En la ciudad de Macate, capital de Omán, Estados Unidos e Irán concluyeron en una nueva ronda de contactos para intentar destrabar el punto muerto en que se encuentra el programa nuclear iraní, siendo la cuarta sesión desde que reiniciaron las conversaciones indirectas a mediados de abril, bajo la mediación del gobierno omaní.
Pese a que no se lograron avances concretos, Abbas Araqchi, representante iraní, y Steve Witkoff, envíado de Washington para Oriente Medio, mantuvieron intercambios intensos que duraron más de tres horas. A través de publicaciones en la red X, ambos gobiernos transmitieron mensajes optimistas respecto al clima de las conversaciones.
En cuanto el canciller omaní, Badr Albusaidi, afirmó que las discusiones generaron “ideas útiles y originales”, lo cual fue interpretado como un indicio de que las partes buscan esquivar conflictos y poder abrir espacio al entendimiento, pero todavía no se fijó fecha para una próxima ronda.
Un punto clave: el enriquecimiento de uranio por parte de Irán
Teherán insiste en que su programa nuclear tiene fines civiles, mientras que Washington y sus aliados temen que esté desarrollando capacidad armamentista. Sin embargo, el régimen iraní alcanza un nivel de enriquecimiento del 60% muy por encima del 3,67% acordado en 2015, y en peligro por estar cercana al umbral del 90% necesario para fines militares.
En el marco de las negociaciones, Araqchi reafirmó que el derecho de Irán a continuar con su programa de lucro es “innegociable”. Pese a esto, sugirió que podrían considerarse limitaciones técnicas como gesto de buena voluntad siendo que abre la puerta a una posible fórmula intermedia.
Bajo este aspecto, Witkoff reiteró que Estados Unidos mantiene una política de “cero prosperidad”, lo cual quiere decir que se viene el desmantelamiento de las instalaciones nucleares en Natanz, Fordow e Isfahán, siendo una exigencia rechazada de plano por las autoridades iraníes.
Principales obstáculos por la falta de confianza entre ambos países
Luego de que Estados Unidos abandone unilateralmente el acuerdo nuclear en 2018, durante la primera administración de Trump, Irán fue incumpliendo de a poco sus compromisos pero en su segundo mandato, activó las sanciones que dañaron gravemente la economía iraní.
Lo cierto es que Teherán exige garantías firmes de que cualquier nuevo pacto no será desmantelado por un cambio político en la Casa Blanca. Sin embargo, la falta de certeza jurídica es una barrera real para avanzar en una negociación técnica que requiere años de implementación.
Por el lado de Irán descarta cualquier conversación que involucra su programa de misiles balísticos o su política regional. En su perspectiva, estos asuntos exceden el marco de las discusiones nucleares y no deben condicionar el levantamiento de sanciones.
El primer ministro de Israel se expresó al respecto: mirada atenta
Otros actores regionales observan con atención, Israel en particular, manifestó su oposición frontal a cualquier acuerdo que no contemple la eliminación total del programa nuclear iraní. El primer ministro Benjamín Netanyahu reiteró que “el régimen más peligroso del mundo no debe poseer el arma más peligrosa del mundo”.
Mientras tanto, el jefe de la diplomacia israelí, se pronunció en términos similares pidiendo el desmantelamiento inmediato de las instalaciones nucleares iraníes (Irán reporta 4 muertos y 516 heridos tras explosión). Por lo pronto, esto hace que Washington no ceda en aspectos claves y agravan la tensión regional por la militarización.
En cuanto a Estados Unidos, mantiene su política de “máxima presión” sobre Teherán, por la amenaza de acciones militares si no va la vía diplomática, un funcionario estadounidense anónimo indicó que la administración se sintió “alentada” por el desarrollo de la jornada y espera con interés la próxima ronda de negociaciones, aunque aún no hay una fecha confirmada.