Había ilusión, sí, porque después de eliminar por penales a Argentina, parecía que México podía extender la aventura en Qatar, pero acabó viviendo un partido para el olvido debido a que en los octavos de final del Mundial Sub-17, Portugal impuso su jerarquía desde el arranque, y el Tri juvenil terminó atrapado en un partido trabado, lleno de errores y con dos expulsiones que rompieron cualquier plan; el 5 a 0 que vino después selló un desenlace que todavía duele.
Un inicio que marcó el rumbo para México
El partido no tardó en mostrar la diferencia entre ambos equipos, porque el seleccionado nacional intentó sostener un orden defensivo, pero el conjunto portugués manejó los tiempos con una claridad que desarmó al Tri desde los primeros minutos, pero la presión alta y la velocidad en los costados anticipaban una tarde complicada.
Hay que tener en cuenta que México quedó eliminado tras caer 5-0, un marcador que duele y refleja la desconexión táctica, las fallas individuales y la falta de respuestas colectivas, que no ocurrieron ante Argentina; esta vez, ante un rival mejor trabajado, a partir de aquí, el duelo se inclinó definitivamente hacia Portugal.
El penal cometido por José Navarro fue el primer golpe fuerte para el equipo, pero el juvenil, en su debut mundialista, derribó a Cunha dentro del área y el árbitro sancionó sin dudar. Rafael Quintas convirtió el 1-0 a los 15 minutos del primer tiempo, y desde ese instante México quedó obligado a correr detrás del resultado, con un nerviosismo que los lusos supieron explotar, quizás por tener mayor jerarquía.
Expulsiones, presión y un Tri sin reacción
De todas formas, la tarde se complicó aún más cuando Navarro vio la tarjeta roja por un codazo sobre Bernardo Lima, pero con un jugador menos y un rival que movía la pelota con paciencia quirúrgica, México perdió claridad en salida y prácticamente dejó de generar peligro.
En el arranque del segundo tiempo, Anisio Cabral amplió la ventaja con el 2-0 al minuto 48, dejando en claro que ese tanto terminó de desmoronar emocionalmente al equipo de Carlos Cariño, que intentó reorganizarse con cambios defensivos, aunque sin hallar soluciones reales. Los intentos se diluyeron ante el orden táctico europeo.
Cabe mencionar que, en el transcurso del partido, la selección nacional contuvo como pudo durante algunos minutos al rival, pero nunca tuvo control del partido; los lusos aprovecharon cada espacio, cada mala entrega y cada desconcentración. Acá se notó la diferencia física y técnica porque se hizo más evidente con el paso del tiempo, y el Tri quedó encerrado en su propio campo, sin vías para responder.
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