Piden un marco ético para probar la vacuna contra el coronavirus infectando a humanos
Lograr la vacuna contra el virus del SARS-CoV-2 podría ser una realidad próxima, pero para ello deben realizarse estudios de infección controlada en … Leer Más
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El monje budista Matthieu Ricard, llamado también el “hombre más feliz del mundo” luego de que se midieran sus ondas cerebrales al meditar, … Leer Más
Tan sólo podemos emplear bien el presente. Debemos comportarnos de forma responsable y con compasión por los demás. La compasión como la justicia, la solidaridad, el ejercicio de la libertad y todas las virtudes exigen relación con los demás. Ese comportamiento obedece a nuestros intereses porque es la fuente de toda felicidad y alegría, y el fundamento para tener buen corazón. Nuestra felicidad está unida a la felicidad de los demás. Es imposible ser feliz a solas.
El sentido de sufrimiento y el sentimiento de piedad derivados de nuestra percepción del dolor que aplicamos a los animales quedan supeditados a la demostración científica de que ese sufrimiento existe.
Tenía 90 años y fue un investigador, meteorólogo y activista que advirtió los riesgos del cambio climático sobre el planeta hasta el último minuto de su vida. Osvaldo Canziani fue el científico argentino que integró el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), que depende de la ONU, organismo que ganó el Premio Nobel de la Paz en el año 2007, compartido con el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore.
La sostenibilidad debe entenderse como un proceso político, pero también como un proceso social; es, si se quiere, un proceso social orientado políticamente. En ese proceso, el ser ciudadano conlleva una serie de deberes y también de derechos que el propio ciudadano debe hacer respetar y cumplir en la sociedad.
¿De qué modo fundamenta el discurso ambientalista oficial en relación a la configuración de poder mundial en tanto a la vez que recupera la decimonónica división internacional del trabajo? “La geopolítica del desarrollo sostenible busca reasignar las funciones de los ecosistemas dentro de un plan de ‘ventajas comparativas’ en la globalización económico-ecológica del mundo. Así se ha venido asignando a los bosques y la biodiversidad de los países del Sur una función de sumidero dentro del Mecanismo de Desarrollo Limpio; contrario a los decenios pasados, con los que se buscaba romper la dependencia con los países del Norte, hoy asistimos a una ‘reprimarización’ de las economías del Sur; no por una vocación propia de nuestros territorios, sino por un ajuste forzado a la lógica del mercado y de la geopolítica del desarrollo sostenible” (Leff, 2010; 48).
Luego de varios millones de años de una “natural evolución”, podría decirse que con un mínimo impacto ambiental, comenzamos a divorciarnos de la naturaleza. Durante estos pocos miles de años que nos anteceden, hemos rápidamente ejerciendo más y más poder, dominándola, adaptándola a nuestras necesidades, utilizándola y modificándola. Y especialmente desde el inicio de la revolución industrial, hemos pasado del uso, al abuso.
La humanidad, innegablemente, ha obtenido muchas ventajas del avance de la civilización. Sin embargo, hoy, que en nombre del "desarrollo", el sistema capitalista en su etapa neoliberal, con su feroz ataque a la naturaleza, está conduciéndonos a la extinción de nuestra especie, es necesario hacer una evaluación sobre ese precio a pagar en aras del "progreso".
A las generaciones actuales nos corresponde la tarea de evitar la extinción de la humanidad y a la vez conservar las ventajas de la civilización que no pongan en peligro la supervivencia de nuestra especie.
El pensamiento apocalíptico cada vez es más frecuente en mucha gente[1],[2],[3] y no es para menos. Si estamos socavando las bases de la vida (desesperanza), somos una de las especies más vulnerables a pesar de nuestra extraordinaria adaptabilidad (esperanza), que no es nada, por ejemplo, comparada con la de las bacterias como ya hemos visto (modestia).
El estilo o modelo de desarrollo vigente, que se viene imponiendo desde el siglo pasado, no tiene respuestas frente a la crisis ambiental. Más bien la ha generado. El modelo busca un crecimiento económico continuo. La expansión de la economía está basada en el consumismo. Necesita de una “sociedad de consumo” y materialista por ende, donde el afán de lucro y el individualismo es el combustible.
En el presente informe, Swedwatch -a petición de Solidaridad Suecia-América Latina (Latinamerikagrupperna)- ha revisado las inversiones que los Fondos Nacionales de Pensiones de Suecia han realizado en empresas multinacionales que extraen oro en Perú, Guatemala y Chile. Se examinan tres compañías mineras en las que los Fondos Nacionales de Pensiones de Suecia poseen acciones: Newmont, Barrick Gold y Goldcorp. Las tres empresas han sido vinculadas a violaciones a los derechos humanos y a graves problemas ambientales asociados con la extracción de oro en Latinoamérica.
Una cuestión primordial para los que habitamos este planeta es si quedará suficiente stock de capital natural para sustentar la carga de la economía humana prevista para el próximo siglo. Esta relación entre la economía y la naturaleza, implica que más allá de cierto punto, el crecimiento continuo de la economía puede ser conseguido sólo a expensas del aumento del desorden (entropía) de la ecosfera. En este punto el consumo económico excede al ingreso natural y se manifestaría en el continuo agotamiento del capital natural.
El consumismo es la peor manifestación patológica de esa enfermedad de la sociedad humana llamada capitalismo; es el más formidable obstáculo para la construcción de un nuevo modelo social en donde lo que se entienda por calidad de vida no conlleve, casi automáticamente, a la degradación y destrucción de la vida circundante. Es un grave error creer que el nuevo modelo socialista a construir simplemente equivaldrá a una mejor y más justa distribución de la riqueza material dentro de la sociedad. Para decirlo con palabras de Carlos Marx: “Si el comunismo se desinteresa de los hechos de conciencia, podrá ser un método de distribución, pero no será jamás una moral revolucionaria”. El socialismo económico sin una ética ecológica no tendrá futuro alguno.
La necesidad de organizar la economía según la justicia, el respeto al hombre y a los recursos naturales, ya no es una cuestión de opinión moral o política, es un imperativo que nos exige poner de nuestra parte. Esta posibilidad no deriva de derechos garantizados por la ley sino de la voluntad de vivir de forma responsable en lo cotidiano.