La civilización del vértigo

“Deprisa, deprisa” se llamaba una película de Carlos Saura que obtuvo el León de Oro del festival Berlín. Reflejaba la vida apresurada de jóvenes delincuentes desestructurados en busca de una razón para sus vidas en los suburbios de Madrid. El título puede servir para esta nuestra generación del vértigo, que corre sin detenerse y así llenar el día de ocupaciones, impactos, imágenes, sensaciones de todo tipo, como forma light de drogadicción.

Escojamos la auténtica felicidad

Unida a todas las exigencias de nuestra época, la perspectiva de tomarse un tiempo cada día para dedicarlo a la meditación puede parecer una carga más. Pero estoy seguro, escribe Alan Wallace, de que la razón por la que mucha gente no encuentra tiempo para meditar no son las ocupaciones excesivas.

Seguir a la naturaleza, no dominarla

Ya hemos alcanzado los siete mil trescientos cincuenta millones de seres humanos en un planeta de recursos limitados y en el que mayor depredador sigue siendo el hombre. Hace un siglo, en 1914 no sobrepasábamos los mil trescientos millones. Si esto no nos conmueve y nos hace poner todos los medios por remediar el caos será porque nos merecemos este fin de race, pero sin necesidad de glaciaciones ni meteoritos.