¿Está comenzando una revolución mundial?
Puerto Rico, Hong Kong, Ecuador, Haití, Líbano, Irak y ahora, Chile. En todo el mundo, la gente se está alzando contra las políticas … Leer Más
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“Las nuevas tecnologías y enfoques están fusionando los mundos físico, digital y biológico de maneras que transformarán a la humanidad en su esencia … Leer Más
Com-partir, es la única solución para evitar las gravísimas desigualdades sociales y asimetrías a que ha conducido el neoliberalismo globalizador.
Ese “sí se puede” que durante meses retumbo en plazas y calles después de una imborrable Primavera Indignada del 2011 llega ahora como un terremoto a las instituciones, algo inimaginable entonces. La victoria de Barcelona en Comú en Barcelona, con Ada Colau al frente, ha hecho saltar por los aires el tablero político.
The Real Junk Food Project” (El Verdadero Proyecto de Comida Chatarra) alimenta a sus clientes con bienes que de otra forma, habrían sido desechados por los supermercados, tiendas independientes y bancos de comida.
Cada 20 de noviembre se conmemora la revolución mexicana. Era un día feriado de marchas militares y niños en las plazas. Desde que el neoliberalismo llegó al poder, el feriado se trasladó a inicios de la semana para dinamizar el turismo interno y el sentido del feriado quedó diluido. Pero este año, este 20 de noviembre ha sido el día en que las fuerzas sociales desatadas tras la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapan decidieron expresar su malestar con las consignas: ¡Contra la impunidad y la criminalidad!, “¡vivos se los llevaron y vivos los queremos!” y “¡que se vayan todos!”. La impresión que comienza a desprenderse es que la consigna “¡que se vayan todos!” está diluyéndose probablemente ante la reacción pública de explicaciones sobre la casa comprada por la primera dama y la declaración de bienes del presidente el día 19.
Es comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a dominarnos la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar actuar así. Pero este no es el modo en que vamos a proceder nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista. Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo.
Los procesos de elevación de la conciencia implican meditación, reflexión, sosiego; el sistema capitalista niega, como estrategia esencial, el tiempo y los espacios necesarios para este tipo de actividades. El capitalismo es, en sí mismo, aceleración, crispación, tensión perenne y creciente; niega el tiempo para la paz y la tranquilidad porque estas detendrían la dinámica del rendimiento del capital, amén de abrir posibilidades de cuestionamiento epistémico y filosófico de su lógica y estructura.
En el caso de la revolución ciudadana, las presiones de financiación de las políticas económicas desarrollistas y de las políticas sociales redistributivas lo llevan a privilegiar una vía económica donde prima la expectativa de una rápida captura de fondos líquidos. Proponerse cambiar el modelo extractivista acentuando la dependencia frente a los recursos provenientes de la extracción es una paradoja que no se soluciona por la buena fe de líderes esclarecidos. La minería no sólo va a contravía de cualquier cambio revolucionario en el modelo económico dominante sino que sólo podrá imponerse a sangre y fuego.
La cultura del consumo a que dio lugar el capitalismo mercantil es insostenible. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias “primitivas”, o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales. Pero ahí está el problema justamente: tanto ha calado esta cosmovisión del consumo hedonista que se hace muy difícil atacarlo, desarmarlo. Y el “hombre nuevo” todavía no pudo sacudirse esa carga cultural. ¿Podremos construir una cultura alternativa al consumo industrial fabuloso sin volver a las cavernas, aprovechando el confort que brindan las nuevas tecnologías traídas por la industria capitalista y la moderna ciencia occidental?
Hay que cambiar el sistema; es necesario y obligatorio la construcción de un nuevo orden mundial en lo político, económico, ambiental y social; que sea humanista y ambientalmente amigable; con sociedades mas lógicas y justas; donde se respeten los derechos colectivos y ancestrales; se privilegie lo ético y moral y se propugne la erradicación del hambre, la pobreza y la exclusión social.
En Ecuador, el ecologismo está siendo desprestigiado y parece algo desamparado. El auge del proyecto socialista del Gobierno ignora muchas inquietudes y propuestas ecologistas. Todo enfoque de desarrollo que desprecie la ecología y el ecologismo no puede pertenecer a un socialismo del siglo XXI. Sin ecologismo no hay revolución porque no se cambia el paradigma de desarrollo.
La USAID dice en su página web que son una agencia federal responsable de proveer asistencia económica y humanitaria en todo el mundo. Esta es la matriz de opinión que quieren crear en el mundo. Hay que alertar a todas las ONG del mundo de este lobo disfrazado con piel de oveja.
Aún con la frenética globalización de los estándares norteamericanos en todo el mundo, en este planeta sigue teniendo identidad propia esa larga herida llamada “América Latina”.Y en la gran campaña mediática que es la política de arriba, la historia se ha retorcido y se ha alterado para ocultar una Latinoamérica que construye su mañana a contrapelo y cuyos brillos más intensos están en el Caribe, en esa dignidad llamada Cuba, y que empieza ya a ser acompañada por los movimientos populares que se alzan, desde la Patagonia hasta más al norte del Río Bravo.
Partamos de una idea que gana terreno: lejos de ser el sistema racional que describen sus apologistas, la sociedad basada en "el mercado" está marcada por una profunda irracionalidad; tan profunda que incluso conlleva su auto-destrucción. "Puede parecer imposible que una sociedad tecnológicamente avanzada pudiese elegir autodestruirse. Sin embargo, esto es lo que estamos haciendo".
Los disturbios en Europa están derribando el muro ideológico que ilusionistas de la derecha y la izquierda edificaron para creer, y hacer creer a los demás, que la unidad europea había atenuado las contradicciones, desterrado los conflictos y suprimido la lucha de clases.