El Rey Carlos III optó por un escenario «muy simbólico» para su tradicional discurso de Navidad de 2025 en un año «marcado por la incertidumbre global y las tensiones sociales». Desde la histórica Abadía de Westminster, el monarca de 77 años se dirigió a la nación y a la Commonwealth con un mensaje «muy espiritual», centrado en la «compasión y la reconciliación». Lejos de los clásicos salones de su palacio, eligió la Abadía como escenario, centro desde la que proclamó lo que viene a ser un llamamiento a la unidad en momentos de división.
«Peregrinos de la esperanza»: El viaje como eje espiritual
El núcleo narrativo del mensaje real fue la idea del «viaje» (journeying), un concepto que el rey supo relacionar muy bien con la narración bíblica y con la experiencia humana de hoy. Carlos III recordó que el viaje es un asunto recurrente en la Historia de la Navidad: «La Sagrada Familia viajó a Belén y fue allí sin casa, sin lugar para refugiarse. Los Reyes Magos llegaron de Oriente para rendir adoración ante la cuna de Cristo, y los pastores, del campo a la ciudad, viajaron en busca de Jesús».
Pero el Rey no se quedó en la mera exégesis religiosa, y recordó que, en todos estos casos, los personajes bíblicos «viajaron con otros, tuvieron la compañía, la amabilidad de los demás»; lo cual remarcaba la interdependencia humana y nos recuerda que nadie viaja en soledad por la vida, que la solidaridad es el único refugio seguro ante la adversidad. Pero esta imagen del viaje, del peregrinaje, tiene un componente histórico y político en cuanto al «momento histórico de unidad espiritual» que protagonizó el pasado mes de octubre. Recordó así, el Rey el momento de su visita al Vaticano, donde había orado con el papa León XIV.
Reflejos bélicos y la lucha contra el odio
La mirada al pasado sirvió al Rey para llegar a la memoria colectiva en un año significativo, el 2025, que marcó el 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. El homenaje rendido por Carlos III a la generación que había superado el conflicto bélico fue emotivo, reconociendo «el valor y el sacrificio de nuestros militares». Aun así, más allá de la lucha, Carlos III situó el énfasis en la resiliencia civil, en la forma en la que las comunidades se agruparon para enfrentar una prueba de tal nivel. En sus palabras, tales muestras de unión frente a la barbaridad son la prueba de un «mensaje más allá del tiempo» que nutre la constitución de Reino Unido y el de la Commonwealth.
Pero la sombra del conflicto no sólo es algo del pasado. El del discurso se oscureció y se volvió más urgente con la llegada de la violencia actual. En clara referencia al ataque producido a comienzos del mes de octubre en una sinagoga de Manchester, que terminó con dos muertos, el Rey hizo un llamamiento a la sociedad, para que no cayera en la oscuridad: «Me parece que debemos apreciar los valores de compasión y reconciliación», declaró con firmeza, frente a la «gran diversidad».
Un silencio personal para un mensaje colectivo
Un elemento notable del discurso fue lo que el Rey decidió no hacer. A pesar de que fue un año difícil también para la Casa Windsor, Carlos III omitió, por completo, aludir a su salud (su tratamiento será «reducido» en el año 2026) o a las disputas familiares entre las que se encontraba la del príncipe Andrés al que le retiró sus títulos.
El Rey prefirió hacer hincapié en su propia labor como constructor de puentes entre fes. «Cuando me reúno con personas de distintas confesiones, me encuentro cómodamente con todo lo que compartimos: el deseo de paz común y un respeto absoluto por toda vida».