Como es sabido, el deporte no sólo contribuye a mantener una buena forma física y, por ende, prevenirnos de enfermedades y dolencias. En sí mismo, y sobre todo al aire libre, es una actividad que conecta con nuestra psique y nos incardina en la olvidada naturaleza. Un viaje espiritual que nos humaniza y clarifica nuestra mente.
La salud mental tras el deporte
Bajo cualquier circunstancia, pero especialmente en un momento donde una pandemia mundial ha coartado todos nuestros caprichos de libertad, la relación entre el deporte y la salud mental es ampliamente beneficiosa. No se trata tan sólo de una actividad que contribuye directamente a nuestro cuerpo, aportando a nuestra forma física una estabilidad siempre recomendada por todo médico. Más allá, la actividad física clarifica nuestros pensamientos de un modo mágico, donde la mera meditación no llega a acceder. Sobre todo, cuando se trata de deportes al aire libre y que podemos practicar tanto solos como acompañados.
En esa línea, actividades como el kayak aportan grandes beneficios sobre nuestra psique. En un entorno natural como lo puede ser el mar, un río o un lago, el sosiego del agua transmite calma a nuestra tempestad interna, a la par que los pausados movimientos de las palas, además de servir a un fin que aumenta nuestra productividad, se convierten en un ritmo de calma para nuestra mente. Sirviendo, al optar por modalidades como el kayak doble, para blindar relaciones entre familia, amigos o parejas a causa de su imperturbabilidad. Nuevamente, una necesidad ligada al desafortunado estrés convivencial causado por los confinamientos.
Por un retorno a la naturaleza
La naturaleza, aunque un objeto desconocido para quienes incrustan su día a día en el metal y el hormigón de una ciudad, es primordial en nuestra existencia. Como criaturas nacidas de ella, evolucionadas a un vertiginoso ritmo que, a su vez, nos ha extirpado de su útero, volver a la naturaleza es un ritual de bienestar. Basta con dar un paseo por el bosque o visitar el mar cuando el estrés constriñe nuestra mente para percatarse de cuán amplia puede ser su magnificencia. Una matemática perfecta de la belleza que nuestro mundo nos regala y que, gracias al deporte, podemos abordar y disfrutar de un modo distinto, pero que siempre calará en nuestra memoria.
Contrariamente a la premisa de muchos de los deportes de élite, actividades deportivas como el kayak son una apuesta por la relajación corporal, mental y espiritual. A su vez, un canal de conexión con nuestros semejantes que, a través del componente desinhibidor que la naturaleza expande en nuestra percepción del mundo, aunque acercándonos a un plano curiosamente más primitivo, nos humaniza. Porque sólo cuando contextualizamos nuestra realidad en la conglomeración de naturalezas que puebla el planeta, nuestros problemas devienen en pura insignificancia y, en una brutal descompresión, el cerebro es capaz de ver más allá de todo cuanto oprime.
Respirando sobre un kayak
Retomando las características del kayak, el poder telúrico del agua se instala aquí como un agente que exorciza nuestros demonios. El medio acuático, contrariamente a su inviabilidad para con las necesidades fisiológicas del organismo humano, inmiscuye en nuestra realidad una imperecedera liturgia. El agua nos es símbolo de comienzo y de fin, un lugar de muerte y vida cuya envergadura simbológica es proporcional a su cometido con nuestra psicología. Si bien cuando es brava su furia aplaca nuestra ira personificándonos en su imbatible caos, su calma apacigua nuestro espíritu y baña de luz y serenidad nuestra mente ajetreada.
Además, y a diferencia de la tecnología de la que precisa la navegación en barco, el kayak precisa de nuestra fuerza física directa para desplazarse. Razón por la que no es de extrañar que su vínculo metafórico nos haga comprender que, a menudo, sólo nuestra intervención en la vida doblega los factores que la condicionan. Una analogía, pese a que peque de demasiado filosófica, nuestro cerebro comprende en un instante de fortuita revelación. Cuanto a los aspectos de salud, reduciendo el estrés y enseñándonos que la paciencia, así como la maña más que la fuerza y la concentración más que la competitividad, son los motores de nuestro equilibrio.
Una actividad de apaciguamiento e introspección
Accediendo al plano de la salud física, actividades pausadas, pero que requieren de constancia, como el kayak contribuyen a prevenir enfermedades cardíacas, así como también a adelgazar y evitar otras dolencias que el movimiento corporal aplaca. El truco –si es que puede llamarse así– es no tomarse el kayak como un deporte como tal, sino como una actividad introspectiva para escudriñar los recovecos de nuestra mente. Una actividad casi religiosa que nos salva de hundirnos en el estrés y la ansiedad.
Asimismo, y a diferencia de la vigorosidad del barco a motor, el kayak no persigue domar la naturaleza, sino hacernos partícipe de ella, como simples turistas, como respetuosos visitantes de su antigua magia. Más ahora, durante una pandemia que ha sesgado muchos planes de futuro y ha vertido una gran cantidad de estrés en nuestros calendarios. A su vez, una oportunidad a realizar tras esta era para entender que, a veces, lo aparentemente más simple o insignificante puede llenarnos el alma y el cuerpo de un impagable bienestar.