El Sol, nuestro Alfa y Omega

El Sol, la luz más brillante de nuestro firmamento, que una vez desaparece en el horizonte, nos desvela la infinidad de astros que yacen a distancias inconmensurables para nosotros. 

El Sol, una estrella más entre las trillones que se estima que existen dentro de los dos billones de galaxias que pensamos que hay en nuestro universo observable. Pese a su insignificancia, el Sol para nosotros lo significa todo. Gracias a él existimos y seguramente por su culpa, en el culmen de su vida, cualquier signo de vida será borrado de la faz de la Tierra.

El Sol, solución a muchos problemas

La Tierra gira alrededor de esta estrella, así como nuestra vida diaria y nuestro estilo de vida. Directa o indirectamente es nuestra principal fuente de energía, pese a que aprovechamos una infinitésima parte de su potencial. Y es que se estima que la energía que recibe la superficie terrestre del Sol supone 4.500 veces nuestro consumo. Es decir, solo con utilizar una ínfima parte del calor que el Sol nos brinda, nuestros problemas energéticos serían historia.

Aunque pensemos en el comienzo desarrollo de la energía solar en el último cuarto del siglo XX, a raíz de la crisis del petróleo especialmente, su origen se remonta a años atrás. En la antigüedad ya se había utilizado este tipo de energía con diferentes propósitos, pero sin duda, el intento más ambicioso fue por parte de un ingeniero estadounidense llamado Frank Shuman. Éste diseñó y construyó la que podemos considerar como la primera central de energía solar de la historia en el año 1913 en Egipto, como nos cuentan aquí.

Sin embargo, su proyecto era mucho más grande y ambicioso, llegando a planear ocupar un terreno de 52.600 km2 del desierto africano, con el propósito de convertirlo en una huerta altamente productiva.

Desafortunadamente, en aquel momento, estalló la primera guerra mundial y su proyecto quedó truncado. Además, a la sazón, el petróleo y el carbón eran más que abundantes, por lo que el proyecto no se retomó. Un auténtico infortunio, ya que seguramente, si el proyecto se hubiera llevado a cabo, hubiera sido una revolución energética que nos hubiera ahorrado muchos quebraderos de cabeza.

Otras soluciones a la hecatombe

En cambio, aquí estamos, al borde del abismo. La amenaza del calentamiento global se cierne sobre nosotros, y además de invertir en energías verdes deberíamos explorar otros caminos. La tecnología nos ofrece maneras de ahorrar energía, por ejemplo, con la utilización del Big Data. Es decir, los datos que generamos en nuestra vida diaria como aquí nos explican. Estos datos masivos reflejan la manera en que usamos la tecnología, ya sea desde viajar en transporte público, hasta las horas que utilizas internet. Por ello, conociendo perfectamente nuestros hábitos, se pueden diseñar estrategias para utilizar la energía más convenientemente.

Por otro lado, la educación también es fundamental. Cada uno de nosotros debería ser consciente del impacto de nuestra forma de vida en la naturaleza. Este término se conoce como huella ecológica, de la que os hablamos anteriormente. En el caso de México por ejemplo, la huella ecológica supera las 3 hectáreas, es decir, harían falta más de 3 planetas como la tierra para abastecernos si todo el mundo llevara el mismo estilo de vida que los mejicanos. Por supuesto, hay casos mucho más extremos como EEUU, Qatar o Emiratos Arabes Unidos, cuyo consumo equivaldría a más de 7 tierras.

El futuro se presenta con luces y sombras. Por una parte hay países que cada vez se están esforzando más en evitar el calentamiento global como China, aunque no sea suficiente. Lo verdaderamente preocupante es que el actual dirigente de la principal economía del mundo, Donald Trump, se muestre totalmente beligerante a tomar medidas contra el cambio climático, que tilda como “cuento chino”. Ya no es tiempo para medias tintas, las soluciones las tenemos al alcance de nuestra mano. Nuestra vida y economía tiene que girar ante el cuerpo celeste que nos ilumina cada día; todo empieza y todo acaba en las estrellas, no en vano, estamos hechos de polvo de estrellas.

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