Lo bueno, lo malo y lo feo de la transición energética alemana

Immerath, a unos 90 kilómetros de la ciudad alemana de Colonia, se volvió un pueblo fantasma. La campana de la iglesia local ya no tañe ni se ven niños en bicicleta por sus calles. Sus antiguos residentes se llevaron, incluso, a sus muertos del cementerio. Debido a la expansión de Garzweiler, una mina de lignito a cielo abierto, los sobrevivientes han sido reubicados en Nuevo Immerath, a unos cuantos kilómetros de la localización del pueblo original, en Renania del Norte-Westfalia, del que Colonia es su capital.

El gas de esquisto fractura comunidades de Estados Unidos

La estadounidense Vera Scroggins ha sido demandada cinco veces por la industria petrolera y desde octubre de 2013 pesa sobre ella una orden judicial de restricción permanente para acercarse a sus instalaciones.  “Me siento como una ciudadana a medias, porque las empresas pueden hacer lo que quieran y los ciudadanos no. Las corporaciones han violado las leyes ambientales y siguen operando”, lamentó a IPS esta agente inmobiliaria retirada, madre de tres hijos y con dos nietos.

Fracking: Los químicos del gas de esquisto sin barreras

El nuevo marco legal en México para la industria petrolera no profundiza el control del uso de químicos nocivos en la extracción de los hidrocarburos no convencionales, lo que hace temer a ambientalistas y expertos sobre el incremento de su consumo en una industria en apertura al capital privado. Con la reforma energética “se va a agudizar el uso de químicos. Las nuevas leyes no lo abordan. Necesitamos saber qué se utiliza, porque si no, no conocemos las consecuencias. Por eso, queremos que se prohíba el ‘fracking’ (fractura hidraúlica)”, señaló a IPS la activista Claudia Campero, del canadiense Proyecto Planeta Azul.