Mentiras en la defensa de la comida transgénica
En noviembre pasado tuvo lugar la presentación del libro coordinado por Francisco Bolívar Zapata “Alimentos Transgénicos, Grandes Beneficios, Ausencia de Daños y Mitos”, … Leer Más
En noviembre pasado tuvo lugar la presentación del libro coordinado por Francisco Bolívar Zapata “Alimentos Transgénicos, Grandes Beneficios, Ausencia de Daños y Mitos”, … Leer Más
La investigadora Silvia Ribeiro, una de las mayores investigadoras latinoamericanas, sostiene que Argentina y Brasil tienen el 21 por ciento del consumo de agrotóxicos. Seis multinacionales gigantes se reparten el mercado de semillas.
El 23 de julio del presente año, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó la ley HR 1599 curiosamente nombrada: “The Safe and Accurate Food Labeling Act”. Esta ley, conocida entre el público como la ley DARK, “Deny Americans the Right to Know”, aunque habla de seguridad y etiquetado en su nombre, irónicamente lo que busca precisamente es prohibir en los estados toda iniciativa a favor de la rotulación de los productos que sean producidos o que contengan alimentos modificados genéticamente, conocidos también por sus siglas en inglés como “GMO”. De acuerdo a Enviromental Working Group (EWG), las compañías de alimentos y biotecnología gastaron $63.6 millones en el 2014 para presionar y lograr la aprobación de este tipo de legislación anti etiquetado, tres veces más que el año anterior.
Argentina lleva casi 20 años de producción de cultivos transgénicos de soja, maíz y algodón. La industria alimenticia los ha incluido en muchos de sus productos. De un lado se dice que no perjudican a la salud; del otro advierten lo contrario. A esto se le suma el uso masivo de herbicidas. Mañana se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente y el debate está planteado.
La Dra. en ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires, Alicia Massarini, investigadora adjunta de CONICET, coautora de la séptima edición de Biología de Curtis, calificó a los productos transgénicos como “ecocidas y genocidas”. La científica propuso salir de este modelo y “recuperar las producción diversificada de alimentos”.
Monsanto y sus amigos en la industria biotecnológica, sus cabilderos y sus representantes pagados en los medios continúan impulsando el control monopólico de los alimentos en el mundo mediante su oferta de semillas. Este imperio se construye sobre fundamentos falsos: que Monsanto es creadora/inventora de vida y, por tanto, puede ser propietaria de las semillas por medio de patentes y que la vida se puede producir con ingeniería y máquinas, como un iPhone.