Donde muere la tecnología: basureros globales

Nos encanta la tecnología. Morimos por estar siempre a la última, tanto como nuestra economía pueda permitirse. Disfrutamos sacando despacio ese gadget nuevo de su caja impecable, despegando las láminas de plástico protector con el trato exquisito, reverencial, que guardamos solo para nuestros objetos más preciados. Admiramos su brillo, su tacto, sus curvas, y mostramos nuestro nuevo y reluciente dispositivo a todo aquel que se nos ponga por delante. Con cierta desgana pretendida, con falsa modestia, como si gracias a ese smartphone nuevo fuéramos más guapos, más listos, como si no lleváramos meses ahorrando para comprarlo.

El mundo está cada vez más diseñado para deprimirnos

“El secreto de la felicidad no es casarse o tener un hijo, sino viajar”. Así titula un periódico un “artículo” que aparece en su versión digital y que hace referencia a los resultados de una encuesta que hace Booking.com, una página de viajes. Las decenas de miles de viajeros empedernidos que comparten este artículo en Facebook y en Twitter parecen no reparar en que el artículo da como receta para la felicidad precisamente lo que vende: viajes.

62 familias tienen un patrimonio igual al de la mitad más pobre de la población de la Tierra. Ese sistema es homicida, biocida, ecocida y geocida

Hay un hecho que debe preocupar a todos los ciudadanos del mundo: el desplazamiento del poder de los estados-nación hacia el de unos pocos conglomerados financieros que operan a nivel global, cuyo poder es mayor que el de cualquiera de los Estados tomados individualmente. Estos realmente detentan el poder real en todas sus ramas: financiera, política, tecnológica, comercial, medios de comunicación y militar.

Conoce la Ciudad dónde no existe el dinero, la religión o la política

Si estás buscando un sitio diferente en el planeta Tierra, seguro que alucinarías con Auroville, una ciudad india que está ubicada en Viluppuram (distrito cercano a Puduchery, Tamil Nadu). Fue fundada en el año 1968, bajo el amparo de la UNESCO, por Mirra Alfassa (también conocida como “la madre”), como un proyecto de la Sri Aurobindo Society.