Ante una multitud de fieles congregados en la Basílica de San Pedro, y seguido por miles más a través de las transmisiones oficiales del Vaticano, el papa León XIV presidió la primera Misa de Nochebuena de su ministerio, en el que resaltó la conmemoración del nacimiento de Cristo como una fecha de gratitud, calidad y esperanza.
La primera Navidad de León XIV
Con la llegada de las festividades de fin de año, las diversas comunidades culturales y religiosas se preparan para recibir y celebrar, cada quien a su manera, las festividades vinculadas a una época del año muy vinculada con el inicio y el final de los ciclos.
En este sentido, y mientras alrededor del mundo crece la preocupación y la incertidumbre, el papa León XIV ofició la primera Misa de Nochebuena desde que fue elegido como sucesor de Francisco, desde la Basílica de San Pedro. Allí se congregaron cientos de personas que llenaron las butacas del gran salón, mientras miles de feligreses coparon la Plaza de San Pedro y siguieron las festividades desde las pantallas ahí emplazadas, en busca de estar lo más cerca posible de su líder espiritual durante una celebración tan simbólica.
Las palabras del Papa
Finalizados los ritos tradicionales y tras escuchar una diversa cantidad de oradores, fue el turno del papa León XIV de exponer su habitual homilía, esta vez en conmemoración de la Navidad.
A modo de introducción, realizó un ligero reconocimiento de cómo fueron evolucionando las creencias de los seres humanos: «Durante milenios, en todas partes del mundo, los pueblos han escrutado el cielo dando nombres y formas a estrellas mudas. En su imaginación leían en ello los acontecimientos del futuro, buscando en lo alto, entre los astros, la verdad que faltaba abajo».
Explicó cómo esas civilizaciones caminaban por la oscuridad creada por sus propios oráculos, hasta la llegada de una gran luz sobre los que habitaban «el país de la oscuridad». «He aquí la estrella que sorprende al mundo. Una chispa recién encendida y resplandeciente de vida. Hoy en la ciudad de David, les ha nacido un salvador que es el mesías», explicó León XIV, en referencia al nacimiento de Jesús.
Acto siguiente, el líder de la Iglesia Católica enaltece el valor de la comunidad en la religión, haciendo énfasis en la importancia del prójimo y reconociendo en él y en la comunidad el camino a la salvación. «Nace en la noche, aquel que nos rescata de la noche. Ya no hay que buscarla lejos, en los espacios siderales. Sino inclinando la cabeza en el establo de al lado».
Abrir los brazos a los otros
Posteriormente, el papa habló de la realidad que se vive en la actualidad en muchas partes del mundo, señalando que «mientras la noche del error oscurezca esta verdad providencial, tampoco queda espacio para los otros, los niños, los pobres, los extranjeros». Retomó las palabras de Benedicto XVI que «recuerdan que en la tierra no hay espacio para Dios si no hay espacio para el hombre. No acoger a uno significa rechazar al otro».
Por supuesto, esta idea puede funcionar a la inversa, expone León XIV, para que así, por ejemplo, «un establo pueda llegar a ser más sagrado que un templo y el seno de la Virgen María, el arca de la nueva alianza».
A modo de cierre, el papa invitó a admirar la sabiduría de la Navidad. «Ante las expectativas del pueblo se le envía un niño, para que sea palabra de esperanza. Ante el dolor de los miserables, él envía un indefenso para que sea fuerza para levantarse. Ante la violencia y la opresión, él enciende una suave luz que ilumina con la salvación a todos los hijos de este mundo».
