Las intenciones no siempre son suficiente y una de prueba de ello son todos los proyectos de transición energética que no han dado resultado, como el experimento que veremos a continuación, pues se trata de un proyecto con una inversión millonaria y un potencial enorme, sin embargo, nada salió como se esperaba y se convirtió en un enorme fracaso.
El problema de las soluciones ambiciosas
Considerando que nuestro planeta está cada vez más contaminado, cada vez son más los países que buscan hacer algo al respecto y apuestan por grandes y ambiciosos proyectos que prometen hacer un cambio enorme.
Un claro ejemplo de esto son los proyectos de energías renovables, que buscan disminuir las emisiones de contaminantes y acercarnos a la tan anhelada meta de la transición energética, sin embargo, que un proyecto prometa ser amigable con nuestro planeta no significa que vaya a tener éxito.
Hace poco más de una década, uno de estos proyectos se alzó en el desierto de Mojave, Estados Unidos, el cual se trataba de construir la planta termosolar más grande del planeta para producir energía de forma estable, incluso después del anochecer.
Con un costo de aproximadamente 2200 millones de dólares, la iniciativa fue financiada en su mayoría por el gobierno estadounidense, con el respaldo de grandes empresas como Google y NRG Energy, pero nada salió como esperaban.
En lugar de convertirse en el modelo a seguir, la historia de esta planta se transformó en una lección sobre los riesgos de apostar por tecnologías demasiado complejas y los impactos ambientales no previstos.
Se trata del proyecto Ivanpah Solar Power Facility, una instalación que luego de 11 años de operación, tiene anunciado su cierre para el año 2026, pues a pesar de su enorme inversión y su innovadora tecnología, terminó convirtiéndose en un fracaso.
Las buenas intenciones no son suficientes
Desde el momento en que se puso en marcha, la planta de Ivanpah enfrentó graves problemas que pues la tecnología de concentración de la luz solar, que utilizaba más de 300 000 espejos, resultó ser menos eficiente de lo esperado.
Mientras México se niega rotundamente a contaminar nuestro planeta, esta planta se vio obligada a depender de gas natural, lo que iba en contra de su propósito original, pues el gas no es una fuente ecológica.
Pero lo que terminó de sentenciar a Ivanpah fue la rápida evolución del mercado, pues en la última década, los precios de los paneles solares se desplomaron, haciendo que la energía solar sea mucho más barata, simple y confiable.
Ahora, las empresas eléctricas que tenían contratos con Ivanpah los están rescindiendo, argumentando que la medida “ahorrará dinero a los clientes”, ya que otras fuentes de energía son ahora más asequibles.
La realidad detrás de este experimento
Si bien los problemas técnicos y económicos fueron significativos, fueron los impactos sobre la fauna los que generaron un escándalo mediático, pues la gigantesca red de espejos, que concentraba la luz del sol en tres torres, creaba un intenso resplandor.
Grupos ecologistas denunciaron que este reflejo actuaba como una trampa mortal para las aves, pues se estima que miles de ellas morían cada año, quemadas en pleno vuelo por el intenso calor, lo que transformó a la planta en un símbolo de la «muerte solar».
Al final el proyecto no estuvo ni cerca de convertirse en el futuro de la energía, sino que se convirtió en un recordatorio de que la sostenibilidad no solo se mide en la forma en que se produce la energía, sino también en su impacto sobre el medio ambiente y en su viabilidad económica a largo plazo.
Lamentablemente este proyecto ha llegado a su fin y probablemente pase a la historia como uno de los peores proyectos, debido a su impacto negativo tanto para la economía como para nuestro planeta, lo que nos demuestra que a pesar de que hay proyectos de energía amigables con nuestro planeta como las cometas de Irlanda, un proyecto de este tipo también puede tener un impacto negativo.