En Doha, bajo la mirada atenta de mediadores internacionales, el Gobierno de la República Democrática del Congo y el M23 firmaron un acuerdo marco que busca ordenar el camino hacia un proceso de paz más amplio, demostrando que el conflicto en el este del país ha dejado miles de desplazados y una crisis humanitaria que no da tregua.
Un acuerdo marco preliminar para encauzar las conversaciones
Por eso, este documento es visto, al menos por ahora, como una señal de apertura en un escenario marcado por la desconfianza; entonces, el acuerdo no es un tratado definitivo, sino un paso preliminar que amplía la declaración de principios acordada en julio y que nunca llegó a aplicarse plenamente.
El documento firmado en Catar funciona como un marco de trabajo, no como un pacto que cambie de inmediato la situación sobre el terreno. Las delegaciones aceptaron que el texto amplía lo discutido meses atrás y sigue sin carácter vinculante, esto significa que, por ahora, no habrá alteraciones operativas hasta que se definan los protocolos finales.
Durante las negociaciones, surgieron tensiones entre ambas partes, siendo que Lawrence Kanyuka, portavoz del ala política del M23, siendo que representantes de la Iglesia del Congo urgen al mundo respecto a los minerales de sangre, pero además criticó a la delegación gubernamental por retrasos en la firma y por incumplir lo que, según él, era el protocolo acordado.
Desde el lado del movimiento rebelde, hubo denuncias sobre nuevas hostilidades. Bertrand Bisimwa, líder político del M23, afirmó que el Ejército congoleño habría realizado ataques aéreos nocturnos contra sus posiciones, lo cual, según dijo en X, «socava los esfuerzos de Catar y Estados Unidos por buscar la paz».
Un conflicto que sigue activo en Kivu Norte y Kivu Sur
El M23, al que el Gobierno de RDC relaciona con Ruanda, ha tomado este año zonas estratégicas en Kivu Norte y Kivu Sur, incluidas las capitales regionales de Goma y Bukavu, pero la presencia del grupo rebelde en estas áreas cambió la correlación de fuerzas y elevó el nivel de atención internacional sobre la región.
A la par, grupos armados como wazalendos desarrollaron operaciones contra el M23, pero sus acciones tuvieron un impacto devastador entre civiles, siendo que informes locales atribuyen a estos grupos la muerte de 68 personas en solo tres meses, un dato que refleja la magnitud de la crisis.
El avance simultáneo de múltiples actores armados dificulta cualquier intento de estabilización. Mientras el Gobierno intenta negociar con el M23, las acciones de los wazalendos agregan un frente paralelo que amenaza con desbordar cualquier proceso que no contemple a todos los actores relevantes.
Ocho protocolos para intentar ordenar un proceso largo
La delegación del M23 explicó que el acuerdo firmado en Doha contiene ocho protocolos destinados a abordar las raíces del conflicto, que cada uno de ellos definirá temas de discusión, plazos de implementación y mecanismos para avanzar hacia un tratado de paz integral.
«Es un largo camino por delante», señalaron representantes del movimiento, dejando claro que el documento actual es apenas un marco. Un punto clave es que el acuerdo no incluye obligaciones inmediatas porque no hay cese de actividades, reposicionamiento de fuerzas o compromisos operativos.
El proceso dependerá de rondas sucesivas de negociación, lo que implica que la situación en el terreno podría mantenerse igual durante semanas. Aun así, mediadores consideran que establecer un esquema de protocolos es un paso necesario: permite organizar el diálogo y evita que las discusiones se dispersen.
Por eso, su valor es ofrecer una hoja de ruta, incluso si todavía falta recorrerla, pero el acuerdo marco firmado en Catar no resuelve el conflicto en el este de la RDC que sufrió hace unos meses una intensa lluvia que dejó muertes, pero sí marca un intento renovado de ordenar el camino hacia una negociación más amplia.
