado acompañado por un alto componente tecnológico importado. Las oleaginosas, que incluyen el girasol, lino, maní, canola y por supuesto la soja, han tenido un aumento ininterrumpido en superficie. Como decía Di Pace (1992), si como la infraestructura instalada permite preverlo, el papel que se le ha asignado a la Argentina como productor de granos no es más de país cerealero sino de país aceitero y productor de harinas para alimento de animales, quizás pueda surgir en la Argentina otro slogan:?Argentina aceitera?. La misma tendencia se acentúa hoy en día con la siembra de materiales transgénicos como las sojas RR ? resistentes al glifosato ? que en esta campaña alcanzaron el 80 % de la superficie implantada (casi siete millones de hectáreas), pero cuya influencia ? al no poder diferenciar variedades convencionales y transgénicas ? comprende, para la óptica de los mercados externos, el total de nuestra producción de unos 20 millones de toneladas según los pronósticos más optimistas. Sojas transgénicas, siembra directa y consumo de herbicidas ? específicamente glifosato ? (Cuadro Nº 1) han constituido un conjunto básico aplicado por la mayoría de los productores. La siembra directa ? aplicación de semillas sin remover sustancialmente el pan de tierra ? es una tecnología conservacionista que ha permitido disminuir los serios niveles de erosión de suelos, pero no puede afirmarse ligeramente que sea sustentable, si se la sostiene únicamente en el control químico de malezas, utilizando insumos derivados del petróleo. La siembra directa es uno de los pilares de la agricultura continua, que ha desplazado al tradicional planteo de rotaciones agricolo-ganaderas de nuestras pampas, y que ahora se sinergiza con el nuevo uso de las variedades resistentes al glifosato. Cuadro Nº 1. Evolución de la superficie en Siembra Directa, Consumo de herbicidas y Superficie implanta con sojas RR en la Argentina..
Fuente: Pengue, W. Evaluación tecnoecológica de la producción sojera, en prensa. 1999. a. Un 50 % de la semilla utilizada en esta siembra, responde a lo que se conoce como ?bolsa blanca?, es decir, aquella semilla cosechada y guardada por el propio productor o comercializada sin marca, situación que por supuesto afecta el interés del obtentor. El motivo de este crecimiento exponencial de las sojas RR estriba principalmente en que se encuentran con un mercado ávido de productores deseosos de dar una ?solución definitiva? al problema del manejo de las malezas y a los costos que representaban los herbicidas ? aproximadamente un 30 % del margen bruto -. Ciertamente, la cantidad de principios activos utilizados se redujo de más de 30 moléculas sintéticas disponibles en casi 100 productos y formas comerciales diferentes a uno sólo, el glifosato. Por un lado es cierto que, en conjunto el valor de los agroquímicos que se vendieron en el país se redujo en un 16 %, bajando de casi 900 millones de dólares vendidos en 1997 a 776 en el 98 (Cuadro Nº 2). Pero en volumen, se vendieron 132 millones equivalente litro de agroquímicos, lo que implica una descarga mayor ? del orden del 7 % – sobre el medio ambiente. Por otro lado, cuando las ventas del conjunto de herbicidas para soja se redujeron en un 10 % – especialmente en ?matayuyos? para gramíneas anuales o perennes como el sorgo o el gramón ? las ventas de glifosato se duplicaron pasando de 60 millones a 120 millones de dólares, lo que implica un fuerte cambio en el patrón de uso del herbicida. Cuadro Nº 2. Ventas de Agroquímicos en la República Argentina. En millones de dólares. Por año
Fuente: Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes. 1998. Observese que los herbicidas representan casi un 70 % de las ventas. Otro crecimiento importante, lo están teniendo los curasemillas, justamente por la necesidad de proteger cada vez más, las semillas biomejoradas, de mayor precio. De seguir la tendencia actual, el consumo de glifosato seguiría creciendo, no sólo por el uso de las sojas RR, sino por la posible liberación comercial de los próximos maíces RR, RRBt y Bt, que cerrarían el ciclo productivo con la utilización de un solo instrumento de control. La situación plantea que, desde el ámbito científico, sean pertinentes preguntas sobre el manejo que se estaría dando al agroecosistema y las consecuencias de tales acciones en el mediano y largo plazo (Véase apartado Beneficios y Riesgos de la Biotecnología). La inyección de insumos externos es incuestionablemente efectiva, incrementando en términos físicos, el rendimiento en hasta cinco veces más que con prácticas tradicionales, pero esta tecnología, en muchos casos mal implementada, tiene severas consecuencias. Los países desarrollados han aplicado sistemáticamente altos niveles de insumos y los resultados ambientales, sociales y económicos han hecho que muchas técnicas sean revisadas. En este sentido, comparativamente con Francia o los EE.UU. la Argentina sigue siendo, un país con bajos niveles de consumo de insumos. A modo de ejemplo, mientras nuestro país agrega un promedio de 250 grs. de principio activo de insecticidas por ha/año, Francia arroja sobre sus campos 10 veces más de producto y los EE.UU. cuatro veces. En relación con el consumo de fertilizantes, sucede algo similar, Argentina aplica muy poco aún, y en producciones puntuales (unos 14 kg./ha/año), Francia 300 y EE.UU. 100. El cambio más notable se produce en el consumo de herbicidas, donde estamos ya cerca de los guarismos norteamericanos (unos 1000 grs. pa./ha/año), diferenciándonos de todas formas de Francia, que aplica el doble. Los guarismos, son sólo un indicador informal de la ?salud? de nuestra agricultura en comparación con nuestros competidores, que se refleja, incluso en producciones convencionales competitivas con estabilidad del agroecosistema ? según varias fuentes, mientras en Francia el 50 % de los mamíferos, 40 % de las aves y 38 % de los reptiles nativos se encontraban en peligro de extinción, en los EE.UU. esas cifras eran de aproximadamente el 10 % cada una, mientras en nuestro país, si bien hay riesgo sobre la población de mamíferos nativos (del 10 %), el efecto sobre las aves y reptiles era escaso. Una ?salud agrícola? que debemos proteger, mantener y potenciar frente a la fuerte presión por homogeneizar la producción en una sola tendencia ? la producción de cierto tipo de commodities ? muy peligrosa no sólo para los actores agrícolas sino para la sociedad argentina en su conjunto. La sanidad natural de nuestras pampas, es un valor de mercado que no podemos darnos el lujo de dilapidar. Entonces, frente a una opción que se nos quiere presentar como única, con materias primas cuyo precio internacional seguirá bajando, con países que irán ingresando a estas mismas producciones, vía nuevas tecnologías en semillas fácilmente adoptables – que contribuirán por otro lado, a la caída de nuestras propias ventajas comparativas, al permitir que regiones menos productivas ingresen a los mercados mundiales o demanden menos nuestros productos -, con una necesidad de tecnología de insumos siempre creciente, con productores agropecuarios cada día más endeudados cuyo rescate ? vía nuestros Bancos Nación y Provincia ? debe hacerse con tasas de refinanciación subsidiadas para que sigan produciendo:lo mismo (¡?), Argentina debe por lo menos, permitirse repensar si no será necesario apoyar la diversificación de nuestros caminos productivos. Favorecer por ejemplo, la implementación de políticas que estimulen la poliproducción integrada y la promoción a la generación de tecnología híbrida, es decir, con un fuerte componente tradicional que garantice su aceptación social y su ajuste ecológico local, además de elementos modernos que permitan la administración y comercialización exitosa (Morello et al, 1999) [vi] entre muchas otras. La tendencia mundial y nacional indica que por una cuestión de escala, sólo los grandes y medianos productores ? con capacidad financiera y poder de negociación ? podrán mantenerse en el mercado de commodities. Estos productores son los responsables de seguir abasteciendo en el mediano plazo, la cuota de materias primas del mercado mundial. Pero, en este mercado, no hay cabida para el pequeño productor e incluso para muchos medianos, que para sobrevivir, deberán lisa y llanamente diversificar sus líneas productivas. Todos estos productores – que manejan unidades económicas con una alta componente de capital, especialmente tierras y maquinaria ? deberán comenzar a analizar su posibilidad de transformarse en generadores de ?specialities? para abastecer a una demanda creciente y de alto poder adquisitivo. Es claro, que con las todavía ventajas comparativas que tenemos, el sector agrario tendrá que estructurar ventajas competitivas genuinas que apoyadas en una fuerte componente informativa, se apropie de nichos del mercado mundial altamente exigente en productos de excelente calidad alimentaria. Asegurar mercados de este tipo que exigen calidad, cantidad y continuidad amerita la necesidad de fortalecer o crear nuevas instituciones, diseñar políticas económicas, financieras, tecnológicas y sociales que permitan al productor, actuar como un empresario independiente y decidir que hacer frente a un abanico más amplio de oportunidades. Los ?specialities? responden a producciones diferenciadas para mercados específicos como los alimentos orgánicos ? con valor agregado natural -, los productos regionales, el fortalecimiento de las denominaciones de origen y las producciones alternativas. La producción orgánica, involucra solamente en la Unión Europea unos 7.300 millones de dólares de un mercado mundial de 16.000 millones, al que la Argentina tiene mucho potencial para ofrecer. La producción orgánica, generalmente más cara que la convencional, justifica sus precios más altos en que implica más mano de obra directa y menos maquinaria, utiliza menos agroquímicos y fertilizantes sintéticos, favorece la actividad y estabilidad laboral en el campo disminuyendo la emigración y además es rentable para el productor y beneficiosa para el consumidor y el medio. La demanda de productos naturales crece exponencialmente en Europa (en el 2005 alcanzará el 10 % del volumen comercializado) en detrimento de los productos convencionales y los derivados de la ingeniería genética que se han puesto en el mercado hasta ahora (véase apartado Bioproductos y Mercados ). La producción agrícola argentina está entonces en un punto de inflexión, que requiere que defina si seguirá un solo camino o incursionará en varios senderos productivos que la alejen de la inestabilidad creciente de los mercados. Deberá demostrarle al mundo que su sistema productivo es sustentable y que está dispuesta a producir con la calidad que los mercados mundiales requieren o mantener la postura de pensar que existe parte de una demanda mundial cautiva que aceptará la forma en que lo hacemos y los tipos de alimentos que hemos decidido ofrecerles. Pensar en este último sentido, nos llevaría a una posición insostenible e incierta sobre la colocación de nuestros excedentes exportables y nuestro futuro. · Mg.Sci. en Políticas Ambientales GEPAMA ? CEA ? Universidad de Buenos Aires. [i] Viglizzo, E. Desarrollo Agropecuario Sustentable. INTA-INDEC. Bs. As., 1994. [ii] Norgaard, R. Primera Conferencia sobre Economía y Política Ambiental, Bs. As. 1999. [iii] Pengue, W. The Agriculture´s Sustainability in Argentina?, en Designing Sustainability. The Fourth Biennal Meeting of the ISEE. Boston University, Boston, 1996.4. Torriglia, A. et al. Los agricultores argentinos reducen un 15 % sus costos. En Gazeta Mercantil Latinoamericana. Año 4, 156. 18/04/1999. [v] Morello, J et al. Argentina: Granero del mundo ¿Hasta cuando? Bs. As., 1997. 6 Morello, J y Matteucci, S. El dificil camino al manejo rural sostenible en la Argentina, en Biodiversidad y Uso de la tierra. Conceptos y ejemplos de Latinoamèrica. Colecciòn CEA, 24, 1999. Bioproductos y mercados La ciencia sigue al mercado. Jefrey Sachs, The Economist,1999. Las compañías de biotecnología agrícola cometieron un grosero error estratégico al considerar como su único target a los productores agropecuarios, sin tener en cuenta a los consumidores. Esta situación, especialmente el manifiesto interés de los compradores e importadores de identificar la producción, puso en apuros las colocaciones de los principales países exportadores de OGM.La producción argentina de soja aún pudo escapar a esta situación dado que sus exportaciones involucran principalmente derivados ? harinas y aceites ? que no requerirían identificación, y granos que la demanda europea estaba obligada a comprar (este año, Argentina ya embarcó 7.800.000 toneladas de harina, un 25 % más que en 1998 y 1.200.000 toneladas de soja sin procesar, similar al año anterior) para mantener el funcionamiento de sus plantas procesadoras. De todas formas, deberemos preveer en el mediano plazo, las necesidades y deseos de la UE, dado que no quieren abastecerse de granos transgénicos, y buscarán seguramente proveedores alternativos como el Brasil, que no permite aún la producción transgénica comercial ? si bien algunos números no oficiales indican ya la importancia de la compra de ?bolsa blanca?, y grandes superficies sembradas con sojas RR en el vecino país – o la seguridad del mercado americano que está trabajando contra reloj, para dar garantías del tipo de producción que genera, ya sea OGM o no. En el caso del maíz, la situación es distinta. Al ser grano directo el exportado, hasta el año pasado Argentina aprovecho el espacio dejado por los EE.UU., al no poder abastecer la demanda europea de no OGM (Pengue, 1999) pero en esta campaña, al tener Argentina parte de su producción transgénica ? maíces Bt, los mismos eventos aprobados que en Europa ? no es posible garantizar a ciencia cierta cuanto maíz es producido como semillas transgénicas y cuanto con semillas tradicionales pues no nos hemos preparado para la contingencia, reduciéndose la lista de nuestros destinos de exportación, de más de 30 con España, Japón y Corea del Sur a la cabeza, a menos de 15 en esta campaña. Otro sofocón al que se enfrenta nuestra producción que representa la presión de los mercados compradores y las estrategias comerciales de cada país para que los productos se identifiquen. Con un Protocolo sobre Bioseguridad ? Montreal, 2000 ? que pesará muy fuerte en las negociaciones internacionales, al ponerse en vigencia el llamado Principio de Precaución y el derecho del importador a conocer si ingresará productos que contengan ?potencialmente organimos geneticamente modificados? Argentina deberá comenzar a tener en cuenta la tendencia y el deseo de los mercados compradores. Es posible que, con las nuevas producciones nutracéuticas ? productos con concentraciones especiales, vitaminas, vacunas, etc ? las mismas empresas cederán a la resistencia a la identificación, que presentaban hasta ahora y pasarán a cumplir, en su propio beneficio y el del mercado con estos requisitos. La presión de los consumidores también se hizo sentir en las Bolsas ?donde el furor contra los cultivos alterados biológicamente ha arrasado las acciones de Monsanto (Stipp, 2000). Asustados por el alboroto sobre los cultivos modificados geneticamente, los inversionistas recientemente disminuyeron en u$s 1.000 millones la valoración del rentable negocio agrícola de la compañía, que factura u$s 5.000 millones año, según James Wilbur. La principal amenaza es la posibilidad que la moda de los alimentos no modificados eche raíces en EE.UU. y ya los productores se están preparando para tal contingencia.? ?El tema tambien está generando preocupación entre algunos de los principales colosos estadounidenses de la industria alimenticia. Aunque la mayoría de los consumidores estadounidenses no lo saben, los ingredientes de cultivos genéticamente alterados están presentes en varios productos fabricados por Coca Cola Co., Kellog Co, General Mills, Quaker Oats Co. y McDonald´s, entre otras? (Kelman, 1999). Existe por cierto, un proceso de desaceleración en la carrera biotecnológica, que poniendo paños frios sobre la excitación de las compañías, podría ser útil para cumplimentar con los requisitos de más estudios e investigación sobre los temas aún no profundizados y que en el largo plazo serán beneficiosos para la propia seguridad de lo que se ofrece al mercado y permitiendo superar la desconfianza actual que por la forma en que se manejo el tema, se ha despertado. Pero más allá de las promesas o potencialidades de la ingenieria genética, hasta ahora, la mayoría de las investigaciones han sido desarrolladas para los productores ricos de los países ricos o ciertos segmentos de productores de paises en desarrollo que venden al mercado global(resistencia a herbicidas, insecticidas, calidad) haciendo especial hincapié tanto en los países de la OCDE como extra OCDE (Australia, China, Israel, Sud Africa, Argentina, Chile, Cuba, Guatemala, Mexico) en los herbicidas (Gráfico 1), que representan casi un 40 % de las experiencias mundiales. De estos, las tolerancias al glifosato y al glufosinato son casi un 80 % del total de ensayos para herbicidas. Mientras por el otro lado, los caracteres que permitirían la verdadera lucha contra el hambre y las enfermedades en los países pobres, ocupan una ínfima porción de esos ensayos a nivel mundial. La búsqueda de caracteres resistentes a la sequía o a otros tipos de estrés, la mejora de la productividad de variedades de interés local o regional, la lucha contra las enfermedades y plagas de la agricultura especialmente tropical y subtropical, son del verdadero interés de los países más pobres o empobrecidos que no pueden abastecerse de alimentos por falta de recursos, siendo esta sí una necesidad básica que la biotecnología agrícola podría contribuir a paliar. En este último sentido, los esfuerzos internacionales deberán orientarse a brindar apoyo a este tipo de investigaciones que permitirían a muchas regiones pobres del mundo resolver parte de sus problemas de alimentación y salud, con el manejo y propiedad de la tecnología y los productos que de ella deriven. ?Considerar que la falta de alimentos en el mundo, es un problema de distribución, es ingenuo, pues es un hecho que los países ricos no han dado ninguna señal para distribuir su riqueza y mientras por el otro lado en general, la ayuda a los países en desarrollo, está disminuyendo rápidamente? (Conway, 2000). Gráfico N 1 WAP Conway, G. El árbitro en la pelea de los bioalimentos. Fortune Americas, p. 13. Marzo 2, 2000. Genetic Engineeering and Biotechnology Monitor. The field testing and commercialization of genetically modified plants. A review of worldwide.UNIDO1995. Kelman, S. Alimentos biotecnológicos quitan el sueño a las multinacionales en The Wall Street Journal Americas para La Nación, Bs.As., 8/10/1999. Montreal, Protocolo de Bioseguridad. 2000. www.biodiv.org/biosafe/BIOSAFETY-PROTOCOL.htm Pengue, W. ?Maíces en su nicho? en ¿Qué comeremos el siglo que viene? Mercado Rural, Nº 13. Octubre, 1999. Stipp, D. Una mala cosecha para la biotecnología de Monsanto. Fortune Americas, en Ambito Financiero, P. 12. Marzo 2, 2000. Beneficios y Riesgos de la Biotecnologia Si el hombre puede producir, y seguramente ha producido, grandes resultados con sus modos metódicos o inconscientes de selección, ¿Qué no podrá efectuar la selección natural? Charles Darwin, El origen de las especies. La biotecnología llega a la humanidad como un salto a la evolución que implica un avance sin retroceso. Los nuevos descubrimientos y la relativa simplicidad de los métodos involucrados, han hecho que el mundo, o por lo menos una parte de él, dejen atrás la revolución industrial para entrar de lleno en la revolución biotecnológica. Pero este avance apabullante no está exento de riesgos y su desarrollo, muchas veces en las tinieblas del conocimiento profundo del conjunto, amerita que la comunidad científica considere más pertinente preguntarse sobre cuáles son sus riesgos, ya que las promesas sobre sus beneficios son irrefutables y un anhelo desde que el hombre pisó la tierra ? dominar las enfermedades, eliminar el hambre y mejorar las condiciones y calidad de vida de millones de personas que nacen, viven y mueren en la más profunda miseria. A diferencia de la revolución verde que nace en la esfera gubernamental y se difunde por las agencias internacionales de fomento, la biorrevolución emerge casi desde sus origenes de las grandes compañías privadas que invirtiendo cifras multimillonarias en I+D buscan apropiarse velozmente de los beneficios. En los EE.UU. sólo el 45 % de la investigación biotecnológica se desarrolla en universidades y centros de investigación, mientras que la mayoría de las patentes comerciales pertenen a las compañias multinacionales. La tendencia indica que existe un evidente intento de privatizar los esfuerzos de la ciencia y la tecnología (Morello y Pengue, 1999) que de no mediar un marco regulatorio estricto de protección de recursos y distribución equilibrada de beneficios, podría contribuir a aumentar la brecha ya creciente entre países ricos y pobres. Es lógico comprender que los sectores público y privado tienen diferentes intereses y plazos. Mientras las empresas compiten por poner un producto en el mercado en el menor tiempo posible, es el Estado quien debe garantizar mediante ese marco ? que evolucionará constantemente con los nuevos descubrimientos ? la eficiente asignación de los beneficios privados y sociales. Cuando especialmente las ONGs y los cientifícos independientes comenzaron a preguntar sobre los riesgos potenciales de ciertos tipos de nuevas tecnologías, EE.UU. reaccionó velozmente a la inquietud de los mercados y decidió revisar (Glickamn, 1999) su política biotecnológica tomando en cuenta las genuinas aspiraciones del público sobre la identificación de la producción, y los estudios de sus efectos sobre el ambiente y la salud, en el largo plazo. Entre los riesgos mencionados, que necesitan ser contrastados ampliamente evento por evento, de por lo menos esta primer camada de productos biotecnológicos, se cuentan la posibilidad de escape de genes implantados hacia otras especies (Mikkelsen et al 1996, Ellstrand, 1996), los cambios de patron en el uso de los herbicidas, la aparición de resistencias en insectos (Mellon, 1995), la resistencia en malezas a los herbicidas (Pratley et al, 1996) la desaparición de los genes susceptibles (Whalon, 1997), la aparición de alergias (Goodwin, 1997), la aparición de nuevas enfermedades (caso del EMS), las perdidas de la producción orgánica (NOSB, 1995). Situaciones que indican entonces, que para aprovechar más seguramente los beneficios de la biotecnología se deberán fortalecer los estudios, especialmente los impactos ambientales en el largo plazo, realizados por organismos independientes y cuyos intereses sean de neutralidad comprobable. Probablemente, podría ser conveniente a la Argentina reorientar parte de sus investigaciones en biotecnología, aprovechando a través de sus empresas y organismos nacionales, los nichos residuales dejados por las multinacionales y fomentar la investigación en aquellas áreas de verdadero interés para el desarrollo regional tales como la resistencia a plagas localizadas (mal de Rio IV), resistencia a la sequía, mejora de la calidad, muy pobremente avanzadas hasta ahora, dejando de lado el papel que ahora ocupa como campo experimental de las investigaciones de terceros países. Agrupar nuestros intereses regionales y discutir más ampliamente como llevar adelante una política común en este sentido, definir nuestras necesidades científicas para juzgar más claramente la conveniencia y momento de aplicación de nuevos instrumentos tecnológicos, es una discusión que recién comenzamos a esbozar en nuestro principal bloque regional, el Mercosur. Para recuperarnos del atraso deberemos dejar de lado las políticas reactivas y coyunturales a las que estamos acostumbrados y confrontar nuestro desarrollo sustentable con políticas estructurales que a través de la utilización de instrumentos económicos y regulaciones para el cambio, permitan integrar a las distintas políticas sectoriales. WAP Ellstrand, N y Arrila, P. Biologists predict catastrophe from crop to weed gene flow. McGraw Hill`s Biotechnology Newswatch. P.22. Athens, Georgia.1996 Glickman, D. Discurso del Secretario de Agricultura de los EE.UU. sobre Transgénicos. Panorama Agrario Mundial. Pergamino. Año 23, 207. Nov, 1999. Mellon, M What`s the rush, en The Gene Exchange. Vol 6, 2-3. Washington, 1995. Mikkelsen et al. The risks of crop transgene spread. Nature, 380:31. EE.UU.1996. Morello, J y Pengue, W. Economía Ecológica y Biodiversidad: Un enfoque desde el sur. Primera Conferencia sobre Economía y Política Ambiental, Bs. As. 1999. NOSB. National Organic Standards Board, 1995. Pratley et al. Glyphosate resistance in annual ryegrass. Proc. Eleventh Annual Conference Grassld. Sc, NSW p 122. Sidney, 1996 Whalon, M. Bacillus thuringiensis transgenic plants: Will resistance kill the promise? Commercialization of transgenic crops. Bureau of Resource Sciences. P. 245. Washington, 1997. |
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Por Walter Alberto Pengue email: wapengue@sinectis.com.ar Artículo publicado en Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur, |